LA TRANCA
En ocasiones una historia terriblemente trágica se convierte en una historia terriblemente divertida. Supongo que tiene que ver con la forma de contarla (y por supuesto con el narrador) Le propongo al lector que examine la siguiente: La historia de un transexual en el entorno rural. Y cómo esta tragedia de adaptación y de cómo una persona se encuentra a sí misma, contada por Murci, pasa a convertirse en una historia divertida.
Hay que empezar hablando de los apodos en el entorno rural. Apodos que se asignan a un ciudadano en un momento dado de su vida por una razón anecdótica, y que perdura generación tras generación, heredado por sus hijas e hijos hasta que, por matrimonio, se juntan dos familias y sobrevive el mote más gracioso.
Po ejemplo, uno de mi’ agüeloh le llamaban "Juan er’de loh mellizo" po’que tuvo doh mellizoh. Lo má gracioso eh que no se llamaba Pepe, zino Víctor. Mi otro agüelo era "Paco er’ Tomatera" po’que plantaba tomaterah. Azín que zobrevivió er mote má gracioso.
(NOTA: Si esta entrada recibe los suficientes comentarios de personas que no entienden la trascripción de la forma de hablar de Murci, prometo volver a publicarla íntegramente en castellano normal)
Hay un vecino en mi pedanía que le llaman "Pepe er’Mosquito". No ze zabe po’qué. El hecho e’ que hace unoh añoh, vino un cartero a trael’le una carta y le preguntó a un zagal llamando ar Mosquito po’ su nombre y apellidoh. Er niño no tenía ni idea. Entonceh er cartero le añadió que, a et’te hombre le llamaban "er’ Mosquito", y er zagá rep’pondió: ¡ANDÁ ZI E’ MI PADRE!
Volvamos al drama de un transexual en el entorno rural, una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, a su vez atrapado en una pedanía cercana a un pequeño municipio de la Región de Murcia:
Pueh hay una familia en mi pedanía que le llaman “Los Trancos”. No ze zabe po’qué (zupongo que cosah de la mili) Er cazo e’ que ziempre había zío como mú afeminao. Rezultó que hace un pa’ de añoh ze’mpadronó en Pulpí (Almería) pa’ que la comunidá autónoma le pagara la operación, y vorvió a la pedanía como Purificación. "PURIFICACIÓN LA TRANCA”.
Como se puede apreciar en el relato (más o menos) los apodos populares sobreviven al paso de las generaciones. Ya es casualidad que en una familia que ha recibido el apodo de “Los Trancos” surja, generaciones después, un varón que decide cambiarse de sexo, con el resultado que usted (más o menos) ha podido leer. Lo más parecido que he vivido yo es conocer a un tendero llamado León Arnaldo al que todo el mundo llamaba Leonardo. Por suerte, a su hijo primogénito le llamaron “Leonardito” (pese a llamarse Miguel) porque la alternativa por parte de madre (Josefa) era ser conocido como “Fefito”.
A "PurificaciónLa tranca” la operación le zalió grati, pero lah tetah ze lah pagó arrimándose a loh paisanoh en er Bar Verde, que le llaman azín po’que todo lo bare de la zona tienen er cartel de Coca Cola, y et’te lo tiene de “Esprai” (Nota del traductor: quiso decir “Sprite”) Arremáh der carté, er Bar verde e’ er puticlú máh conocío de la zona. Frecuentao por paizano de’de toa la vida.
Ahora creo que vive como peluquera pe’o no m’agái mucho cazo.
Adelantándome a futuras críticas (y siempre recordando al cabreado lector que existe un formulario estándar en este blog para cuando tengo que pedir disculpas) sólo quiero incidir en que esta historia va de apodos. Apodos de pueblo. Y de como una historia trágica puede convertirse en divertida si el narrador colabora (aunque sea de manera involuntaria) y que, al convivir con Murci, pienso que debería dejar mi trabajo y dedicarme a escribir constantemente, todo el día. Nunca se sabe cuándo va a surgir otra crónica murciana.
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