Blogia
Me Cago En Mi Vida

EL FANTASMA CAGÓN

EL FANTASMA CAGÓN

 

Hará cosa de un año, me tocó un plantón de 30 horas (no os asustéis... en tres días) custodiando un súper-prototipo. Así me lo vendieron. Luego resultó que tenía que vigilar un KIA Picanto último modelo. Una auténtica albóndiga con ruedas. En el transcurso de esos tres días, el jefe de edificio me contó que en aquel lugar aparecían fantasmas. Me contó historias de esas que deberían dar muchísimo canguelo, peor a las que me vi obligado a responder que uno de mis mayores deseos en esos momentos era ver un fantasma. Principalmente porque estoy hasta las pelotas de ver borrachos.

Hoy han aparecido. Ya están aquí.

La historia será comprensible si empiezo desde un poquito más allá. Cuando la gloriosa empresa decidió, por fin, quitar de en medio a La Innombrable (y no me refiero a la SGAE) la sustituyó por un señor pequeñito y religioso. Más o menos como la primera edición española del show Gran Hermano, en el que resultó que casi todas las concursantes habían ejercido alguna vez la prostitución y la productora decidió sustituir a la última de ellas por una ex-monja con varios hijos. Esto es lo mismo pero en el mundo de la seguridad privada.

Imaginad cómo es el tipo: La estúpida diferencia en seguridad privada entre una ronda y una patrulla es el número de integrantes. Un tipo, ronda; más de un tipo, patrulla. Él siempre va de patrulla, porque dice (sin coñas) que Jesús y sus ángeles le acompañan en todo momento.

El hombrecillo que sustituyó a ese Hitler con tetas, al que soporté durante casi un año, resultó ser cristiano evangélico (lo que a priori no tiene nada de malo) medio ecuatoriano (eso tampoco) y, a la larga, terriblemente cobarde. Pero no es el tema de esta entrada. Es el tema de ¡Guardias! ¿Guardias? Un señor pequeño y gracioso que no paraba de contar historias muy raras sobre muertes en acto de servicio, perturbados que logran la licencia de armas y gente que viene de paseo desde el más allá. Sencillamente pasé de trabajar de noche con una tarada a trabajar de noche con un tarado religioso.

Todo parecía normal hasta LA NOCHE.

Debía ser Halloween o el equivalente de otra cultura de distinto huso horario. O por lo menos debía haber luna llena. El caso es que el señor pequeñito vio cosas. Cosas que nunca imaginaríais. Perdió la linterna en mitad de una ronda y dijo encontrarla dos plantas más abajo. Se negó a pasar por zonas sin luz y supongo que a cada paso iluminado lanzaba sal al suelo y rezaba sus oraciones. Lo gracioso vino cuando pasó por la fantasmagórica Planta Cero.

Sólo el nombre acojona. Seguro que allí es donde murieron todos aquellos inocentes cuyos espectros vagan hoy por el lugar pidiendo venganza. Seguro que fue el lugar de una agónica muerte.

Seguro que mi pequeño compañero pensaba eso.

La clave del asunto es que, en la planta baja del edificio donde trabajo hay discotecas que abren hasta altas horas de la noche. Sé que parece raro, pero hace tiempo que dejé de hacerme preguntas. Los cuartos de baño de una de esa discoteca están pared con pared junto a un pasillo por el que tenemos que pasar durante nuestras rondas. Y ahí vino lo divertido. El señor pequeñito pasó al lado de los cuartos de baño de esa planta y oyó un ruido (todo esto después de la Operación Linterna narrada unos párrafos más arriba) Entró (dice) no vio a nadie, y volvió a oír como si tiraran de la cadena, activaran un secador de manos y dieran vueltas a un rollo de papel higiénico. El resto fue gritos de terror y aleteos gallináceos. Le vi volver a la recepción pálido. Sudoroso. Temblando. O como dicen en mi barrio: Con los huevos de corbata.

Según me dijo, su miedo no era ver un fantasma, sino que alguien se colase en el edificio y le hiciese daño.

Como somos unos cabrones, empezamos a contarle historias de gente que había muerto en ese edificio. Auxiliares atropellados, ingenieros a los que les dio un derrame cerebral mientras cagaban... como soy particularmente cabrón, abría todas las puertas de los WC que él cerraba previamente con llave para que se las encontrase fantasmagóricamente abiertas en su siguiente ronda. La siguiente noche que le vi, llevaba una ristra de ajos al cuello.

Esta historia del Fantasma Cagón ha recorrido el edificio planta por planta. Nada comparable al impacto marginal de la del Vigilante sin Cabeza (esa sólo recorrió las plantas del parking en busca de venganza... o de su cabeza) Conforma un clásico de las historias de seguratas, más allá de cualquier batallita sobre grandes peleas o desastres naturales que pillaron a alguien vestido de marrón de por medio.

Y luego dirán que es un trabajo aburrido.

6 comentarios

Golfo -

Cierto. Y lo que me reiría.

Si no se te da bien la ingeniería siempre te podemos guardar la cuchara

klaus -

Ya quisieras tú tener un compañero de turno tan normalito como yo.

Golfo -

Ya habló el más cuerdo de todos.

Klaus -

Vaya gremio de tarados...

Golfo -

Como mínimo... y para conseguir beneficios penitenciarios tendría que cantar con ellos y vitorear al predicador al grito de ¡ALELUYA!

Kanif -

Un poquito cabrón y un poquito fantasma sí que has sido, no me lo negarás. ¡Pobre diablo!
Como penitencia te deberían poner a vigilar durante un año una iglesia evangélica Ja ja ja