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Me Cago En Mi Vida

TYRANNUS MAXIMUS

TYRANNUS MAXIMUS

La vida da unos giros del todo inesperados. Es la manera en la que su curso de enriquecimiento de vocabulario (en 101 sencillas lecciones grabadas en cassette) le enseñó a decir que la vida es una mala puta que da unas puñaladas de la hostia. Así pensaba Mauricio. Cuarentón. Sin afeitar. Segurata.

 

La sociedad, como la vida, es otra mala puta que cambia de parecer cuando le viene en gana y no te enteras hasta el último puto momento. Sí, ¿Quién le iba a decir a todos esos cabronazos, que compraron un título universitario con el dinero de papi, que se les acababa el chollo? A ver, ¿Quién cojones les avisó? ¿Una línea 906? ¡Anda ya! Estaban tan sorprendidos como las hordas de currelas cabreados que les lincharon el día D a la hora H. Y es que estaba claro que la cosa no podía seguir como iba.

 

Corrupción, escándalos, amiguismo, más enchufes que en la General Electric... un día la gente se hartó. Dijo que ese era el límite. ¿Ganar mil euros al mes cuando los gastos medios de una familia superaban los mil quinientos? Los primeros en caer fueron los banqueros. Pero además resultó que por la tele no ponían nada bueno... excepto los anuncios, spots que duraban segundos y que gritaban a pulmón abierto ¡CONSUME! ¡CONSUME!... quizá los publicistas no eran tan culpables, pero también sufrieron la ira de las masas cabreadas. Por supuesto hubo quien saltó en defensa del estado de derecho, sobretodo del estado de derecho a la propiedad... el linchamiento de los abogados fue una de las partes más divertidas del proceso ¿Dónde está ahora tu Rólex, Borja Mari?. La lista negra siguió avanzando... había más grupos profesionales que secciones en los programas de Juan Antonio Cebrián, más que extras en un utilitario urbano de fabricación japonesa: Curas, periodistas, magnates de la construcción, informáticos venidos a más... Sólo paramos cuando no encontrábamos a nadie más con quien desahogarnos. Es lo que llamamos evolución.

 

Después, una panda de freaks amantes de la ciencia ficción dijo que había tecnología suficiente para una tercera revolución industrial (incluso para una cuarta) ¿Por qué no aplicarla en la administración? Al fin y al cabo los ordenadores no se corrompen, no sabrían qué coño hacer con un sobre lleno de pasta, ni con maletines rebosantes de billetes... siempre puede haber un hijo de puta con un ordenador y demasiado tiempo libre como para crear el caos, pero la correcta explicación del concepto CRUCIFIXIÓN INVERTIDA EN LA PLAZA PÚBLICA suele volver muy suave a la mala gente... suele convertirlos en dóciles mascotas, en ositos de peluche... en buenos ciudadanos.

 

Esa fue la solución ¿Hay un trabajo en el que es muy fácil caer ante la tentación del maletín bajo la mesa? Que lo haga una jodida cafetera llena de cables... al menos no veríamos a diario en la tele cómo esos cabrones se forran a nuestra costa. El único problema es que las máquinas (por mucho que fuésemos hacia una sociedad cibernética) necesitan mantenimiento: Se llenan de polvo, hay que cambiar piezas, los ventiladores se obstruyen, las alarmas de temperatura empiezan a sonar...  Así llegamos a la búsqueda de un técnico informático vitalicio, con un sueldo decentito y una advertencia:

 

Cualquier manipulación que afecte a los deberes públicos de este superordenador será correspondida con una ejecución sumaria[1] por parte de los tres vigilantes de turno

Ése era su trabajo. Ya lo dijo Anthony Burgess: Tres chicos en edad de trabajar. Lo más divertido es que todos se conocían desde hacía tiempo. Al menos desde el colegio. Las tres figuras corpulentas (bueno, con algo de panza) que daban vueltas al rededor de LA GRAN PUERTA PROHIBIDA y que vigilaban al pequeñín, al gordito de gafas, al mismo puto chiquillo que no había recibido más que collejas a lo largo de toda su vida. Años y años quitándole posibles novias, robándole el dinero de su almuerzo, secuestrando sus apuntes antes de los exámenes, copiándose de él en otros exámenes, arrinconándolo en el puesto de portero para el equipo de fútbol sala, hinchándolo a balonazos en los morros... joder, qué curioso que el puesto de mayor responsabilidad dentro de esta nueva sociedad recayese en un cerebrito venido a menos.

Todos los días llegaba escudado tras sus enormes gafas, con su mono amarillo y su estúpida gorra marrón. No es que el uniforme de vigilante de LA GRAN PUERTA PROHIBIDA fuese gran cosa, pero brillaba en la oscuridad... ¡Y tenía una gorra de plato! Eso es lo que su curso de enriquecimiento del vocabulario denominaba Símbolo de Status.  

Todos los días, repito, venía cargando su maletín, su ordenador portátil, un Tupperware con la comida que le preparaba su madre... (¡A los cuarenta! Por Dios...) y todos los días se quedaba sin almorzar, como si estuviese aun en el colegio, porque los tres grandullones malos del patio le quitaban la fiambrera. Sin hablar de alguna que otra colleja... por los viejos tiempos. Mirándole a la cara (aun conservaba las pecas y algo de acné) nadie podría sospechar que tramaba algo...

 

Ese día hacía calor... calor y humedad, excepto más allá de LA GRAN PUERTA PROHIBIDA (el superordenador tenía un aire acondicionado cojonudo... tan cojonudo que necesitaba un mogollón de energía... la suficiente como para dejar al resto de la ciudad sin aire acondicionado). Esto era, evidentemente, aprovechado por el noble equipo de seguridad bajo la máxima de “SI TENEMOS QUE ESTAR DOCE HORAS DE PLANTÓN ANTE UNA (PUTA) GRAN PUERTA PROHIBIDA, AL MENOS ESTAREMOS FRESQUITOS”. Así que, con unas birras de estrangis de por medio, andaban los tres esforzados ciudadanos sentados en sus sillas plegables de jardín (también de estrangis), observando a un pringado de toda la vida teclear ante LA GRAN PANTALLA. –¿Qué haces Teddy?-  le preguntó Mauricio intrigado. Aquello no se parecía en nada a lo que solía hacer diariamente... no estaba cambiando ventiladores, ni midiendo temperaturas, ni quitando el polvo de las piezas internas de ninguna gran caja de plástico y metal. –Nada, señor, simplemente...-.

 Fue simplemente ver acercarse a aquella mole collejeadora de empollones, con su vistoso uniforme y su goma semi-rígida saliendo del tahalí dispuesta a enseñarle, una vez más, quien mandaba en la sala que guardaba LA GRAN (PUTA) PUERTA PROHIBIDA. No deberían estar allí, al menos en la misma medida en la que él no debería estar tecleando, así que, antes de salir por pies, decidió reiniciar por el método de emergencia la unidad central que no podía piratear en los segundos que le quedaban... el método de emergencia era manual... o más bien pernal: Tres coces en las tripas de aquella máquina, llenas de coloridos cables y trocitos de plástico verdes, marrones y negros. Mauricio no llegó a acabar el grito de ¡Me cago en tu puta madr...! antes de que la ciudad se quedase K.O. Todos hemos besado la lona alguna vez ¿No?, no es necesario explicar el proceso. Un fundido a negro y despiertas mareado sin saber exactamente qué demonios ha pasado.  Para abreviar: Se apagaron todas las luces.

La vida da unos giros del todo inesperados. Es la manera en la que su curso de enriquecimiento de vocabulario (en 101 sencillas lecciones grabadas en cassette) le enseñó a decir que la vida es una mala puta que da unas puñaladas de la hostia. Así pensaba Mauricio. Cuarentón. Sin afeitar. Y ya no era segurata.

 

La sociedad, como la vida, es otra mala puta que cambia de parecer cuando le viene en gana y no te enteras hasta el último puto momento. Y si no ¿Quién entre toda esa panda de vagos estafadores que leen las cartas y adivinan el futuro iba a predecir que el pringado del colegio iba a esperar treinta jodidos años para vengarse de toda la sociedad?. Y sobretodo: ¿Para qué coño necesitaban tantos enormes sillares de hormigón, granito y mármol?.

 

Cuando alguien se hace llamar Excelentísimo Iluminado todos podemos pensar que se trata de alguien apocado con un terrible complejo de inferioridad. Cuando ese alguien adquiere además el título de Tyrannus Maximus, se añade el pensamiento de que no desea compartir el poder... y cuando se sabe (desde el cole y el instituto) que al Excelentísimo Iluminado y Tyrannus Maximus se le daban mejor las ciencias que las letras, el curso de enriquecimiento del vocabulario indica que se trata de alguien que sólo conoce dos palabras en latín... que no se le daba demasiado bien esa asignatura (todos los empollones fallan en algo) y que alguien, sabiendo que sólo había memorizado esas dos palabras de ese noble idioma, podría haberse anticipado a la jugada, que podría haberlo evitado.

 

Era de los pocos supervivientes de entre los ilustrados: Tanto tiempo libre entre sustitución de ventiladores, había dado al Excelentísimo Iluminado tiempo para leer sobre la denominada Historia actual de Extremo Oriente... de hecho le había dado tiempo para sacar una conclusión: Lo primero que debe hacer un Tyrannus Maximus nada más llegar al poder es quitar de en medio a todo el que supiese leer: Pol Pot lo sabía... él también. Claro que, los altos índices de alfabetización de esa sociedad habrían complicado su programa de obras públicas[2], por lo que decidió ejecutar a todo aquel que desempeñase una labor que le exigiese leer por algo distinto a la voluntad propia.

 

Mauricio se quitó el sudor de la frente mientras miraba el ciclópeo rostro del nuevo líder entre las decenas de enormes pirámides en construcción. El ejercicio de precisión de reproducir exactamente las gafas de culo de vaso y el acné había costado la vida a cuatro de los cinco ingenieros y arquitectos a los que se encargó el proyecto... el quinto palmó por equivocarse unos centímetros al colocar un grano de acné. La obsesión por la antigua Grecia y el Egipto de los faraones fue otra cosa que debieron ver los psicólogos de la empresa y los jefes de recursos humanos... ahora sus cabezas reposaban a las puertas de palacio ensartadas en sus respectivas picas.

 

Un pensamiento (probablemente originado gracias al curso de enriquecimiento de vocabulario) le cruzó la mente antes de recibir el latigazo de un capataz muy cachas (y un coeficiente intelectual inversamente proporcional a su masa corporal):

 ¿Informáticos? Nunca te fíes de alguien que no puede justificar que su labor es imprescindible

 

En fin, que la vida da unos giros del todo inesperados. Es la manera en la que su curso de enriquecimiento de vocabulario le enseñó a decir que la vida es una mala puta que da unas puñaladas de la hostia. Así pensaba Mauricio. Cuarentón. Sin afeitar. Esclavo para la construcción de pirámides.

 Menudo hijo de puta.


[1] Lo de ejecución sumaria tiene su explicación: Los jueces y los abogados se parecen mucho... sobretodo a ojos de una turba linchadora de juristas. 

[2] En realidad tenían poco de públicas... más bien eran privadas, o para ser exactos PARA SU EXCLUSIVO DISFRUTE PERSONAL.

5 comentarios

Golfo -

Jo, Steam, me faltabas tú.

Gracias por el comentario

Steam Man -

O si,caña al mono!!
Yohoo

1150S -

ESTABA INTENTANDO RECORDAR A
QUIEN SE PARECÍA MAURICIO....
NO CREAS QUE HAS "DESVARIADO"
MUCHO, ALGUNA VEZ SE ENCUEN-
TRA UNO CON VERDADERAS SORPRE
SAS,CON EL PERFIL QUE DESCRIBES, PERO NO TAN DE "A-
TAR"....JA, JA.

Golfo -

Quiero una pirámide alicatada hasta el pincho de arriba. ¡Y con azulejos de calidad!.

Tranca-Man -

Diossssss Top 1 en mi lista de idas de olla monumentales, Golfo!