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Me Cago En Mi Vida

EL ABUELO CEBOLLETA

EL ABUELO CEBOLLETA  

La pérdida del bueno del Señor Lobo trajo consigo la llegada de dos nuevos compañeros... supongo que porque el Señor Lobo era y es mucho señor... y mucho Lobo.

El caso es que se sustituyó a un tipo a jornada completa con otro tipo a jornada completa y un vigilante a tiempo parcial. Raro ¿No? Por aquella época yo andaba rebotando por tres servicios a la vez, lo que me hizo pensar que el parcial, un tipo muy majo de mi promoción, no venía a sustituir al Lobo, sino que me venía a sustituir a mí.

Curiosa la táctica de Caracortada de asignar la Nochevieja a aquellos vigilantes de más edad y con hijos, y mandar hacer la Nochebuena a aquellos a los que nos iba a dar la patada. Con el tiempo, Scarface nunca reconoció intencionalidad en esto (dijo reservarlo para la Noche de Reyes) aunque sí dejó claro que yo iba a ir al puto arroyo. Al menos fue sincero.

Lo más divertido del tipo que vino a cubrir la mayoría de los turnos que podía llegar a hacer este gran devorador de horas de trabajo que era El Señor Lobo, es que encajaba a la perfección con la descripción con que Chicho me vendió Las Dos Torres: Una plantilla joven y dinámica. Os presento al Abuelo Cebolleta.

Qué decir de él, salvo que todos tenemos un pasado antes de vestir de exploradora. Algunos tenemos un pasado muy oscuro, dijo una vez el propio Chicho (y seguro que en su caso es realmente oscuro). Cebolleta era maestro marroquinero, y presumía de haber confeccionado para El Señor P (¿Le recordáis? ¡El sanguinario instructor de defensa personal!) una serie de fundas de cuero para TODAS LAS ARMAS QUE LLEVA EN EL MALETERO DE SU COCHE.

 

Superado el momento freak, me contó la salida que tuvo de su anterior servicio, lo que ha dado origen a mi teoría -pendiente de postear- de cómo acaba la gente en Las Dos Torres. Algo sobre una oficina relacionada con la Disney.

Sólo decir que el bueno de Cebolleta tardó poco en desaparecer. Fue tan bocazas que no ocultó su desagrado con nuestra gloriosa zona de guerra, y poco después de salir de Las Dos Torres, acabó fuera de todo el conglomerado de servicios de este gran cliente de nuestra empresa. Sus anécdotas siguen revoloteando por el imaginario colectivo del equipo de seguridad, como cuando decía que se negaba a hacer la ronda por el parking porque ya había un auxiliar para eso (no se fijó en que el auxiliar era un europeo oriental de dos metros al que no le hacía gracia que le interrumpiesen sus películas con subtítulos en cirílico), cuando se perdía dentro del edificio, o cuando se trajo su ordenador portátil lleno de porno centroeuropeo y propuso hacer una sesión de cine con chicas delante.

Pero lo mejor de todo fue el corte (tajo mejor...) el auténtico hachazo en pleno entrecejo que le metió a la Rotenmeyer cuando empezaron a hablar de las modernas relaciones personales. Sólo un hombre del Antiguo Régimen (más antiguo que el de Paco... y me refiero a Paquísimo) va y le suelta a la defensora de ninguna mujer que no sea ella:

"¡CÓMO VOY A FREGAR YO LOS PLATOS EN CASA! ¡SI ESTOY CASADO!"

¿Veis ahora por qué digo que he visto cosas que nunca imaginaríais?

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