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Me Cago En Mi Vida

Nunca serás un Vigilante si no te han denunciado

Nunca serás un Vigilante si no te han denunciado Cuando empecé en esto, un día le tuve que echar una bronca a un habitante de la pensión por fumar en el ascensor... cuando le comenté a mi casero que l e tuve que echar una bronca al gay, me respondió que nunca me considerarían un Vigilante si mi expresión para un caso así no era le di su merecido a ese marica de mierda.

¡Menudos sustos nos da la señora portera! Y lo digo en plan cariñoso porque de portera no tiene nada, lo único que tiene son unos ochenta años, más que suficientes como para dejarse de vivir en un cuchitril, apuntarse al IMSERSO y disfrutar de las playas de Cuba con algún primo hermano del Dinio.

La señora ha estado mala, tan mala que creíamos que finaba. En cama, trasladada por un hermano que tiene al médico de madrugada, y con el vecino gay yéndola a ver a las 6 de la mañana y a las 11 de la noche... vamos, como para el desguace. Una noche agonizando y a la siguiente haciendo como que ejerce de portera (fregando la escalera de los ascensores... ¡A las diez de la noche!).

A propósito, que dice Mauricio que no debo dejarle... no sé si espera que le dé un gomazo en el coco o qué ¡Porque tiene ochenta años! ¡Si estornudo cerca se me muere! y que lo que hace es aprovechar que no está él para limpiar y reivindicar así un piso como portera.

El caso es que tiene un chisme en una pulsera o en un collar para pedir ayuda a un servicio de Teleasistencia, y ahí empezó el lío. Entro (a y media para no mosquear a Mauricio) y me dice que la vieja está en las últimas, que a lo mejor viene algún médico o los del SAMUR o SUMMA... Siete menos veinte, ando de ronda técnica y oigo la puerta principal. Ocho menos cuarto (edificio cerrado) veo a un tipo que no conozco salir como una exhalación diciendo buenas noches, y portando una bolsa de plástico.

Le paro educadamente y le pregunto quién es y qué hace en el edificio. Me responde Soy de Teleasistenssia... en ese momento la tenemos.

Ni me levanto de la silla, sólo le pregunto para qué empresa u ONG dedicada a la Teleasistencia trabaja él, con toda la proactividad y educación del mundo le pregunto su nombre y su DNI... me dice un nombre y me da un número de NIE, pero cuando le pregunto si podría verlo dice que no lo lleva encima (en Júbilo me han dicho que deben ir acreditados e identificados ¡Y éste no me lleva ni el NIE!). Empieza a temblar pese a que le digo que se calme, que comprendo que está en el edificio por motivos humanitarios, pero le advierto que si no trae llave ningún vigilante tiene por qué abrirle, dado que es una visita, no un habitante del edificio, ni un miembro de la plantila de las empresas con sede allí, ni un miembro de los Servicios de emergencia.

Este señor (latinoamericano para más señas) insiste varias veces que es de teleasistencia hasta que acaba confesando que cuida de otra señora de edad, que vive en esa misma calle (por mí como si vive en el Palacio de La Zarzuela) y que le han dado las llaves. Me da, además de nombre y número de NIE, su número de móvil, su dirección y me enseña el contenido de la bolsa: Un osito de peluche que nuestra señora enferma le acaba de regalar... todo sin que yo le haya pedido otra cosa que su nombre y una explicación de qué hace allí.

Dos días después relevo a Mauricio y me grita que rece para que ese señor latinoamericano no me denuncie, porque al parecer le ha dicho a todo el barrio que yo le he interrogado... le respondo que yo sólo le he preguntado ¿Quién es usted y qué hace aquí? y que no puedo imaginar qué clase de dictadura debe haber sufrido en su país para echarse a temblar y cantar hasta ópera cada vez que un tipo de uniforme le pregunta algo. ¡Menudo rostro tiene el tío! ¡Y ha resultado ser el portero del edificio de al lado!

Finalmente le digo a Mauricio que denuncie lo que quiera, que yo he cumplido las normas: Ni le he interrogado (los electrodos y el curare los suelo dejar en casa junto al chaleco antibalas y el lanzacohetes anticarro... ¿No te jode?)  ni le he limitado su derecho a la libre circulación, sólo le he hecho dos preguntas y él me ha contado su vida, obra y milagros... ¡A quejarse al maestro armero!

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