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Me Cago En Mi Vida

Saltando la Valla (Me Cago en mi Vida)

Saltando la Valla (Me Cago en mi Vida) En el momento de escribir esto estoy viendo el documental de Telecinco, y vale, me siento fatal. Las noticias de asaltos masivos a las fronteras de Ceuta y Melilla me han dejado pasmado como a todo hijo de vecina, y he de decir que he oído de todo: Que si deberían dispararles, que si hay que enviar más tropas, que si no hay que enviar a nadie y dejarles pasar… hace un mogollón de años Jacques Cousteau dijo que la pobreza en África, Latinoamérica y Extremo Oriente hará que veamos el mayor genocidio de la historia. No sé si el viejo oceanógrafo se refería exactamente a esto o sólo a la muerte por inanición de millones de personas, pero está claro, chicas y chicos que ya está aquí.

Y cuando digo que he oído de todo no me refiero sólo a los comentarios durante el desayuno o el aperitivo de los parroquianos del Tres Columnas: Deberíais echar un vistazo a la página de Pérez Reverteno es precisamente un facha, ni mucho menos, pero encontrar una solución a esto no es tarea de un día.

Que si denunciar el Tratado que prohíbe las minas antipersonal, que si liarse a tiros con desarrapados que huyen de la miseria… por no hablar de las críticas que se están llevando los militares y los guardias civiles que, digo yo, estarán hasta las narices de patearse el perímetro fronterizo, de encontrarse ante un tsunami humano o, como el otro día, que les tiren piedras y les muerdan (joder con los caníbales…).

Lo más curioso del documental no ha sido la frase “¡Negro! ¡Tira pa’trás o te pego con esto en la cabeza!”, sino un subsahariano que se quejaba de que le trataban como un animal. Es cierto que tras ser apaleado y pisoteado a uno le entra un ataque de indignación que no te menees, pero su expresión “Algún día la nación africana se levantará, algún día rendiréis tributo…” no inspira mucha confianza… ¡coño, lo que inspira es miedo!, son ganas de que le hayan devuelto con prisas, no sea que nos monte una célula radical o algo peor. Pese a las ganas de que ese chico anónimo (un tal Nelson que parecía haber ensayado su discurso… o eso o le salió de puta madre) fuese catapultado de vuelta al Gurugú (más por miedo a que encabezase el despertar de la nación africana que a otra cosa), y habiéndome quedado claro que estaba más cabreado con los “Alís” (los soldados marroquíes) que con nosotros los blanquitos, mi impresión es que hablaba como esos zumbados de Al Qaeda, ya sabéis, con la mala uva de alguien que llama a la guerra santa… Qué diferencia, con las imágenes de buen rollo del campamento, cuando uno cocinaba, otro hacía ejercicio y reunidos en corro se ponían a rimar una especie de Rap sobre llegar a Melilla.

Particularmente me afecta porque, geográficamente yo también soy africano (Gran Canaria no es una de las Islas Feroe), pero también por haber vivido en una ciudad en la que cientos o miles de inmigrantes africanos esperaban y esperaban… y lo curioso es que no esperaban nada. Ya no podían estar en el centro de acogida, y no podían ser expulsados, así que vivían de la comida y las medicinas de la Cruz Roja y las ONGs en el Parque de Santa Catalina, justo a dos pasos de donde Herr Fritz y Frau Heder (los típicos turistas alemanes) se hinchaban a birra disfrutando de sus soleadas vacaciones… y esas cervezas eran las lentejas (hablando mal y pronto) de los cientos de miles de habitantes de Gran Canaria, que viven principalmente del turismo, un turismo que no quería volver, porque se habían espantado de ver a tanta gente malviviendo en un parque.

No es que les odie ni nada por el estilo, pero resulta horripilante descubrir que gente que viene a buscarse la vida no sólo no soluciona su problema, sino que te busca uno a ti. La solución no era en absoluto satisfactoria para todos (como suele ocurrir): Billete de avión hacia Madrid, Murcia, Andalucía o cualquier otro lugar con más espacio, y nuestro mismo problema que nosotros (Los vuelos de la vergüenza, lo llamaban). Cuando no lo hizo el Ayuntamiento lo hizo la Cámara de Comercio “No es nada personal, hermano –dirían- tan sólo es que nos espantas a la clientela y nosotros comemos de esto”.

Ya lo dijo el Evaristo en su momento “Ya no hay dónde huir”.

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