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Me Cago En Mi Vida

Viajes Inolvidables

BULGARIA (2)

BULGARIA (2)

No había terminado de flipar con Sofía cuando me vi en un autobús camino de la SEGUNDA capital que tuvieron los búlgaros como estado, lo que la convertía en la primera capital del primer estado eslavo. El ávido lector se preguntará por qué dejó de ser la capital. La respuesta es que por una cuestión administrativa: Fue arrasada por los turcos, eso sí, después de innumerables intentos. Veliko Tarnovo está situada en una zona montañosa idónea para construir castillos de esos, de los que cuesta conquistar.

Nos esperaba una pedazo de habitación en una casa de huéspedes, que bien merecería el nombre de hotel... pero con mayúsculas: HOTEL. Tele por cable, calefacción central... todo lujo y fantasía. Además, se aplicó la norma (supongo que ya derogada) de que los nacionales pagan la mitad del precio, lo que supuso un abaratamiento de costes teniendo en cuenta que nos acompañaba el hermano pequeño de Baby a modo de carabina.


Yo he sido carabina (escopeta en Canarias) con mis dos hermanas, y no pude más que sorprenderme con la incorruptibilidad del pequeño cuñadito: Cuando por la noche, tras gloriosa cena en restaurante tradicional (tenían una especie de puchero maravilloso y un vino nada despreciable) le dije eso de "Te doy 20 levs (unos diez euros) y te pierdes" no sólo no me respondió lo de "Y una mierda por menos de 100" sino que rechazó cualquier clase de soborno. Para que luego digan de la corrupción en ese pequeño país. En mis tiempos de adolescente habría acabado, en su situación, borracho y abrazado a una fuente, o en la habitación del hotel rodeado de furcias, pero el niño no. Él tenía que cumplir su deber de nadie se tirará a mi hermana... por lo menos en mi territorio.


Veliko Tarnovo tiene, en su castillo, un espectáculo de luces y sonido digno de verse, a parte de un montón de tiendas de artesanía tradicional, restaurantes y demás instalaciones para que el turista se sienta realizado por haber visitado tan preciosa ciudad. Lo único que se nos escapó fue avisar al propietario de la casa de huéspedes, porque se ofrecía a irnos a buscar a la estación.


Terminada la maravillosa visita, emprendimos camino del Mar Negro para ver una oferta turística más tradicional ¿Sol y Playa? ¡Cierto! Despejé todos mis tópicos de isleño acerca de que en Europa, más allá del Mediterráneo, todo era nieve y bosque, lobos negros gigantescos y hooligans.

 


Pasamos una noche en Varna, principal puerto búlgaro del Mar Negro, probablemente por el pique existente entre sus habitantes y los de Sofía (algo parecido a lo de Barcelona y Madrid) Nos quedamos en la casa de una abuela (debido a la improvisación... habíamos llegado a la ciudad sin reservas) y, aunque sigo creyendo que se trataba de la peor habitación de toda la región, la imagen de Nessebar (conocido por sus dos principales playas Golden Sands y Sunny Beach -efectivamente no son nombres tradicionales búlgaros-) y la ilusión por mojar mis huevos en un nuevo mar (en el Mar Negro) eclipsaron todo posible temor de que la abuela arrendataria tuviese un oscuro negocio de esclavitud, tráfico de órganos o secuestro express.

BULGARIA (1)

BULGARIA (1)

Bueno, pues ocurrió en mi año de gloria, con todo eso de los libros, las presentaciones y las conferencias, cuando Il Edittore trataba de convertirme en estrella mediática y Joan Tarzian me entrevistó para The Economist. Por empeño de Baby, pillé algo de ropa y mis fotos con el Rey y tomamos el primer avión que salía para Bulgaria. Sin pensarlo demasiado. Con un par.

Allí estaba yo flipando. Mi primera impresión sobre Bulgaria es que, pese a ser un país pequeño, todo era a lo grande. Me explicaré: Todos sabemos el tamaño que tienen los botes de refrescos o cerveza en los aviones... ¡Y que de un tiempo a esta parte los cobran! Pues bien, nada como un país anclado en los años cincuenta para que la comida del avión sea gratis, y los botes sean de 33cl. La cosa pintaba pero que muy bien, siempre que, una vez en tierra, no me separase de Baby, o como se supone que debería llamarla durante el viaje, Babiova.

 

La Primera en la Frente

 

Es hora de hacer un chiste del estilo de Les Luthiers. “Al llegar a los Estados Unidos mis primeras impresiones fueron digitales... ¡Me las tomaron con tinta blanca!” En mi caso descubrí que, en Bulgaria, todo el tema de aduanas lo lleva una empresa privada de capital británico, o al menos ese era el rumor de la época. El hecho es que me encontré con un gigantón uniformado que me paró hablándome en búlgaro y luego en inglés (lo que hoy llamaría un compañero de otro país...) Primero me pidió el pasaporte y después me hizo... LA PREGUNTA

 

 

¿CUÁNTO DINERO LLEVAS?

 

Ya me estaba preparando para la primera mordida cuando Baby volvió sobre sus pasos y se puso a hablar con tooooooodo aquel tipo (abarcaba bastante de mi campo visual) Resultó que se entra en el país con más de 3000 € es obligatorio declararlo. Yo apenas llevaba 300, lo que allí suponía entonces un buen sueldo mensual.

No volví a hacer ese chiste de “pienso comprarme este país y poner a sus habitantes a picar piedra para darle forma de toro”. Desde ese mismo instante renuncié a cualquier sueño de faraonizar la República de Bulgaria, de cambiarle el nombre por el de Faraonato de Golfia, de hacerme construir pirámides y alicatarlas hasta el pincho de arriba.

 

Bienvenidos a la República Popular de Bulgaria

 


El tío de Baby, tito Misha, nos recogió en el aeropuerto, y nos llevó a su casa, una especie de dacha en las afueras que, a decir verdad, estaba muy, pero que muy bien.

Dar vueltas por Sofía se convirtió en toda una experiencia. Más que nada porque no estoy acostumbrado a ver tantas armerías, cochazos y tipos armados. Las fuerzas de seguridad, tanto pública como privada, no se cortaban en mostrar que estaban armados. Incluso los que vestían traje en los bancos y oficinas de cambio.

También recuerdo haber montado en tranvía. En un tranvía a juego con una inscripción que encontré dentro: MADE IN CHECOSLOVAQUIA. Traté de calcular cuánto hacía que no existía ese país para hallar la edad aproximada del trasto. Montar después en trolebús no aumentó mi sensación sobre la modernidad de Bulgaria. Cuando se lo comenté a mi madre, ella me preguntó si había viajado a Europa del Este o si había viajado en el tiempo.

Finalmente visitamos, entre parque y parque dedicado al libertador Ejército Ruso, la casa de los padres de Baby, en un barrio obrero al norte de la capital. El paisaje me recordó a las imágenes que había visto de Sarajevo, pero sin impactos de bala en las fachadas de los edificios. Una vecina reconoció a Baby de inmediato (lo típico de ¡Oh! ¡Tú eres la hija del Señor Babiov!) Tras lo que, acto seguido, me miró y dijo: Tú debes ser español. ¡Bienvenido a la República Popular de Bulgaria! De golpe, mi reloj se atrasó cincuenta y cinco años. Vi soldados con abrigos y gorros de piel de oso, muros levantándose de golpe, y tanques y misiles desfilando por las calles mientras en mi cabeza retumbaba el repetitivo Yo-ho-ho-ho de “Los remeros del Volga”.

 

 

La entrevista suegro-yerno más tensa de la Historia

 

Apenas había despejado de mis pensamientos los recuerdos residuales de la Guerra Fría (ellos siguen diciendo que ganaron... al menos en ese barrio) cuando caí en la cuenta de que Baby se había ido a comprar comida con su hermanito, y que yo estaba sentado en una terraza en mitad de unos bloques de viviendas de estilo soviético (cuadrados, con ventanas cuadradas y puertas cuadradas... y con un omnipresente color gris) En frente tenía al señor padre de Baby mirándome a los ojos, y a un camarero que parecía perder la paciencia.

Mi señor suegro se había pedido un vodka y una tónica, y tanto él como el camarero trataban de preguntarme qué demonios quería beber yo (claro que un servidor tiene limitado su búlgaro a saludos, insultos y amenazas... y ellos no hablaban ni inglés ni español) En ese momento pude recordar de la memoria colectiva qué no hay que hacer ante un suegro búlgaro:

- No demostrar debilidad: Eso significa que hay que fumar y beber.

- No mezclar el alcohol con nada

- No despreciar la belleza de su hija: Es decir no mirar a otras mujeres delante de él.

- No hacer nada que le haga pensar que eres homosexual: Lo que significa fumar, beber, no mezclar el alcohol con otras bebidas, reír ruidosamente, cantar en la mesa después de comer, aguantar el alcohol como si se tuviesen genes cosacos y tratar de hacer que mirarías a otras mujeres de manera descarada pero, por respeto, no lo haces dado que probablemente él va armado.

- Evitar cualquier referencia a la victoria de Occidente en la Guerra Fría: Algo muy difícil cuando se es occidental y bocazas.

Por alguna razón me pedí el vodka con limón... más que nada por no parecer demasiado homosexual al poner la cara de El Fary al beber un sorbo de tónica (algo que me pasa siempre) Si queréis ver a un par de búlgaros a cuadros y con cara de pasmo, sólo hay que pedir limón con el vodka. Menos mal que no lo mezclé. La situación se descongeló cuando el señor Babiov le dijo al camarero (sin dejar de mirarme a los ojos)

 

 

“PSÉ... ES QUE ES ESPAÑOL”

 

Así pasamos unos cuarenta y cinco minutos. En silencio. Mirándonos a los ojos en un duelo de voluntades (casi me cago encima) y dando sorbos de vodka y de (gracias a Dios no pedí tónica) limón. El interrogatorio más raro de la Historia, y la entrevista suegro-yerno más tensa de la que jamás se haya tenido noticia.

NEXT TRAIN TO MÁLAGA

NEXT TRAIN TO MÁLAGA

 

Debió ser hace cosa de un año que el señor Nick Cave decidió pasar por España en su gira. Para variar, me vi arrastrado por las ganas de Baby de viajar detrás de ese señor de bigote para hacer turismo de concierto. Descartado Tenerife por cuestiones de precio y particularidades que sólo entenderían los muy fanáticos de este rockero, el destino elegido para ir al concierto fue Málaga. Nuestro amigo JL se apuntó (y de paso nos devolvía la visita) y para aderezar Murci se vino en plan hooligan. Con ánimo de emborracharse y sin entrada.

 

My name is Cave

El primer detalle divertido fue previo al viaje. Enseñar a JL las particularidades de mi barrio para que, la volver a Bruselas, pudiese decir eso de “He estado en Oporto, Madrid” (no en Madrid, España ni en Oporto, Portugal...) Las exquisiteces del Miguel hicieron las delicias de este gran belga, que apenas se inmutó cuando Murci empezó a insistir en si era de Flandes o de Valonia (Eh boy, belgium means belgium) La velada estuvo completada con mi amigo Hoon, un chaval coreano que había venido ese año a estudiar a Madrid.

Belgas, coreanos, españoles (incluyendo al innombrable murciano) y búlgaros unidos por el submarino de Miguel (me refiero al cóctel de cerveza con Jack Daniels) y los celebérrimos huevos rotos.

 

Welcome to Beirut... (Sorry it’s Málaga)

Aun recuerdo la impresión de salir de Barajas (T-4) y llegar al postmoderno aeropuerto de Bruselas. En esta ocasión ocurrió a la inversa. Viajar de Madrid a Málaga en avión es una experiencia opuesta. De hecho, si hubiésemos cruzado una frontera internacional me habría sentido orgulloso de ser español.

Todo tirado por los suelos, desorganización total y guardias con bigote, conformaban la decoración del aeropuerto malagueño (y la ciudad es bonita... pero el aeropuerto) La situación sólo se vio alegrada por el encuentro con un compañero que me indicó cómo llegar a la estación de cercanías:

“Tire utté tó recto y cuuuuando shegue al aparcamento, giiire a la isquierda donde encontrará un puente u pasarela que le condusirá a lastasión”

 

Next train to Málaga...

Primer impacto: Andén en dirección al centro de la ciudad. Miro a mi alrededor y no veo más que Fritzs y Heathers, que Klauses y Fionas... Miro al cielo angustiado y logro componer una frase en mi devaluado inglés:

SOMEBODY SPEAKS MY LANGUAGE??? SOMEBODY SPEAKS SPANISH???

Y es que todo comunicador tiende a desconfiar de los carteles cuando necesita una indicación, pese al tópico de que los heterosexuales no preguntamos cuando nos perdemos... Lo de la megafonía fue peor. Fue la tortura psicológica anexa a cuarenta minutos de espera (¿Cada cuándo sale un tren en Málaga?) Una voz de pesadilla... ¡Dos voces! ¡Como las de las pesadillas de Freddy Krueger! ¡Como para llorar acurrucado en una esquina repitiendo el mantra de la RENFE en Málaga:

 

Next train to Málaga, Don’t stop in Plaza Mayor...

Next train to Málaga, Don’t stop in Plaza Mayor...

Next train to Málaga, Don’t stop in Plaza Mayor...

Next train to Málaga, Don’t stop in Plaza Mayor...

Next train to Málaga, Don’t stop in Plaza Mayor...

Next train to Málaga, Don’t stop in Plaza Mayor...

Next train to Málaga, Don’t stop in Plaza Mayor...

Next train to Málaga, Don’t stop in Plaza Mayor...

Next train to Málaga, Don’t stop in Plaza Mayor...

Next train to Málaga, Don’t stop in Plaza Mayor...

Digamos que la voz azul tenía un tonito irritante de profesora de jardín de infancia, mientras que la voz roja era el vocalista de Deicide.

 

An Idiot-proof country

(NOTA: El origen de esta expresión está en la pregunta que me hizo JL sobre qué hacer si se perdía.

Le dije que siguiera los carteles, dado que España es un país muy bien señalizado...

de hecho es un país a prueba de idiotas)

 

Sobre el viaje de Murci, sólo diré que ejerció de guía por haber llegado varias horas antes que nosotros. Él vino en autobús (o como diría él nautobú) y pasó largas y solitarias horas comiendo churros con chocolate en la peor cafetería del centro de Málaga. Después, cuando nos bajamos del tren nos indicó de manera genial dónde se encontraba el hotel: Zigue po’ el río hacia er norte...

¿Dónde está el río? ¿Dónde está el norte? Porque por río podríamos entender una especie de canal a lo Terminator 2 que cruzaba la ciudad y que identificábamos en el plano como una gran línea azul... además, a los lados, cada cierta distancia tenía unos agujeritos de los que brotaba agua, así que interpreté que estaban llenándolo y que, ya por la tarde, sería un río de los de verdad. Lo del norte lo acerté a la primera... vi el dibujito del mar y los barcos en los carteles y me dirigí en la dirección opuesta.

Más tarde le usamos como sabueso en busca de restaurantes abiertos (Smell! Smell!) Le tocó compartir habitación con JL (pobre belga) Se intoxicó... ¡Y nos esperó en la puerta del teatro como una buena mascota hasta que terminó el concierto!

 

Welcome to Closedcor

Mi impresión final de Málaga es que, por alguna misteriosa razón, no quieren turistas. Recorrer la zona de la Malagueta en busca de restaurantes o bares abiertos a las doce y media del mediodía (el belga ya tenía hambre) y no ver nada abierto. La cosa llegaba a tal punto que la cadena de supermercados OPENCOR en Málaga se llama COLSEDCOR.

Recordé los topicazos que nos soltaban en clase de Sociología sobre el fracaso (¿?) de la Isla de la Cartuja como Parque Tecnológico al leer sobre los proyectos de transformar Málaga en el Silicon Valley europeo... ¡Pero si no son capaces de abrir las cocinas en horario centroeuropeo!

Le preguntamos a un colega nativo, taxista él (uno que no se quejaba de lo deprimida que estaba su ciudad... ¡Y mirad que Málaga es una ciudad bonita!) y nos resolvió la duda sentenciando que en Málaga se come a partir de las 14:30. Con dos cojones.

Sólo decir que a la vuela, en el aeropuerto, me ofrecí en plan ONG a indicar a los extranjeros las direcciones ante al actitud de los taxistas de “Etto’é‘Paññia, auín hablamo apañó...”

Eso sí, comer se comía muy bien cuando encontrábamos un lugar abierto. A ser posible un lugar típico andaluz, con sus albondigones, sus supertortillas rellenas, su ensaladilla (totalmente libre de salmonela) y su típico vino dulce. Y los camareros se lo curraban a tope. ¡Bien por Curro!

Desde que conozco a los belgas quiero ser mejor persona

Desde que conozco a los belgas quiero ser mejor persona

El cuarto día fue el de la despedida. J.L. nos cargó de cervezas, le pedimos que nos visitase en España y tiramos hacia el Belgaeropuerto de Bruselas. Sólo pasó una friquez antes: El intento de desalojo de Spider Pet, una colega de ocho patas que se había instalado en la cocina de J.L. Iba a darle con un cepillo cuando le paré: “Fíjate tío, en su abdomen tiene una cruz blanca. Es la típica araña de jardín. Esta amiguita te dejará la casa sin insectos a cambio de tranquilidad”. Lo siguiente fue empezar a sacarle fotos a la arañita.

 

Respecto al aeropuerto, todos recordaremos a Jabba y Amelie. Pues nada que ver con lo de Bruselas. Facturamos con un tipo pelirrojo que, en cuanto leyó Madrid en los billetes empezó a hablar en español. Un español de anuncio de Matutano, pero su gesto valía nuestro aprecio. Más cybertoilets, más cervezas, y un aeropuerto en el que no se puede fumar, pero en cada puerta exterior hay habilitadas unas mesas con ceniceros. Todo buen rollo, incluso una china de costo que alguien abandonó allí, y que nadie recogía porque no era suya.

 

El vuelo, en Brussels Airlines se cimentó mi idea: Desde que conozco a los belgas quiero ser mejor persona. Nos pusieron comida en un vuelo de dos horas. Las azafatas estaban muy buenas... ¡Incluso una azafata senior en cuyo regazo me gustaría haber dormido! ¡El único problema del vuelo vino al llegar a Madrid por el personal de tierra de la T-4! Tan sólo decir que el pasaje sólo se levantó una vez se paró el avión y la tripulación nos dijo que habíamos llegado. Sólo queda por contar una incidencia más: Mi venganza.

 

Cuatro días en el país de la cerveza y el chocolate. Cuatro días sin cagar. Ya en vuelo, calculé media hora para cerciorarme de que sobrevolábamos nuestro país vecino, me fui al baño, en la cola del avión, me senté y...

¡GGGGÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑ!

 ¡FLUSSSSSHHHHH! 

 ¡Ésta va por vuestro apoyo en Perejil franceses de los cojones! ¡Tomad hielo azul!

 ¿O acaso creíais que iba a volar fuera de España y no aprovechar para cagar sobre Francia?

OBELIX & OBELIX

OBELIX & OBELIX

Allí estábamos los cuatro, sentados sobre la acera, en una calle de Amberes, esperando a que dos flamencos nos recogiesen para volver a casa de J.L, en otra ciudad... a kilómetros de allí. Podría ser peor. Podría haber llovido.

 

Baby se dirigió a mí interrumpiendo la disertación colectiva sobre el arte y los fans que sacan fotos y graban vídeos en los conciertos para decirme ¿Te das cuenta de que estamos sentados en una acera, de noche y en Amberes? Mi reacción fue encogerme de hombros y echar un vistazo a los carteles propagandísticos de una oficina de reclutamiento de las fuerzas de Defensa Belgas. Me interrumpió J.L. ¿Es que quieres convertirte en un Para-Commando? Durante un segundo me invadió la pregunta de si las fuerzas armadas belgas funcionarían mejor que PROSEGUR, pero me limité a decirle que era mi especialización (lo de la comunicación respecto a la Seguridad y la Defensa). Pasaron las horas, y el belga recibió una llamada. Nada más cortar nos dijo que cogeríamos el coche porque los de la grúa no podían encontrarnos[1].

 

Amberes. Noche. Junto a un parque. De repente se para un Audi frente a nosotros y un tipo con traje se baja y se mete por un sendero. J.L. baja a preguntarle algo, y el chico francés (creo que se llamaba Adrian) apuesta a que el tipo va a buscar putas. Cuando el sonriente trajeado se larga vuelve nuestro amigo belga comentando que, cerca de donde lo encontró, había un joven vistiéndose tras unos arbustos. Pasa el tiempo y llega un camión-grúa conducido por dos flamencos a los que sólo puedo describir como Obelix y Obelix.  El estereotipo es clavado al de los cómics de Albert Uderzo. Seguro que esta gente clava los clavos a puñetazos. Cuando estos tipos se piden una hamburguesa les meten una vaca entera entre dos panes. Joder, menudo par de leños.

 

Era la primera vez que veía un servicio así en un seguro de coche: Si el carro te deja tirado, Obelix y Obelix te recogen donde quiera que estés y te llevan a tu casa. Cruzando todo el país si hace falta. ¡Qué cómodo sería esto en Luxemburgo! ¡Ese país se cruza en quince minutos! Como todo coche belga (digo yo) estos tipos llevan un GPS que les indica el camino, pero en este caso esa especie de Playstation falló (supongo que porque no se programa a puñetazos) por lo que, tratando de no escuchar los ladridos flamencos (y no creo que sean mala gente sólo es que el idioma suena raro cuando llevas dos días escuchando un francés muy agradable y un inglés jodidamente perfecto) me ato al asiento y me induzco a otro hipersueño.

 

Los Obelix cumplieron, si no nos dejaron en la puerta de la casa fue porque el camión no cabía. Algo dijeron sobre que le habían dado gato por liebre a nuestro amigo con su coche de segunda mano. Supongo que se cortaron de poner alguna peli porno en el DVD que llevaban en la cabina, y, medio dormido, fui conducido (no estaba yo para orientarme) hacia el confort de la casita de campo del amiguete belga. Una vez dentro, decidimos aprovechar lo que nos quedaba del último día en beber mogollón de cervezas, y hacer un uso maestro de un nuevo idioma: El Onomatopéyico. Como no se me acordaba de cómo narices se dice “abridor” en inglés, no tuve otra que decir: “Hey, Where is the Chk-sssssssshhh”.  

 

Mi ensoñación cervecera sólo fue interrumpida por un momento raro: Estaba conciliando el sueño, oyendo a Baby hablar en inglés con acento español (y no lo hace a drede... le sale así) Cuando, de repente, interrumpe una frase con un grito de terror (a lo chica perseguida por babosas carnívoras o zombis mutantes) y sale por pies. Ahí sí me funcionó el inglés.

 -         What´s up?

-         Cat Shit –me respondió Adrian a la primera.   

 

No diré pocas veces que Baby es única. Por lo pronto, es la primera persona que conozco a la que le caga un gato encima.



[1] Anotación: En Flandes está mal visto hablar en francés –eso decía J.L.- por lo que su expresión podría traducirse como “Me han ladrado que si podía llevar el coche a un punto de la ciudad más localizable”.

HAVE A GREY DAY

HAVE A GREY DAY

Glorioso tercer día

 

Nos despertamos el gran día (el del concierto de Nick Cave) con la sana intención de pasear solitos por Bruselas... sin traductor... sin guía... sin un rayo de sol que atravesase la espesa capa de nubes que cubre el corazón de Europa y que motiva el que debería ser típico saludo belga: have a grey day.

 

Vimos un poquito más de lo que ya nos había enseñado el bueno de J.L., la Comisión Europea, el Parlamento Belga, el Palacio Real... como ya habíamos pisado lugares para turistas, como el Parque “Little Europe” (creo que se llamaba así) en el que se recreaban las granes maravillas arquitectónicas de la Unión en unas maquetas de gran tamaño, decidimos rondar por la capital. Nada como salir a la superficie desde la estación Brussels Central y encontrarte con un cartel que pone Chichi´s. En realidad era un restaurante mejicano, no penséis mal, pero la primera impresión fue que nos habíamos bajado en Amsterdam Central, y la imagen de Paco Martínez Soria (con boina y todo) ya era un tatuaje indeleble en mi mente.

 

¿Más rarezas? Pues los alrededores de la Grand Place están rodeados de tascas. La noche anterior habíamos cenado por allí los típicos mejillones con patatas, por lo que nos pareció un sitio idóneo... hasta que comprobamos que cada calle debía estar dedicada a una nacionalidad... y unas cuantas más a los restaurantes griegos. Nos acercamos a las inmediaciones del Hotel Amigo, más que nada porque sonaba a español, y allí, en una terracita encantadora, nos pedimos unos cafés para, de nuevo, ser sorprendidos por El Camarero Más Raro del Mundo:

 -         An cofé, si-vu-plé

-         ¿Un café?

-         ¿Hablas español?

-         No, griego

 

Sólo una vez me quedé más pasmado. En un bar de copas del centro de Madrid me encontré un portero canario. Al oír su acento le pregunté si era canario y me respondió “No, de Noruega si te parece”.

 Compras de algún que otro souvenir, cervezas y “fritteries” varias, y un español casi debajo de cada piedra, amenizaron la mañana de paseos bruselenses hasta que, llegando al mediodía, volvimos a Ottignies para encontrarnos con nuestro guía y anfitrión, que se iba a llevar a un colega al concierto a cambio de que condujera él. ¿He dicho que el concierto era en Amberes? ¿Y que eso estaba al otro extremo del país desde nuestra posición? ¿He dicho que Bélgica no es precisamente un país grande? Pues ya me explicaréis cómo se puede liar tanto la cosa en tan poco tiempo.   

En los relatos de ciencia ficción no es raro, si no se dispone de una tecnología que permita viajar realmente más rápido que la luz, que los protagonistas sean inducidos a un “hipersueño” para no aburrirse durante el viaje (imaginad un Gran Hermano que durase 150 años) Pues bien, Amberes está a un par de horas de Bruselas... y yo me quedé sopa durante el viaje.

 

Me desperté para ver esa ciudad de los diamantes (ya conozco el chiste... no hay ninguno en el suelo) esa ciudad donde ocurre la trama de la serie Matriosky (para mí era la primera noticia de ello... la situaba en algún lugar de Europa Central) y nada más bajar del coche Oh shit! Manchurrón de aceite marcando el camino de regreso. Le hice una pequeña coña al colega francés, como si la probase para luego decir “hmmm fresh!” pero un par de explicaciones sobre que el suelo de ese aparcamiento no era poroso me dieron a entender que no lo pilló.

 

Era la primera vez que veía a Nick Cave en directo, y tengo que decir que me encantó. Puede que no tanto como a Baby o J.L., que son incondicionales suyos, pero sí que me divertí. Además, ver un concierto sentado en una butaca, con un artista que hace participar al público, que dialoga entre canción y canción... y esas pintas (ya lo dijo alguien de El País acerca de su concierto en el pasado festival de Benicassim) de enterrador arrepentido, hicieron de esta una experiencia gloriosa.

 

(La fuente de esta imagen es: https://mecagoenmivida.blogia.com/upload/externo-c90a7fa2f353931f645fe54d9e083861.jpg)

 

Hubo tres momentos especialmente divertidos: Primero el preguntó qué canción queríamos, alguien gritó Happy birthday, Nick! (su cumpleaños había sido el anterior fin de semana) y sus músicos acompañantes empezaron a tocar “Cumpleaños Feliz”.

Más adelante, preguntó si estábamos todos tan callados por respeto o por aburrimiento, alguien de entre el público respondió que porque eran belgas, a lo que Nick Cave se giró y respondió un sonoro Fuck You!

Eso sí, el momento glorioso “Bad Nikky” de la noche ocurrió durante los bises: El buen hombre pidió cierta colaboración del público para cantar “The Lyre of Orpheus” (la parte de “Oh Mamma” en particular). Su explicación fue cojonuda, ahí va una traducción aproximada:

 

 Vais a cantar conmigo, cuando yo diga Oh Mamma, responderéis Oh Mamma... Pero no cantéis cuando yo canto, cantáis después... es como una especie de diálogo... los negros lo hacen”.  

 

Tras la ceremonial compra de pósters y camisetas, volvimos al aparcamiento, en donde J.L había quedado con los conductores de un camión-grúa que nos iban a llevar a ¡Ottignies!

 Para más aclaraciones, exigid que Baby se siente al ordenador para otra cosa que no sea jugar al Buscaminas.

MY TAYLOR IS RICH AND MY TOILET IS OBSTRUCTED

MY TAYLOR IS RICH AND MY TOILET IS OBSTRUCTED

Cosas que hacer en Bélgica cuando se ha jodido el WC

 

SI bien el plan era dejar las maletas en el coche y dar una vuelta por Bruselas, algo había obstruido nuestro progreso. Nuestro progreso y la taza del váter de nuestro amigo JL, que presentaba un aspecto horrible.

 

No era la primera vez que veía un sanitario hasta los topes, pero la solución vietnamita (a base de queroseno) no parecía buena idea: El chico belga, que había hecho el favor impagable de recogernos y hospedarnos, coleccionaba cómics, figuritas de los Caballeros del Zodiaco (de plástico) y demás objetos de los que reaccionan con simpatía ante las llamas. Tuve una vez un problema similar cuando vivía en el zulo de Cuatro Caminos (cualquier casa de menos de treinta metros cuadrados no merece otro nombre) aunque mi solución fue llamar al casero que, asqueado por los marrones que bailaban en círculo en un agua putrefacta, llamó a un fontanero... el tipo pidió una fregona, la metió en el pozo negro en el que se había convertido mi trono y presionó dos veces. Después se volvió hacia el bueno de Félix y dijo: Son veinticinco mil calas.

 

Curiosamente JL había cometido el mismo error que un servidor en ese momento: echar una vez, y la siguiente también, cada uno de los productos “desatrancamulas” que ofrece el mercado. Sí, si pasas toda la noche sin sentarte a reflexionar, a la mañana siguiente la taza tendrá un aspecto menos atascado, pero la obstrucción sigue ahí. Una vez tires de la cadena, se podrá contemplar con pasmo que nada ha cambiado (excepto el color del agua, que ahora es más químico... y el olor, que ahora es “menos a mierda”)

 

Dilema: ¿Cómo coño se le dice a un belga que necesita una fregona? Sí, sí-sí-sí, el agudo lector habrá pensado en palabras como stick, mop, o scrubber... claro que tras hacerme entender con gestos (dado que mi diccionario es sólo para personas civilizadas que van a hoteles en los que tienen personal que se dedica a estos asuntos) como “gñgñgñgñgñg” para fregar y “ññññiiiiijjjjjjj” para “make pressure”, el eurocivilizado belga prefirió invertir unos 120 euros en un “plumber”, o como le dije yo: Un “expensive like-Super Mario motherfucker”. Y eso que le dibujé la herramienta necesaria: Una “typical&authentical spanish fregona”. Por si creía que tendría por dónde cogerlo.

 “Welcome to Brussels: Have a grey day” 

 

Mi conclusión rápida es que Bélgica es el paraíso. Vale que en las novelas de Alatriste se habla de Flandes como un infierno, donde el sol ni calienta ni seca, pero es que lo que les falla es el clima. De lo contrario, “el país de la cerveza y el chocolate”, de los “mejillones con papas” y del “Niño que mea” debería llamarse “Edén” y no Bélgica.

 

Chocolate por todas partes, friterías por todas partes. Incluso tienen una franquicia de típica comida rápida belga (básicamente baguettes con ensalada, papas, salchichas y una extraña salsa picante que por alguna razón llaman “samurai”... todo en un único y maravilloso bocata) Personalmente creo que todo país debería tener su propia comida rápida, o eso o someterse a la invasión de las pizzas y hamburguesas. Cuando sea senior montaré un “Mc Papas con mojo” y que le den por saco al payaso de los cojones.

 

La Grand Place está muy bien, pese a que no fuimos los días de fiesta en las que la cubren de alfombras. Una arquitectura preciosa y unas calles llenas de tiendas para turistas. Me dio la impresión de que organizaban las calles por nacionalidades, porque según a dónde se girase, se entraba en un pasaje lleno de restaurantes griegos, o italianos, o árabes y turcos... había una zona donde todo el mundo parecía hablar español (cerca del Hotel Amigo) aunque sospechaba que se tratase de una zona de tascas latinoamericanas o de griegos haciéndose pasar por españoles. Respecto al personal patrio estaban por todas partes. Ojo a la imagen, encontrar un café llamado PP no tiene precio. ¡Camarero! ¡Póngame un “España va bien” y dos “Váyase Sr. González”!

 

Lo del “Manneken Pis” tiene su gracia, dado que cambia de indumentaria (cuando le visten) en función del día. Existe otra estatua de una niña meando, pero va más de coña (en la zona de bares... muy cerca de la celebérrima “Delirium Tremens”, decorada con elefantes rosas) Respecto a los cafés y las terracitas, el trato resultó exquisito (no entramos en el PP Cafe), y resultaba sorprendente la variedad de cervezas existente. Sobretodo las que venían en botellas con corcho, en plan champán.

 

Pasamos la tarde-noche con JL y con un amigote suyo de Udine, un informático aficionado al valetudo (lo denominaba “lucha libre”) que nos puso las cosas más fáciles: El problema de Bélgica es que hablan un inglés excelente... si hablasen un inglés de Croacia, como todo hijo de vecina, las cosas serían más fáciles y no tendríamos que recurrir a los gestos y las onomatopeyas. La conversación tocó todo tipo de temas, desde la extraña relación entre el periodismo y la seguridad privada en España al fútbol (por diplomacia nos centramos en el Mundial de Méjico en 1986) Advertí al belga de que, en España, estaba prohibido decir Jean Marie Pfaff ni Ceulemans, y sobre le precio de la vivienda.

 

Resulta que los Belgas (y sospecho que el resto del mundo civilizado) es diferente a España en este tema. Un paquete de tabaco, una cerveza o un café pueden costar el doble que en nuestro amado país, pero un piso en alquiler de 60 metros cuadrados cerca de la Comisión Europea (dijo el amigo italiano) salía sobre 400 euros al mes.  No me extraña su frase: Vivo en Bélgica porque es barato.

 

Por la noche nos sorprendió la delicatessen típica del lugar: Mejillones con papas fritas. ¡Oh sorpresa! ¡Las papas eran gratis! El momento divertido de la noche vino cuando pregunté por el cuarto de baño. Ensayé varias veces lo de decirlo en inglés, para recibir por respuesta casi un monosílabo (esto es: Casi sin mirarme, el camarero respondió a toda leche “upstairs”). Cuando, a la vuelta, me preguntaron el belga y el italiano, si había encontrado el cuarto de baño (supongo que para saber si podrían pedirse un caldo y no quedar espiritualmente unidos a mí) les respondí que lo pregunté en francés con un pardón, le toilette? (sonó como pagdón, le´tualé?) La mirada que me dedicaron me recordó a una película... cuando cierto inspector de hacienda, fan del Olympique de Marsella, pregunta a dos de los protagonistas por qué obligaban al señor Pignon a ensayar varias veces como si fuera idiota. 

 

Para un anuncio: Viajar a Bélgica a ver a Nick Cave (pasajes + entradas) en torno a los 300€, gastos en comida, souvenirs, y cerveza, otros 300. Ver a Baby (búlgara) hablar en inglés con acento español, en torno a los dos meses de risas. Comprobar atónito que lo hace sin querer, no tiene precio.

 Para los que digan que los inmigrantes no pueden integrarse.

JODER, QUÉ LLEGADA

JODER, QUÉ LLEGADA

Perdidos en el “Belgaeropuerto”

 

De acuerdo. Nos teníamos que encontrar con dos personas diferentes. Para empezar, uno era imposible de distinguir del resto de la población blanca... a ése le llamaremos “búlgaro standard”. Al otro le habíamos visto en foto a través del Messenger, ese instrumento de comunicación que permite que cualquiera ponga una foto que no es suya y, a la hora de quedar, se eche unas risas viendo a una pareja perdida en un aeropuerto que no está en su ciudad ni en su país. Bueno, al menos teníamos la maleta... lo que significa que portábamos ropa, útiles de aseo, vino, chorizo (otra vez se me aparecía la imagen de Don Paco) y por alguna razón unas castañuelas... cosas de Baby.

 

Pasada una hora, le sugerí a Baby que escribiese el nombre del belga y el del búlgaro standard en un papel y que se diese una vuelta por el aeropuerto... luego me dio por pensar que ella me abandonaría allí y se fugaría con el belga (o con el búlgaro) pero mantuve mi fe en la pareja amada... además yo me quedaría con la maleta (lo que significa vino, chorizo, tangas... y las putas castañuelas). Me veía alimentándome de creppes y cerveza durante cuatro días (una especie de Tom Hanks a lo belga) hasta que saliese mi vuelo de regreso a la España de los valores eternos... también podía haber echado mano del vino y el chorizo... y como último extremo podría haber intercambiado con un belga los tangas de Baby o las typical and autenticall spanish castañuelas por bocatas.

 

Pasado un tiempecillo, apareció Baby junto a un tipo de aspecto belga que llevaba un cartel en el que ponía Baby et Golfo. El primer análisis visual mostraba la posibilidad de que se tratase de un buenazo (de los que no paran de disculparse cando llegan tarde)... todo un Murci a lo belga. Pero como en Bélgica no te puedes fiar... bueno, el tiempo me demostraría que sí... ¿Yo qué sé? Era la primera vez que pisaba el pequeño país en el corazón de Europa (de lo que deduzco que Luxemburgo es un país mucho más pequeño en el ventrículo derecho) El chico nos explicó que no podía llevar pasajeros debido a que tenía el carnet de conducir pero estaba en prácticas. Ahí fue cuando se ofreció a coger nuestro equipaje y explicarnos cómo llegar a un punto intermedio donde nos recogería... vamos, como Half Life pero en belga.

 

Nos explicó diez veces (en francés, alemán, flamenco e inglés) qué trenes teníamos que coger, pilló la maleta (lo que significa que tenía el vino, el chorizo y las puñeteras castañuelas) y desapareció. Sigo creyendo que no soy raro por desconfiar de la situación, teniendo en cuenta que no estaba en mi ciudad, no estaba en mi país, no hablaba correctamente ningún idioma oficial de allí y era la primera vez que veía a ese tipo. Una vez más, el tiempo me haría tragar mis palabras.

 Plantando la pica en Flandes 

 

No sé qué me ocurre cuando salgo de casa, pero debo tener una especie de aura que atrae a los forasteros: ¡Todo el mundo me pregunta direcciones! Me ocurrió en Bulgaria, me ocurrió en Gibraltar y ahora me ocurría en Bélgica. No paro de mirar a mi espalda por si me han colgado un cartelito de los que dicen: Pregúnteme, lo sé todo. El caso es que, tras enlazar el tren que venía del aeropuerto en Brusseles Nord, con otro, llegamos a Ottignies, a la que todo el mundo llamaba Otiní, y que yo me empeñé en denominar (como buen español) Otiñí. Y ¡Oh Dios mío! ¡El belga estaba allí esperándonos! ¡Con la maleta! ¡Con el vino, el chorizo y las castañuelas de los cojones!

 

Resultó que JL no vivía exactamente en Otignies, sino en Court St. Etienne, donde había campo, animalitos, agrestes vecinos y un montón de carteles con caras de tipos (algunos de ellos bastante siniestros). Resultó que había elecciones municipales, y que existía cierto canguelo ante la posibilidad de un buen resultado para la extrema derecha flamenca... (Buen resultado para los flamencos de extrema derecha, claro) Visto lo visto, el belga vivía muy bien: Era profesor de inglés en una universidad cercana, tenía su jardincito para barbacoas, una casa de tres pisos en el campo, dos gatos castrados, una araña-mascota (con crucecita blanca en el abdomen y todo) y un cobertizo lleno de cerveza. Lo que algunos llamamos el perfecto retiro.

 Cenamos una quiche (una especie de tortilla) regada con abundantes cervezas... afrutadas, fuertecillas, rubias, negras, tostadas... como la casa de Playboy pero con alcohol. Lo único raro fue descubrir que había una cerveza más fuerte que la Charles Quint (Carlos V... emperador nuestro y tal) lo sorprendente e indignante es que se llamase Bush.