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Me Cago En Mi Vida

EL PROCEDIMIENTO OPERATIVO DEL PROTOCOLO DE SEGURIDAD

EL PROCEDIMIENTO OPERATIVO DEL PROTOCOLO DE SEGURIDAD

 

Cuando se trabaja como vigilante de seguridad en edificios de oficinas hay dos objetivos fundamentales a cumplir en cada jornada laboral. Bueno, en realidad hay tres (siempre es importante que el edificio no arda y todo eso) pero en la rutina diaria, la clave fundamental para ser un feliz segurata se resume en:

 

a)      No aburrirse

b)      Que no te jodan el día

 

Creo haber desarrollado un procedimiento para que ambos objetivos se cumplan en una sola frase. Mil gracias a Scott Adams por inspirarme para crear este proceso a través de sus libros de Dilbert.

 

La clave es la comunicación interpersonal, la expresión oral... básicamente abrir la boca y emitir sonidos coherentes en un idioma parecido al que entiende el interlocutor. Para construir una única frase que nos permita reírnos y, al tiempo, conseguir que el interlocutor deje de jorobarnos (digamos un empleado sin autorización para acceder o un electricista o albañil de los que se ponen chulos) es utilizar cuatro palabras de impacto comunicacional, desde la perspectiva de que somos operativos de seguridad, uniformados, tomados por vagos sin remedio y todas las coñas sobre que somos policías frustrados; cuatro ideas fuerza que, sólo en apariencia, llenarán de contenido nuestra emisión sonora. Las cuatro palabras son:

 

PROCEDIMIENTO, PROTOCOLO, OPERATIVO y SEGURIDAD.

 

Pongo un ejemplo: Señora, nosotros nos limitamos a ejecutar un procedimiento operativo de nuestros protocolos de seguridad”.

 

Suena importante ¿No? En realidad estamos diciendo que “Sólo estamos haciendo nuestro puto trabajo, maruja de mierda” pero de una manera fría, eficiente y muy-muy empresarial. Lo he probado este fin de semana pasado, y puedo presumir de que ha sido todo un éxito. La primera cobaya era una chica que tenía que acceder a su oficina para finalizar y enviar un trabajo importantísimo para su empresa. Por alguna razón su empresa no había caído en que se trataba de un día festivo y, por ello, ella –dado su acceso restringido- necesitaba una autorización especial, por escrito y por adelantado. De nada le sirvió llamar a su jefe y pasarme el teléfono. Yo estaba dispuesto a ser un hijo de puta muy fino.

 

Se quedó congelada. Probablemente porque lo que le decía el segurata que tenía en frente le sonaba a los disclaimer que se adjuntan automáticamente a todos los correos electrónicos que se envían desde las cuentas de correo de su empresa.

 

Lo más divertido es que trabajo en una instalación donde la operativa (las órdenes y procedimientos de actuación para el personal de seguridad) es... digamos... consuetudinaria. Vamos que está basada en la costumbre. Es decir, que mis jefes son tan vagos que han sido incapaces de poner por escrito nuestras funciones. Por lo tanto, estaría aplicando los procedimientos operativos inexistentes de unos protocolos de seguridad ficticios.

 

Eso sí (espero) Ella nunca lo sabrá.

 

La segunda prueba fue con un grupo de electricistas con la cara muy dura. Querían que desconectásemos el aire acondicionado del edificio para no sé qué empates de no sé cuanto, y evitar así el retorno. No hablo la lengua electricista, pero me di cuenta en seguida de que ese cabrón con FP estaba utilizando conmigo mi técnica pendiente de patente. Además, me informó un operario de mantenimiento, cortar el aire fresquito supondría algo más que calor. Tendríamos que entrar una por una a todas las oficinas para reconectar los sistemas de refrigeración de los servidores. Un curro tremendo. Sobretodo por tener que localizar al contacto de cada empresa para pedirle permiso para entrar por una obra que ellos no habían encargado.

 

Este caso era más difícil. Sobretodo porque cuando solté que “Tengo que cumplir con los procedimientos operativos que se desprenden de mi protocolo de seguridad” esa panda de Johnny Chispas no sabían de qué coño hablaba. Casi tanto como cuando ellos me hablaban de retornos y empalmes. Este diálogo de besugos casi acaba en empate hasta que el Johnny Chispas principal decidió ponerse chulo:

 

-         Pueeee... Ví a tené que hablá con er señó de Lampresa, poque va ha habé que alargá la obra.

 

Nunca os pongáis chulos con un segurata. Nos pagan por ser aun más chulos.

 

Le respondí a mr. Chispas que, si era necesario, le explicaría al señor (nombre omitido) responsable de subcontratas de “Lampresa”, cuál era el problema. Que “Lampresa” es muy importante para nosotros. Pero que lo es tanto como “el resto de lampresas presentes en este edificio”. Y que si hacía falta, se lo explicaría también al señor (nombre aun más importante también omitido) que resultaba ser el jefe del señor (nombre omitido).

Esa es la ventaja del segurata veterano frente al electricista subcontratado: El segurata veterano tiene una lista de empleados de cada “lampresa” y puede aprenderse los nombres (omitidos) de los jefazos de dichas “lampresas” para situaciones de emergencia como ésta.

 

- Esto ha sido un homenaje a los e-mails que Scott Adams incluye en sus libros de Dilbert. Correos que recibe de empleados que cuentan sus vivencias en el estúpido mundo de las corporaciones.-

 

Cuando los electricistas acabaron de digerir lo que les había dicho (y digerir no significa entender) empezaron a cagarse en lo más sagrado de la civilización occidental, en particular, y del sector de la seguridad privada, en particular, ante lo que me ví obligado a activar EL PLAN OMEGA.

 

El PLAN OMEGA (también conocido como Plan Patxi fuera de la Comunidad Autónoma Vasca) consiste en aprovechar todos los tópicos que estos electricistas (y también vale para los trabajadores de cuello blanco) pudieran  haber visto (o percibido de manera subliminal) en los informativos de televisión que ponen después de Los Simpson. Digo lo de subliminal porque, supongo, los perciben después de una copiosa comida casera (de esas que ya quisiera catar yo a diario) entre el chupito de orujo de hierbas y la siesta.

 

(Sí. Les tengo envidia)

 

Para ejecutar el PLAN OMEGA, por ejemplo cuando una cuadrilla como la descrita se está cagando en todo, hay que apoyarse en el mostrador, mirar hacia abajo con aire cansado (mejor cansado y perdiendo la paciencia) y decir, ni muy alto ni demasiado bajo:

 

-         Joder, esto en Euskadi no pasa.

 

Funcionó. Lo juro. Esa cuadrilla de electricistas subió a trabajar (con el aire puesto) antes de que mi ficticio estrés de combate hiciese volver a mi memoria las imágenes de lucha en los arrozales de Eibar (¿?).

 

Espero que mi loado lector sepa disculpar los topicazos (que tenemos que utilizar demasiadas veces) y esta entrada del tipo “Qué grande soy”.

1 comentario

Anónimo -

colocarte un 10 en combate cuerpo a cuerpo compañero