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Me Cago En Mi Vida

MINIYO

MINIYO

Como miembro de la comunidad de la seguridad privada, y de una empresa multinacional que lleva la ley y el orden allá donde pisa (o por lo menos en Madrid lo aparenta) he de sentirme parte de lo que el departamento comercial ha dado en llamar La Seguridad del Siglo XXI, o también La Seguridad Inteligente.

 

Teniendo en cuenta que ésta es una empresa capaz de contratar a Murci, sobran los chistes. Como dijo aquel Coronel francés, “Si tiene que haber chistes nos da igual”. Sin embargo, he de dejar claro mi esfuerzo personal por lograr un buen ambiente de trabajo y ganarme la confianza y la colaboración de todos, no sólo la de mis compañeras y compañeros, sino también la del personal de contratas de los honorabilísimos dueños de la empresa-cliente. Vamos, que ya tengo excusa para hacer gilipolleces.

 

¿Y por qué es necesaria la seguridad? Se dirá entre bostezos el lector (si es que sigue leyendo) ¡Pues porque se tienen enemigos! ¿Y cuál es el enemigo de la seguridad inteligente? ¿Acaso las limpiadoras temporales que vienen a hacer una sustitución? ¿Los Mensajeitors que no se quieren quitar el casco dentro del edificio? ¿Quizá los borrachos que se nos cuelan cada noche por las salidas de emergencia o los propietarios de vehículos que nos gritan porque el parking es muy caro? Léalo varias veces para que le quede muy claro:

 NO 

¿Serán mi enemigo los rusos? ¿Los yankees? ¿Los punkies? ¿Los hippies?

 Repita de nuevo el ejercicio anterior:

 NO 

 

Como supersegurata del siglo XXI mi único enemigo es el aburrimiento. He de escribir más sobre esto, pero tan sólo anticiparle, Oh loado lector, que éste trabajo es una forma muy sutil de estafa. Tan sutil que no me queda claro a quién estamos estafando, pero téngalo claro: Lo es.

 

Para lograr un bien ambiente de trabajo, ganarme la confianza del personal, y ganar un café gratis, desarrollé una compleja estrategia de juego comunicacional que he dado en llamar:

 

EL BUCLE DE MINIYO

 

Todo empezó en un anodino turno de noche en el que noté a la Rotenmeyer algo pachucha. No había parado de hablar con otra compañera de relaciones personales y demás temas deprimentes que encantan a las mujeres porque les hacen sentir mal. ¡En serio! ¡Creo que hay un tipo de mujeres que gozan de su sufrimiento emocional! ¡Y también se da en hombres! Sólo que nosotros no solemos hablar de ello para que no nos tachen de mariquitas.

 El caso es que Supergolfo, siempre al rescate, decide alegrarle la noche a la Rotenmeyer, pero no encuentra cómo hasta que llega un empleado de la limpieza (un pedazo de freak con el pelo al cepillo) y se pone a hablar de los documentales que ha visto en la tele. No carguéis contra él, el chico es así y hay que quererle, pero el disparo de salida, la señal de fuego, llegó cuando el chico empezó a relatar un documental sobre Boys que (por alguna sospichosa razón –lo he escrito así a drede-) había visto en la tele. Eso le llevó a hablar de los tópicos sobre el tamaño de los penes de raza negra. El pene para arriba, el pene para abajo, toda la santa noche con el pene en la boca (...ya me entendéis...). Llegado el momento, encaré al limpia y le pregunté ¿Tú no serás de esos que le ponen nombre a la polla verdad? 

 

El chico, ruborizado, lo negó una y otra vez, sintiéndose arrinconado por el Mohamed Alí de las preguntas inquisitoriales, mientras Rotenmeyer empezaba a partirse el pecho de risa, hasta que, al no poder más, lanzó un derechazo dialéctico en lo que creyó que eran mis napias: ¿Qué pasa? ¿Es que tú sí le has puesto nombre a la tuya?

 

En ese momento, alguna forma de vida superior tomó el mando de mi cerebro, mis labios se movieron, el aire pasó a través de mi garganta y una frase inundó la recepción de ese edificio de oficinas de la alegría:

 “Sí, lo llamo MINIYO” 

 

Rotenmeyer se cayó de la silla en medio de un ataque de risa. Durante toda la noche, el pedazo de cabrón del limpia no paró de llamarme por la emisora: ¿Me recibes Miniyo? Iba a irme de vacaciones, y resulta que ya había creado un jugoso trapo sucio del que se iba a hablar durante décadas. Seguro que al volver todas las bellas azafatas me saludarían sonriendo: Hola, Miniyo. Me imaginaba a Rotenmeyer difundiendo el rumor: Compañero, ¿Sabes cómo se llama el pene de Golfo? Me imaginaba la primera respuesta de todos los compañeros: ¿Y tú cómo te has enterado? ¿Acaso lo lleva tatuado en el prepucio, cerdilla?

 

La bola de nieve ya estaba formada, rodando y, para colmo de males, había tomado una pendiente cuesta abajo. Así que sólo quedaba una cosa por hacer. Cuando llegó el Jefe de Equipo, me iba a preguntar si había pasado algo por la noche, y yo le corté:

 Te apuesto un café a que las azafatas van a pasar dos semanas hablando sobre mi polla.

4 comentarios

Golfo -

Pregúntale a ella

aberracion -

Sólo? Pobre Baby... espero que tengas otras cualidades para complacerla...

Golfo Mandingo -

Más o menos como un niño de cinco años... metro con veinte más o menos.

aberracion -

Casi me parto de la risa!!! Solo se te ocurre a ti!! Y Miniyo??? Tan pequeña es??