MICAELA
Estoy destinado en un edificio muy particular. No por su forma o distribución: Seis pisos, ciento ocho escalones... y dos mil ochocientas cincuenta y seis putas baldosas que en su momento conté una a una. No. La particularidad del edificio es la gente que lo habita, y no me refiero a los no muertos de la quinta planta, ni a los fantasmas de anteriores vigilantes que aúllan cada noche en la segunda. No, esta vez ni siquiera hablaré de la vieja más de lo debido.
Esta vez toca hablar de la sexta planta: Pensión Pepón. Un elenco de actores idóneo para una farsa surrealista: Un comercial, un bibliotecario, un viejo con la respiración tan jodida como sus prejuicios, un borracho al que expulsaron, el administrador... y Micaela. Qué contar de Micaela, el gay evolucionado a travestí que aderezaba las noches... (bueno también los días). Y que una noche me dio un susto de muerte.
En realidad no era mal tipo. Al parecer se le había ido la pinza después de licenciarse en Derecho y sacar una oposición para notario (o algo por el estilo). Entre algún tipo de problema mental (ahí hemos barajado desde la esquizofrenia a la paranoia... e incluso la esquizofrenia paranoide... aunque no nos hagáis caso: Seguratas, sólo rima con psiquiatra porque termina casi igual) y cierto drama familiar (al parecer el chico era del norte y a su padre no le sentó demasiado bien que se convirtiese en una loca aventurera) acabó trabajando de camarero o algo parecido en locales nocturnos... y luego ni eso.
No, en serio, si no era mala gente. Es más, me parece que era el único que se encargaba de la portera (por llamarla de alguna manera). Le llevaba comida, la atendía cuando se encontraba mal (léase cuando cerraban el Supermercado)... aun estoy por ver a un caballero conservador, heterosexual y temeroso de Dios bajar a ver a una señora con la que no tiene vínculo familiar alguno a las seis de la mañana. ¡Y lo hacía vestido de tío!
Al parecer la primera vez que lo vieron vestirse de mujer la cosa tuvo su gracia. El bibliotecario, un chico callado, extremadamente educado y algo tímido, rompió a reírse repentinamente. La carcajada la oí yo desde la puerta del edificio. Le había visto salir de sopetón de su cuarto y... bueno, es un chico joven, su corazón aguanta impresiones fuertes. ¡Pues a mí me gusta así! – se defendía Micaela- La cosa quedó zanjada con una frase lapidaria, de esas que el Pepón utiliza para demostrar los años y años de filosofía de calle que ha chupado a base de currar de mensajero: Chico, mientras no toques a los niños ni a las especies protegidas me va a dar igual... eso sí, procura que la gente de esta empresa no te vea. Cargado de razón. Imaginad que una mañana se pasa de visita... no sé, Álvarez Cascos, y se cruza en el ascensor con La Cianuro... incluso podría nacer el amor verdadero entre un travelo y un dobermann.
6 comentarios
Golfo -
Prometo pasarme a menudo.
Marcelo -
besos
Marce
Golfo -
El abuelo -
Golfo -
En cuanto a abogados, notarios y locas aventureras... ¿Eso no coincide también con el CV de Rajoy?
yo abogado -
Ah, Golfo ... le eché un vistazo a la página de tu colega y le dejé unas líneas ... ya me contarás como sigue la historia !