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Me Cago En Mi Vida

Gerentes

Gerentes

Mi primer contacto con un ser humano con todas sus facultades mentales en regla fue con el Gerente, Don Daniel Gil; hombre hecho a sí mismo, como me contaría más tarde, estandarte de la razón, la gestión y muy buen amigo. Dani me hizo la entrevista de selección de personal menos de una semana después de haber dejado a Pluvia (maldito sea su nombre… incluso su nombre real que aquí no menciono) mi solicitud de empleo. Fue muy divertido, porque en las entrevistas de trabajo lo más conveniente es mentir aun más de lo que se miente en las solicitudes de empleo. Evidentemente dije que no estaba trabajando, que mi nivel de inglés era muy fluido, que tenía un nivel usuario de la informática (¡FALSO! Apenas escritos dos capítulos de este libro casi los pierdo por culpa de los estúpidos inventos de Billy Gates), , conocimientos mecánicos y técnicos sobre ordenadores, experta preparación para el, manejo de freidoras eléctricas y microondas (sí, tengo uno ¿y que?), cinturón negro en Jiu Jitsu (jamás pasé del verde… y eso desde que tenía doce años) y poderes mentales capaces de freír el cerebro de un enemigo a cierta distancia. Vamos, que era el Caballero Jedi que busca todo gerente de restaurantes de comida rápida para vencer en la eterna lucha contra el mal… y bueno, como ya he dicho, este trabajo puede hacerlo hasta un simio amaestrado, por lo que era improbable que un servidor pudiese cagarla… o al menos no tanto como el joven de Iowa Billy Joe Smith, que quemó seis restaurantes en su periodo de prueba de quince días y tuvo las narices de quejarse porque le dijeron que no era lo que buscaban.


En una entrevista de trabajo un gran gerente como Dani te informa acerca del horario, días libres, modalidades de contrato (de dieciséis, treinta y cuarenta horas, siendo este último el de jornada completa). Se interesaba por si estaba estudiando y en qué horario, porque la política de contratación de la empresa respecto a los estudiantes es muy flexible (aunque recuerdo haber vivido cerca de la Glorieta Cuatro Caminos durante cuatro años y echar una solicitud mensual al McDonalds de allí, ¡y jamás me cogieron!).En lo personal, o cuando menos lo que se podía adivinar por su comportamiento en el trabajo, Dani parecía un tipo normal. Confesaba no tener estudios más allá de la EGB, por lo que al ser gerente intuyo que llevaba toda una vida dedicada al Burger. Casado con una encargada de otro local de la empresa, parecía un apasionado de los videojuegos (a juzgar por las bolsas de Mail Sofá que solía llevar cuando venía al curro tras hacer unas compras) y encajaba en el perfil de un trabajador que se vuelve conservador tras años de trabajar en la misma empresa. Lo digo por sus comentarios acerca del desalojo de unos gitanos de un edificio de viviendas de protección pública que ocupaban ilegalmente (claro, él tenía que pudrirse currando en una hamburguesería para pagar su hipoteca&hellip y por supuesto, le encantaba la idea de que hubiese al menos uno o dos tíos currando allí; al fin y al cabo con alguien hay que hablar de fútbol.


La otra gerente (que por alguna razón era llamada Sub Gerente) era Perfidia, No ha recibido este nombre por ser una mala persona o por prácticas de juego sucio. Es por la canción caribeña que describe a una mujer fatal. ¡Es que está tan buena que quien la contempla en todo su esplendor jamás regresa de su estado de petrificación! Además se negó a que su nombre fuese citado en este libro.

... Qué guapa es la jefa, creo que me he enamorado... tiene una clase increíble, su perfume es embriagador, está forrada y conduce un Ferrari... ¡Como si fuera un piloto de Fórmula 1!... Es la mujer ideal, tengo que estar a sus pies... (Golden Boy, Lección1: Lecciones de Informática)


Perfidia estaba mortalmente buena, con lo cual quiero decir que estaba tan buena que era letal. Cuando un hombre ve a Perfidia no actúa como debiera, o cuando menos como debiera según la Ley de Dios que Moisés cargó bajando de una colina a riesgo de una hernia en tiempos del Éxodo. Para dejarlo claro, Perfidia producía en un hombre condenado como yo (que no estoy casado pero sí condenado) que se reuniesen en mi cabeza toda una congregación de lamas tibetanos cantando un mantra ritual que permite alcanzar la iluminación y la paz espiritual: ¡TANGAAAAAAAAAAAA!.

Mi adorada jefa sentará su culito sobre este inodoro... este inodoro limpiado con amor... ¡Oh, su culito!... ¡Ojalá pudiera ser yo este inodoro!... ¡Oh jefa! ¡Quiero perfenecerte! ¡Haz cconmigo lo quieras! ¡Todo lo que quieras! ¡Te pertenezco!... (Golden Boy, Lección1: Lecciones de Informática)


Perfidia hacía muy bien su trabajo. Esforzada gerente, nos regalaba la vista a los varones de la plantilla ayudándonos a limpiar la sala, lo que nos permitía admirar sus muslos a través de la raja de su breve falda reglamentaria (era la única entre las encargadas y gerentes que no usaba pantalones, y eso que el único hombre en tan privilegiado colectivo con derecho a comisión por ventas era Dani). Una de las pocas razones para ir al curro a alimentar grandes mamíferos durante seis u ocho horas al día. Más adelante os hablaré de cómo lo pasó Golfo encerrado trabajando tantas horas diarias en un restaurante con una plantilla compuesta casi exclusivamente por mujeres: Próximamente, EL BURGER DEL AMOR.


 Éste y otros artículos también en http://www.lacoctelera.com/golfo

3 comentarios

Golfo -

1º) Bueno, esto y lo de RRPP (tuve los dos trabajos a la vez (pregunta al Gurú: No aparecía por la facultad) no resumen toda mi experiencia, y al final acaba siendo más una putada que una buena anécdota.
2º) manda los comentarios donde quieras. Por lo pronto Blogi se ha medio-arreglado, pero aun no me acabo de fiar... además aun no acabo de manejar bien La Coctelera... cuando emigre ya avisaré

El abuelo -

Por c ierto, ya me dirás donde prefieres que te ponga los comentarios, en blogia o la coctelera

El abuelo -

Yo te puedo hacer una síntesis de todo lo contrario. Mi vida está rodeada de maromos,y, si fuese tia o gay sería bastante felíz. En la carrera pocas mujeres iban a clase, y en el trabajo se ven aún menos. Desde que he vuelto a Alicante es aun peor, ya que salvo la secretaria, madre de tres hijos, no hay más mujer que la de la limpieza, una alegre matrona de casi sesenta años. No te quejes Golfo, que cuando me pasé una vez por el Bunker casi me pongo a llorar ( al final babeé pero no lloré).