SUPERADO
Dicen que la veteranía es un grado, y debe ser cierto, porque mis seis meses ya cumplidos no son nada frente a los casi diez años de profesión de Mauricio. Con seis meses de experiencia (si consideramos como experiencia estar sentado, contar baldosas y darme un rule de vez en cuando) me sentía tan seguro de mí mismo que comenté con Mauricio mi pequeño secreto: El modo de desahogarme visitando los sanitarios de los VIP. Una idea que debió gustarle, porque, dados sus años de experiencia en el sector, no podía permitir que un pipiolo le superase.
Lo comprobé al hacer la primera ronda ese día: Un ruido de agua llenando una cisterna en uno de los pisos más altos, la certeza (léase comprobación audiovisual y olfativa) de que el baño de los jefes no ha sido utilizado en días... y la sorpresa (aderezada por escatológicas raspas) de que la incidencia ocurrió en el cuarto de baño de las ejecutivas y secretarias. Sí, la experiencia es un grado. Y cuando eres un veterano ningún novato te va a superar jamás. En nada.
Para más INRI, Mauricio no habría podido irse sin despedirse, sin dejar pistas sobre lo ocurrido... mejor dicho, no podía irse sin despederse. Aquella garita olía a todo menos a victoria (dichosa comida de régimen rica en fibra...) Era una situación tan inspiradora que, tras ventilar el cubículo del vigilante cogí papel y bolígrafo y compuse algo parecido a La Canción del Pirata (en realidad a años luz de la misma):
Con sus cien kilos el menda
Vientos de popa apagan velas
Apesta a todo quien lo huela
Con sonido a trompetín.
Trueno trasero resuena
Haciendo retumbar la puerta
Envolviendo la garita
En su apestosa neblina
¡Vaya cuesco, compañero,
que ni el Airwick amortigua!
¡Tú! ¡Mauricio el pedorrero!
¡Que me haces más jodido el día!
Oh, insensible vigilante
Que corriendo te vas el primero
Nunca te irás galopante
Sin “despedirte[1]” de tu compañero
[1] Léase “despederte” si se prefiere
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