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Me Cago En Mi Vida

SKELETORS: DEFENSA PERSONAL (II)

SKELETORS: DEFENSA PERSONAL (II)  

Si lo del punky fue un despropósito, lo del día siguiente fue mejor aun. Dispuesto a resarcirme y a pasarlo bien (HD... te veo venir) preferí, en esta ocasión, elegir un compañero de mi tamaño... de mi peso... y de los que dicen tener cincuenta años, aunque probablemente hizo la mili con lanza.

"Golpeando a un abuelo"

El Güelo (Cangrejo se hacía llamar) es un gallego afincado por razones de trabajo en Mallorca que, por alguna razón, ha preferido seguratear a dar de comer a las palomas en un parque. Mil perdones si me paso (de hecho nunca vi a un bizco disparar tan bien) pero lo de este veterano de la Guerra de Cuba sí que fue una experiencia inolvidable. Para empezar, lo de llevar kilo y medio de acero colgando de la cintura cuando se hace ejercicio es todo un reto. Sobretodo si caes con el costado equivocado. Pero tener que correr cargando a un señor cuyas cañerías debían ser de plomo sobre la chepa (nunca creí que un tipo tan pequeño pesase tanto... debe ser por fumar Ducados Negro) Encima, cuando por falta de pareja se nos une un tercer compañero ciclópeamente grande (apodado este como Papi... supongo que por sus más de cien kilos) y hay que cargar con él, no puedo más que escuchar cómo cruje mi espalda al ritmo de el triunfo de la voluntad.

El Güelo había practicado Judo (y supongo que lo practicó con Jigoro Kano) y cada dos por tres estaba intentando tirar a la gente al suelo con la misma proyección (O Goshi diría...) Cuando no podía, se ponía a jugar al palmas calientes... decía ser un genio.

"Sólo Julio César sabe cuánto duele"

Creo que hubo quien se tomó a mal mi abuso. Una práctica de protección contra cuchillos y amenazas punzantes es una cosa muy seria, y cuando te mandan que traigas una camiseta vieja porque la práctica es con marcadores y vas a acabar manchado, lo peor que te puede ocurrir es salir limpio de la sesión. Para colmo de males, mi anciano compañero acabó como si tuviese varicela. Lleno de puntos rojos. No solo en el frontal de su camiseta, también por la espalda, los costados, la cara, el cuello, cortes en los brazos y manos... (Sí... puede que dispare mal pero apuñalando ancianos soy un hacha) En ese momento, cuando se hace el silencio, es cuando sólo se me ocurre gritar ¡QUÉ VERGÜENZA! ¡SI LO LLEGO A SABER ME TRAIGO LA ROPA DE LOS DOMINGOS! En ese momento todo se oscureció.

Es una horrible experiencia eso de ser apuñalado por diecisiete tipos enormes y una señorita inspectora. ¡Mas el Instructor! ¡Ese hijoputa se apuntó a la fiesta por duplicado! ¡Apuñalaba a dos manos! Ante tan dantesco espectáculo Sólo faltaba que se nos uniesen las dos recepcionistas rodillo en mano... ¡Y los mensajeros que por allí transitaban! ¡No vaya a llevar un paquete a Prosegur sin su brocha gorda y su cubo de pintura roja! ¡PINTEMOS A GOLFO DE ROJOOOOOOO!

"Si quien te quiere te hará daño, quien te protege..."

Se podría decir que el señor Cangrejo pertenece a la vieja escuela. Es más, diría que tiene la misma edad que la vieja escuela. Es de esos Skeletors convencidos de que la frase, "en ocasiones hay que hacer daño al protegido para salvarle" (poniendo por caso darle una patada en la corva para que se agache), significa "el protegido está ahí para que le hagas daño. Por eso paga. ¡Que se joda!"

Los sucesos de la práctica de evacuación de personas merecen por tanto entrar en los anales (y tan anales) de la Historia de los servicios de protección.

De hecho la práctica de evacuación de protegidos fue tremenda. Mil moretones me llevé en la frente cuando el señor me giraba, me inclinaba y luego me empujaba fuera del tatami (no... nada que ver con el sexo... aunque...) Luego me vengué.

Al grito de Go! Go! Go! Empujaba al pobrecillo senior por todo el Prosegimnasio ante las risas de instructores y compañeros. Al girarle, evidentemente, la Star de 9mm impactaba contra su cráneo regalándonos sonidos inimaginables para quienes no hayan visto nunca en vivo el impacto del frío acero contra material orgánico. Evidentemente, me coreaban cuando le empujaba, el pobrecillo doblado sobre sí mismo, con gritos de ¡Tíratelo! ¡Tiene la altura perfecta! ¡La araña ha atrapado a otra mosca!

"Tiro al mensajero"

Las prácticas para el desenfundado rápido son cosa aparte. Media hora apuntando y probando posiciones de tiro en formación (cuando tocaba apuntar al enorme cristal que permite ver la recepción del Prosebúnker no logro pensar en otra cosa que en jugar al tiro al mensajero... más que nada porque me daba muy mal rollo apuntar a la nuca del compi que tenía delante) Apartando la chaqueta con rápidos movimientos de pulgar, y retrasando un pie para lograr mayor estabilidad.

La cosa iba de apuntar a donde te gritaba de repente el instructor... ¡Arma a las doce! Hacia delante... ¡Arma a las tres! A la derecha. Se suponía que había que recoger el brazo del arma antes de cambiar de posición y, claro... no podemos estar en todo. El resultado fue como lo de apuntar hacia el ascensor en ese episodio de Dilbert en el que se convierte en Vigilante de Seguridad por un día.

¡Arma a las doce!

¡Arma a las seis!

¡Clock! ¡Clock! ¡Clock! ¡Clock! Clock! ¡Clock! ¡Clock! ¡Clock! Clock!

 ¡Clock! ¡Clock! Clock! ¡Clock! ¡Clock! ¡Clock! Clock! ¡Clock!

Tuvimos que dar un descanso al señor Instructor hasta que paró de reírse. Y es que hay pocas situaciones tan cómicas como la de ver, en una formación en línea de dieciocho tipos armados, cómo diecisiete armas impactan contra diecisiete cabezas.

Sobra decir que ni me libré ni libré a nadie.

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