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HAVE A GREY DAY

HAVE A GREY DAY

Glorioso tercer día

 

Nos despertamos el gran día (el del concierto de Nick Cave) con la sana intención de pasear solitos por Bruselas... sin traductor... sin guía... sin un rayo de sol que atravesase la espesa capa de nubes que cubre el corazón de Europa y que motiva el que debería ser típico saludo belga: have a grey day.

 

Vimos un poquito más de lo que ya nos había enseñado el bueno de J.L., la Comisión Europea, el Parlamento Belga, el Palacio Real... como ya habíamos pisado lugares para turistas, como el Parque “Little Europe” (creo que se llamaba así) en el que se recreaban las granes maravillas arquitectónicas de la Unión en unas maquetas de gran tamaño, decidimos rondar por la capital. Nada como salir a la superficie desde la estación Brussels Central y encontrarte con un cartel que pone Chichi´s. En realidad era un restaurante mejicano, no penséis mal, pero la primera impresión fue que nos habíamos bajado en Amsterdam Central, y la imagen de Paco Martínez Soria (con boina y todo) ya era un tatuaje indeleble en mi mente.

 

¿Más rarezas? Pues los alrededores de la Grand Place están rodeados de tascas. La noche anterior habíamos cenado por allí los típicos mejillones con patatas, por lo que nos pareció un sitio idóneo... hasta que comprobamos que cada calle debía estar dedicada a una nacionalidad... y unas cuantas más a los restaurantes griegos. Nos acercamos a las inmediaciones del Hotel Amigo, más que nada porque sonaba a español, y allí, en una terracita encantadora, nos pedimos unos cafés para, de nuevo, ser sorprendidos por El Camarero Más Raro del Mundo:

 -         An cofé, si-vu-plé

-         ¿Un café?

-         ¿Hablas español?

-         No, griego

 

Sólo una vez me quedé más pasmado. En un bar de copas del centro de Madrid me encontré un portero canario. Al oír su acento le pregunté si era canario y me respondió “No, de Noruega si te parece”.

 Compras de algún que otro souvenir, cervezas y “fritteries” varias, y un español casi debajo de cada piedra, amenizaron la mañana de paseos bruselenses hasta que, llegando al mediodía, volvimos a Ottignies para encontrarnos con nuestro guía y anfitrión, que se iba a llevar a un colega al concierto a cambio de que condujera él. ¿He dicho que el concierto era en Amberes? ¿Y que eso estaba al otro extremo del país desde nuestra posición? ¿He dicho que Bélgica no es precisamente un país grande? Pues ya me explicaréis cómo se puede liar tanto la cosa en tan poco tiempo.   

En los relatos de ciencia ficción no es raro, si no se dispone de una tecnología que permita viajar realmente más rápido que la luz, que los protagonistas sean inducidos a un “hipersueño” para no aburrirse durante el viaje (imaginad un Gran Hermano que durase 150 años) Pues bien, Amberes está a un par de horas de Bruselas... y yo me quedé sopa durante el viaje.

 

Me desperté para ver esa ciudad de los diamantes (ya conozco el chiste... no hay ninguno en el suelo) esa ciudad donde ocurre la trama de la serie Matriosky (para mí era la primera noticia de ello... la situaba en algún lugar de Europa Central) y nada más bajar del coche Oh shit! Manchurrón de aceite marcando el camino de regreso. Le hice una pequeña coña al colega francés, como si la probase para luego decir “hmmm fresh!” pero un par de explicaciones sobre que el suelo de ese aparcamiento no era poroso me dieron a entender que no lo pilló.

 

Era la primera vez que veía a Nick Cave en directo, y tengo que decir que me encantó. Puede que no tanto como a Baby o J.L., que son incondicionales suyos, pero sí que me divertí. Además, ver un concierto sentado en una butaca, con un artista que hace participar al público, que dialoga entre canción y canción... y esas pintas (ya lo dijo alguien de El País acerca de su concierto en el pasado festival de Benicassim) de enterrador arrepentido, hicieron de esta una experiencia gloriosa.

 

(La fuente de esta imagen es: https://mecagoenmivida.blogia.com/upload/externo-c90a7fa2f353931f645fe54d9e083861.jpg)

 

Hubo tres momentos especialmente divertidos: Primero el preguntó qué canción queríamos, alguien gritó Happy birthday, Nick! (su cumpleaños había sido el anterior fin de semana) y sus músicos acompañantes empezaron a tocar “Cumpleaños Feliz”.

Más adelante, preguntó si estábamos todos tan callados por respeto o por aburrimiento, alguien de entre el público respondió que porque eran belgas, a lo que Nick Cave se giró y respondió un sonoro Fuck You!

Eso sí, el momento glorioso “Bad Nikky” de la noche ocurrió durante los bises: El buen hombre pidió cierta colaboración del público para cantar “The Lyre of Orpheus” (la parte de “Oh Mamma” en particular). Su explicación fue cojonuda, ahí va una traducción aproximada:

 

 Vais a cantar conmigo, cuando yo diga Oh Mamma, responderéis Oh Mamma... Pero no cantéis cuando yo canto, cantáis después... es como una especie de diálogo... los negros lo hacen”.  

 

Tras la ceremonial compra de pósters y camisetas, volvimos al aparcamiento, en donde J.L había quedado con los conductores de un camión-grúa que nos iban a llevar a ¡Ottignies!

 Para más aclaraciones, exigid que Baby se siente al ordenador para otra cosa que no sea jugar al Buscaminas.

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