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Me Cago En Mi Vida

DESCUBRIENDO NUESTRO LADO FEMENINO (El sofá y yo)

DESCUBRIENDO NUESTRO LADO FEMENINO (El sofá y yo)

Hay cosas importantes en la vida de un hombre. Descubrir que también eres sensible, gozar con la belleza de las cosas más sencillas, aprender a decir te quiero... cabe reconocer que todos tenemos que reencontrarnos, aunque sea en privado con nuestro lado femenino. Esto no quiere decir que tengamos que empezar a vestir mejor, a bailar bien y a mejorar la relación con nuestras madres... tópicos a parte, llevar a cuestas todos los días la imagen de Yo, Pedazo de machote, puede llegar a cansar y tal, pero si algo puedo llegar a pedir es que, cuando menos, no sea algo traumático. Por lo menos no echaré de menos mi dolor de espalda.

 

Martes, 20 de junio. Estoy a punto de sentarme en el sofá, con Baby y Gurú, para una sesión de House. Nada de chorreces bakalas, de tunning o de cortes de pelo tipo cenicero: Me refiero a la serie del médico con mala hostia. Dejo caer grácilmente mi culo sobre el asiento cuando...

 

¡GÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑYAAAAAARGGGGH!

 

No. No me senté encima del Gurú, panda de malpensados. Sin embargo algo duro, cilíndrico y, posiblemente, de metal se incrusta JUSTO entre mis nalgas, ocasionando una sensación de angustia jamás descrita en los manuales del buen comportamiento viril. Ahí estaba ese cabrón. Casi sonriendo, con los brazos como abiertos... casi tirado en el suelo, como hartándose a reír, mientras Baby y el Gurú observaban mi rostro boquiabierto con cara de pasmo. Con los ojos como platos... qué coño, como si fuesen un par de chernes debajo del mar a la espera de morder un anzuelo aderezado con la cola de una gamba.

 

No es del todo recomendable hablar de colas, gambas y caras de pasmo cuando se describe la horrible sensación de ser follado por un sofá. No en un sofá, sino por el jodido sofá, por ese mueble de salón que, probablemente, Félix sacó de los calabozos de alguna comisaría de munipas en la que estuvo destinado.  La utilización del sofá como herramienta de extracción de información, aun sin ser reconocido como instrumento de tortura por las Convenciones de Ginebra, no es complicada. No hay que liarse con el curare, ni con electrodos o bolsas de plástico... no penséis en sumergir la cabeza del detenido en agua helada para simular la asfixia ni comerse el coco con la privación de sueño... ni en Abu Graib se les habría ocurrido lo siguiente:

 -         Son necesarios: Una tele, una mesita, cervezas, algo de picar y, evidentemente, el hijoputa del sodomisofá

-         Se deja al reo sólo, se le da el mando a distancia de la tele (imprescindible que tenga pilas) y se marcha uno media horita a proteger y servir por ahí.

-         A los quince minutos, el preso tiene tal dolor de espalda (o de culo) que acaba firmando que mató incluso a Kennedy, aportando a la línea de investigación datos desconocidos para el FBI.

 

Si, con el tiempo, el sujeto del experimento llega a tomar tal grado de confianza con el sofá que logra adaptar su columna vertebral a las barras rígidas del mismo, acabará haciendo lo que un servidor: Caída libre sobre la parte más dura, rígida e inamovible de la estructura del asiento. De ahí a la penetración indignante, y a un nuevo mundo de sensibilidad y gusto por el arte moderno sólo hay un paso.

 

De acuerdo, nadie me obligaba a sentarme en el puto sofá. Podría haber elegido cualquier otro asiento, incluso el puñetero suelo. Sólo os juro que no buscaba placer, ni experimentar. Se trataba de sentarme a ver la tele como todo hijo de vecina. Empezaban los Guiñoles y ¡Coño! ¿Por qué no posar mi trasero sobre este potro de tortura de skay?

 Tengo que vengarme. Buscar algo lo suficientemente retorcido, más allá de lo de liarme a hachazos, para dar una lección a ese cabrón que tan mal me lo ha hecho pasar. No es más que un sofá, no te enfades, me decía Baby. ¡Claro! ¿Crees que esto que me ha ocurrido ha sido una coincidencia? ¿Crees que voy a cojear durante una semana sin poder sentarme y no voy a buscar venganza? Sólo el pequeño cabrón lo echará de menos... al fin y al cabo él es lo suficientemente pequeño y ligero como para que el sofá no lo considere una amenaza. Por lo demás... alguna represalia se me tiene que ocurrir: Burtal, medieval... irónica.

7 comentarios

Golfo (Esteeee...) -

Encima que cuento nua experiencia traumática, íntima y reveladora y me vienes con detalles musicales... ¡ME CAGO EN MI VIDAAAAAAA!

Golfo -

Calla, cabeza de cenicero. Yo soy el Doctor del House, el amo del Speed Garage, y el puto Johny Tecno-ska cuando es necesario. Incluso tuve mi época de Drum´n bass (¿se escribía así?), de Jungle y de ese experimento que fue el Technopunk.

Eso sí: Larga vida al Rock and Roll de siempre

Tranca-Man -

"...una sesión de House. Nada de chorreces bakalas, de tunning o de cortes de pelo tipo cenicero..." --> Joder, se nota que tu mucho House no has escuchado, no?

Golfo -

Ya sabes que la opinión es como el culo, cada cual tiene uno. Es posible que el culo del Gurú y el tuyo difieran en cuanto a si se trataba de muelles o un defecto de fábrica. Mi opinión se limitará mientras mi culo no se siente en esas sillas, pero aún así, lo que queda claro es que todos hemos sido follados una vez en la vida por el mobiliario del hogar. ¿IKEA? ¿PRIVATE? ¿Cuál es la diferencia?

El abuelo -

Pues no era un muelle suelto, no me preguntes por qué, perolas sillas eran así desde que las compraron (eso me dijo el dueño).

Golfo -

Es EXACTAMENTE la misma anécdota que me contó Gurú mientras cojeaba hacia el baño con las piernas muy abiertas. Era un muelle suelto ¿no?.

Yo ando entre el hemoal y lo de cambiar mi fondo de armario, dar clases de baile, leer poesía y llamar a mi madre más a menudo.

El abuelo -

Esto me recuerda las sillas de un amigo del Gurú y mio llamado Franky (A.K.A. Puta Pelirroja). Un día estamos en su casa y nos sentamos en las sillas de su salon, frente a la mesa. La experiencia de acomodarse fue única, ya que todos al unísono sentimos como se perforarban las hemorroides, mientras "La Puta Pelirroja", estaba sentado en el sofa. Al vernos las caras raras que poníamos, va y dice "uy, no os había hablado de las sillas" y se empieza a descojonar. Ese día no lo matamos de pura chiripa.

Bueno Golfo, ya conoces el remedio, un poco de hemoal y cambio de sofá.