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Me Cago En Mi Vida

Justo lo que necesita este país

EL CONSOLADOR

EL CONSOLADOR

Imagínese que tiene un curro de mierda.

 

Bueno, eso no es difícil. Ahora imagínese que tiene un curro de mierda y que padece lo que Scott Adams denominó “El síndrome del cubículo crónico”.
Primer síntoma: La sensación de estar rodeado de idiotas.

Imagínese que el tiempo pasa, que cada día se aburre más… imagínese que engorda y empieza a quedarse calvo por culpa de sus compañeros de trabajo.

 

Ahora trate de relajarse y escuche esta historia:

 

Érase una vez un aburrido edificio de oficinas donde nadie salvo yo sabía lo que hacía. Érase una vez una azafata que creía ser el centro del universo y, lo que era peor, se veía obligada a decirlo en voz alta.

Érase una vez el deseo de ser sordo…

 

Se trata de una compañera de trabajo como otra cualquiera, decían. No es ningún apocalipsis rubia platino, ni nada que se le parezca. Pero el hecho de que, a diario, durante seis horas, decida contar su vida, te interese o no, y que sus ecos se redirijan en todas direcciones, la hacía del todo insoportable.

¡Y tiene costumbres! ¡Nada del otro mundo! A fin de cuentas, tirarte siete años haciendo una media de cuatro relevos por azafata, para que vayan al baño, puede inmunizar a cualquiera. ¡No te preocupes! –me dijeron-¡La cistitis no es tan contagiosa!

Lo peor vino después. De un tiempo a esta parte y por razones que desconozco –quizá una conspiración alienígena- vengo notando una preocupante pérdida de feminidad en las mujeres. ¿A dónde fue a parar el
pudor, el secretismo o las excusas del tipo tengo que empolvarme la nariz? Ahora las mujeres, y en particular el ciclón de culo gordo al que me refiero, hablan abiertamente –y lo que es peor: En voz alta- de sus menstruaciones, su inapetencia sexual provocada por la ingesta de anticonceptivos o…

“Es que tengo cogida la hora… los nervios se me vienen al estómago y…”

Sí. Este terremoto del extrarradio de Madrid pide relevos para cagar. Para hacer un brownie, para lanzar un mono al espacio.

 

A eso lo acabamos denominando “Un relevo de tanga marrón


 

¡Y no queda ahí! ¡Echo de menos la feminidad en su forma más integrista! ¡El secretismo! ¿Por qué demonios tiene que hablar en voz alta de su vida sexual?

Resulta que la chica salía con un compañero, uno de los nuestros. O al menos eso se supone.

Resulta que vino un día que libraba a buscarla al edificio y ella, que se estaba zampando una bolsa de gusanitos, encontró uno sobre su silla al levantarse y se lo ofreció, como una Eva de La Biblia que
defecara gusanitos.


Él, de manera poco cortés lo rechazó

“¡Pero qué haces! ¡Si eso está de tu culo!”

Y ella nos volvió a regalar una sentencia gloriosa:

“¡Pues anda que no te gusta mi culo! ¡Sobretodo chupármelo!”

A eso lo acabamos denominando “Comerse el donut”.

Es lo que tiene trabajar en seguridad: El compañerismo, la hermandad… Iríamos contigo a una guerra, te seguiríamos hasta la muerte… pero ten un desliz y nos reiremos de ti hasta el fin de tus días.

 

La vida sexual de esta BIMBO (body impressive, brain optional) demuestra un elevado grado de frikismo, a juzgar por los comentarios (jamás insistiré lo suficiente: De viva voz) sobre su elevada actividad masturbatoria y sobre cuánto le gusta practicar sexo con su novio. De ahí la tragedia que se cierne sobre ella cuando comenta:

Yo que siempre he sido una bomba sexual y desde que tomo la píldora nunca me apetece… ¿Os he hablado alguna vez de lo que me ocurrió con MI CONSOLADOR?

Siéntese.

Póngase cómodo, relájese, tómese un
whisky o una cerveza y fume:

Ahora viene lo gracioso.

 

Nuestra compañía, como decían en “El Club de la lucha”, nos impone un estricto protocolo a la hora de tocar el tema: Tenemos que utilizar el artículo indeterminado “UN”, y en ningún caso “SU CONSOLADOR”.

La inmensa mayoría de comentarios al respecto han
resultado del todo conservadores:

Una chica tan joven usando un consolador

Y han sido respondidos de manera aún más
conservadora:

Conociendo al inútil de su novio, no me extraña

La clave es que la chica tenía un consolador. Ignoro si vibraba o no, si tenía esa forma de puro o tenía forma de polla. Ignoro su color o si le había puesto nombre.

Y esto no es como un chiste de mariquitas. La clave de la historia no está en que ella tenga un
consolador. No está en que lo cuente.

Un día –dijo- mi consolador desapareció de mi habitación, del lugar donde lo tengo escondido… (¿El cajón de las bragas? ¿Por qué no da más detalles?) Yo creo que fue mi padre, porque pasados unos días reapareció envuelto en PAPEL ALBAL”.

Y para mayor jodienda, ahí acabó su historia. Ningún dato más. Sólo la imaginación de todo el que pasaba por allí con las orejas en funcionamiento y la innata habilidad humana para la especulación.

¿Por qué cojones envolvería nadie un consolador (ya fuera el de su hija o hermana) en papel de aluminio? ¿Irían a meterlo en el microondas para ver qué pasa? ¿Tratarían de tapar pruebas de un uso poco higiénico? (sí chicos… el uso anal… ya lo he dicho) ¿Tiene el tacto del papel de aluminio algo especialmente erótico o sensual?

Sólo hay una cosa peor que no querer saber nada de
alguien: Querer saber algo y que nadie te lo diga.

LA CONTRAINSPECCIÓN

LA CONTRAINSPECCIÓN

Os preguntaréis cómo lo hice. Lo sé, no paran de preguntármelo en la empresa. ¿Cómo lo ha hecho este golfo para poder prever las inspecciones? (me gustaría poder decir predecir pero suena demasiado… esotérico) Ahora os lo voy a explicar. Os partiréis de risa.

 

Debido a dos incidencias raras a comienzos de 2009, en particular por el traslado de una auxiliar con enchufe  y el de un vigilante problemático que decidió contar una terrible historia a la empresa, un servicio que solía tener una media de diez o doce inspecciones al año, pasó a tener sesenta. Un incremento notable en cantidad y en intensidad, dado que en ocasiones pasaron por el servicio dos inspectores en el mismo día (uno de día y otro de noche) y, en un par de ocasiones, dos inspecciones en el mismo turno (uno de los inspectores se mosqueó porque él era el que estaba de servicio en esa zona esa noche… algo parecido a que tu vecino salte la valla de tu jardín y orine en tu piscina).

 

La situación llegó a tal punto que invitábamos a los inspectores a café (café de máquina… para que se jodan) con la intención de retenerles en el edificio hasta la llegada del siguiente (dado que se había dado el caso de dos inspecciones en apenas dos horas). El resultado global fue de dos partes disciplinarios (con los consiguientes traslados) en los dos años que duró la caza de brujas (2009 y 2010)… de un total de 108 inspecciones. Me pregunto si alguien mira la eficiencia del departamento de control de calidad de mi empresa.

 

El caso es que, llegado a un momento de cabreo, mi jefe directo me dijo ¿No puedes hacer algo? Con tantos cursos de súper-espía alguna filigrana podrás hacer para devolvérsela.

 

Ahí estaba el reto. La primera opción (me propuso buscar mierda sobre estos simpáticos empleados de la compañía) fue buscarle (siempre en fuente abierta) las direcciones y teléfonos personales de todos y cada uno de los miembros del departamento de control de calidad y medio ambiente. Sonaba bien… pero también sonaba poco ético. Hacía falta algo que, sin violar ninguna ley, sin violar ninguna norma de la empresa, les dejara por idiotas.

 

Así que me cogí varias carpetas de las estanterías del cuarto de seguridad. Informes diarios de servicio de los últimos tres años, y me puse a revisar las firmas que tienen que dejar los inspectores cada vez que visitan el servicio. Mas de cien en los últimos tres años.

 

Ya me dijo un compi que era una gilipollez. Que era inútil. Pero perseveré contando una por una, anotando fechas y horas, nombres y turnos. Cotejando los inspectores que pasaban con los vigilantes de servicio (muchas veces estos tipos tienen sus preferidos… generalmente preferidos del sexo opuesto) Datos, datos datos… Y entonces se me ocurrió.

 

Se me ocurrió viendo la serie “Numbers”. Ahí había un patrón. ¡Fijo que lo había!

Y ahí estaba el patrón. La mayoría de las inspecciones ocurrían en turno de noche, en la madrugada del jueves al viernes y en la del domingo al lunes en la franja horaria que va de las dos y las cinco de la mañana. ¡Y con diferencia!

También habían incurrido en la novedad de inspeccionar el parking y hacer un arqueo de caja, pero esto sólo se hacía en turno de noche los fines de semana. En tres años no se realizó ninguna inspección al parking en turno de día.

 

Hay un alto número de resultados no aplicables en la estadística, pero se deben a que un determinado inspector no anota su nombre ni la hora cuando firma un informe. Irónicamente, éste inspector trabaja en turno de día.

 

Sin saber exactamente cómo se organiza el trabajo de los inspectores, es decir, si les dicen qué servicios tienen que visitar y a qué horas pasar, estaba en disposición de hacer una previsión de inspecciones. En otras palabras, decirle a mi jefe y a mis compañeros cuándo iban a tener una inspección, en base a un estudio histórico y confiando en que (con perdón) el inspector es un animal de costumbres. El único factor de riesgo de esta previsión es que, de ser descubierto, cambiarían la tendencia de las inspecciones (pasarían otros días y a otras horas) pero eso es fácil de detectar.

 

Así que, le presenté el informe al jefe (incluyendo una tabla dinámica de Excel y lujosos gráficos) y le dije: “Si pillan a un compi en una infracción puedes trasladarle, pero si le pillan en los días y horas que te señalo en el informe deberías matarle, porque ya está avisado del riesgo de inspección”.

VIGILANDO A HARRY POTTER

VIGILANDO A HARRY POTTER

 

Las historias friquis que surgen al trabajar en seguridad privada son algo incomparable a cualquier cosa en este mundo. Quizá sólo pueden compararse a compartir piso con Murci durante diez años. Es la historia de mi vida. Cuando todo va normal en el curro, Murci hace algo, como soltarse a su mami que ha pasado la Gripe A ‘a pelo’.  Cuando Murci pasa uno de esos extraños periodos de ‘normalidad’ (es decir cuando no le pasa nada divertidamente raro) entonces surge una historia rematadamente extraña en el trabajo.

 

Hace poco coincidí con un compañero que había trabajado en un cine. Y ojo a las historias raras que se cuenta. En una de ellas el cliente (el cine) había pedido una ampliación del servicio debido a que, en una ‘premiere’ algún cachondo coló una cámara y colgó la peli en Internet. Algo de lo más normal.

 

De lo más normal hasta que el cliente decide colar en la sala a un vigilante con gafas de visión nocturna, a lo marciano, y le surte de palomitas y refrescos para que vigile la proyección durante una semana… doce horas al día.

 

“Ni te imaginas cómo acabé del puto Harry Potter, tío.”

 

Si me preguntasen, diría que un vigilante que tiene que ver una peli de Harry Potter, durante doce horas al día, siete días seguidos, ha sido muy, pero que muy malo, en otra vida. Como mínimo tiene que haber sido Hitler.

 

“No, si al principio pintaba bien, me dieron un cubo gigante de palomitas y un refresco que parecía un jodío barril, pero estar viendo a ese hijoputa de gafas todos los días…”

 

Encima, la cosa se completaba con evitar que la gente que entraba en la sala no se liara a fumar porros. Podéis imaginaros la supersolución que se le ocurrió al colega a la tercera proyección:

 

“Pedí que encendiesen las luces, me puse delante de la pantalla y grité:

¡A ver! ¡Soy de seguridad! ¡Y como a alguno de vosotros se le ocurra encenderse un mai os juro que cuento el final de la peli! ¡Cabrones!”

 

Quis custodiet ipsos custodes?

Recuerdo una clase de Derecho en la que un pedazo de Historia viva (un profesor muy mayor) nos hablaba del control jurídico en las fuerzas armadas y citaba una discusión en el senado romano sobre la creación de un ejército permanente. “Quis custodiet ipsos custodes?” Nos decía el veterano profesor. Tan veterano que parecía haber participado en esa discusión en el senado romano. ¿Quién vigila a los vigilantes?

 

 

Cuando se trata de seguridad privada la respuesta es un trisílabo: ¡Inspección!

 También es un grito de aviso cuando ves llegar el coche oficial (me parto de risa cuando llaman “oficial a uno de esos coches) como lo puede ser “¡Rata!” o “¡Mamón!”. En algunos casos, ante la sospecha de que llevan una emisora sintonizada en nuestro canal se utilizan palabras en clave, generalmente despectivas… y generalmente en cualquier idioma que, probablemente desconozca el señor inspector. Y ese idioma puede ser cualquiera. Incluso el suyo.

 

Resuelta la duda de quién vigila a los vigilantes, es decir: Un grupo de vigilantes promocionados por sus especiales capacidades (color marrón de la lengua debido a tantos analingus y falta total de escrúpulos a la hora de sancionar a otros por hacer lo mismo que ellos hicieron en el pasado) queda una pregunta por responder:

 

¿Y Quién vigila a los inspectores?

 

La respuesta está clara: YO. Se me ha ido la pinza y he decidido dejarles claro que les estoy vigilando. Que les grabo en audio y vídeo cuando vienen a tocar las narices. Que conozco sus movimientos y dónde se refugian en momentos de crisis.

 

Tras un año muy raro, en el que hemos llegado a tener dos inspecciones con una hora de diferencia, me armé de valor y me introduje en los archivos del edificio donde trabajo para revisar dos años de informes diarios de servicio. Y han sido sólo dos años porque los anteriores diez años de informes han sido reconvertidos en unos tallarines reciclables de múltiples colores.

 

 

¿El resultado? Una tabla dinámica del glorioso Excel que analiza, cuantitativamente, la cantidad de inspecciones, qué inspectores las han hecho, qué día de la semana, a qué hora (y por lo tanto en qué turno) y compara dicha actividad con la del querido coordinador asignado a nuestro servicio (que ya de por sí realiza inspecciones). La duplicación de  responsabilidades es evidente. Tanto como que determinados inspectores aparecen casi siempre a la misma hora y, generalmente, cuando está determinado vigilante. Y quien quiera entenderlo que lo entienda.

 

Lo mejor ha sido pedir la colaboración de mis compañeros. Es vital para esta contra-vigilancia (¿contra-inspección?) reflejar en el documento la hora de la inspección y el nombre del inspector, de cara a que no se den resultados no aplicables (y muchos de estos inspectores no ponen su nombre ni la hora) En un momento como tal, mi compañero Pepón ha dicho:

 

-         Esto me parece una gilipollez

 

Hay que tener en cuenta que, de haber sido contemporáneo de Alexander Flemming, y de habérselo encontrado en una tasca londinense, si éste le hubiese dicho: “Pues lo mismo invento la Penicilina y salvo millones de vidas”, Pepón habría respondido:

 

-         Esto me parece una gilipollez. Si salvas al paciente lo mismo se muere de otra cosa.

 

El caso es que, una vez gane la colaboración de mis compañeros, la contra-inspección será una útil herramienta a la hora de lograr que no nos toque las narices una panda de cazurros.

 

EL LÉXICO DE LOS VS

 

Ya lo decía A. Swofford en “Jarhead”: “Mis manos eran pelapichas, una linterna un rayo de luna, un bolígrafo un tubotinta, mi boca un receptáculo de leche. Una litera era una estantería, una pared era un mamparo. Una camisa era una blusa. Una corbata seguía siendo una corbata y un cinturón un cinturón, pero muchas otras cosas no iban a ser lo mismo…”



Es tremenda la manera en que determinadas profesiones utilizan el léxico habitual. El caso extremo de este marine, se puede aplicar a otras profesiones, quizá no tan peligrosas, pero sí igual de divertidas. Qué coño. Ahora veamos cómo afecta al léxico de una persona aparentemente normal el trabajo continuado en el maravilloso mundo de la seguridad privada.


La exposición continuada a un ambiente para-policial, hace mella en la estructura cerebral del vigilante novel, de manera que los nombres que asignó a determinados objetos, personas, lugares o situaciones tienen, desde que se pone el uniforme por primera vez, un nombre nuevo. Ahora, mis queridos pimpollos, cerrad vuestros receptáculos de leche y mirad unos ejemplos de cómo va a cambiar vuestra forma de hablar, tanto en lo referido a sinónimos como a definiciones:


Palabra/ Estadio

Persona Normal

(No Vigilante de

Seguridad)

Vigilante Novato

(menos de 1 año)

Vigilante Veterano

(más de un año)

CachiporraPorra

¡Defensa reglamentaria!

¡SEÑOOOR!

“Palo”, “Goma”,

“Manubrio” (y cualquier

otra palabra relacionada

con el miembro viril)

Vigilante de Seguridad

Segurata, Guardia de

Seguridad, Guardia, Centinela...

¡Compañero! ¡Hermano!

¡Si conociese una palabra

que significase padre y

madre a la vez la diría! ¡SEÑOOOR!

“Compi”, ,” Colega”,

“Uve-Ese” (VS)… y sí: También “Segurata”

InspectorTipo que parece ser el jefeGlorioso responsable del control de calidad que sólo actúa por mi bien ¡SEÑOOOR!

“Rata”, “Víbora”, “Alimaña”, “Cabrón”, “Hijoputa”,  “Cerdo”,” Pelota”, “Lengua-Marrón”, "No conozco a su

madre, pero..."

Vigilante de Seguridad NovatoSegurata nuevo¡Nuevo miembro de la hermandad! ¡SEÑOOOR!“Pimpollo”, “Novato”,
Vigilante de Seguridad menos novatoGordo con perilla de uniforme, Segurata de Mierda.¡¡Luz que ilumina mi destino! ¡SEÑOOOR!“Conserje”, “Abuelo”, “Momia”…
Coordinador de Servicios¿Quién?

¡Iluminado que controla conocimientos milenarios a los que jamás seré digno de acceder…

¡SEÑOOOR!

Simio amaestrado que una vez aprendió a usar el MS Office.
Persona NormalPersona Normal¡Civil! ¡SEÑOOOR!Tipo/a
Lugar de trabajo¿Oficina?¡Servicio! ¡SEÑOOOR!Agujero, tugurio, pozo negro…
Tahalí¿Cerdo Salvaje?¡Es donde coloco la defensa salvo que me lo ordene un superior! ¡SEÑOOOR!¿El qué? Creo que hace mucho que no tengo eso.

 

Así que no os sorprendáis cuando, dentro de unos años denominéis al W.C. “Lugar donde están mis puntos de fichaje” o al revólver “Hierro”, “Fusco” o “Abrelatas”.


Con esto termina la Lección Uno: “Cómo va a cambiar tu forma de hablar”. 

 

EL PATO MACHO

EL PATO MACHO

 

Estoy sentado escuchando historias. Narraciones de auto-bombo en las que desconocidos que dicen vestir el mismo uniforme que yo le cuentan al señor psicólogo de la empresa lo maravillosa que es su vida desde que entraron en la compañía. Gente cuya vida mejoró al dejar el Ejército o la Guardia Civil por la seguridad privada. Mujeres emprendedoras del año según no sé qué revista. Súper abogados que compaginan su incansable labor jurídica con el segurateo. Sí, hermano, escucho historias. Muchas historias. Y cuando yo cuento la mía nadie me cree. Les parece imposible que no me guste este trabajo. Y les parece más imposible que diga que no me gusta delante de un psicólogo de la empresa.

Estoy en un curso de reciclaje. De esos de rellenar las dichosas veinte horas anuales. De mis preferidos. Tema psicológico. Vamos a ver con qué clase de pirados trabajo. Vamos a ver lo pirado que estoy. Y al final, terapia de grupo. Autoayuda colectiva y unas cañas a modo de tercer tiempo. Tremendo pasatiempo.

El señor psicólogo nos pone unas diapositivas, rollo Blade Runner audiovisual. Imágenes con doble sentido. Ahora es una chica joven, ahora es una anciana. Ahora son dos personas cara a cara, ahora es un jarrón. Los puntitos que están en las intersecciones de los cuadrados negros cambian de color, ahora blanco, ahora negro, ahora gris para que no se peleen. Puedo ver a la Gioconda entre esas rayas, El tipo de barba y gafas tiene una mujer frondosamente desnuda en la cara, pero como me pregunte qué recuerdos me vienen a la memoria acerca de mi madre juro que me levantaré y le romperé el cuello al psicólogo. Yo, Nexus 6, vigilante de seguridad.

 

 

- Ahora dime qué ves aquí, Golfo

- Veo un pato macho.

- Muy gracioso

El señor psicólogo no le ve la gracia a mi chiste. En función de cómo se mire, la imagen muestra un pato o un conejo. Lo que sería las patas del pato, o –según se mire- la colita del conejo, a mí me parecen unos cojonazos de toro.

Hoy ha sido un día muy raro. En Los Simpsons, Homer busca a un tipo que arregle su tejado y todos creen que tiene un amigo imaginario. En Perdidos, el gordito se reencuentra con un amigo imaginario al que no veía desde que estuvo internado en un psiquiátrico... y encima la alucinación le dice que todo está en su imaginación; que nunca salió del psiquiátrico. Para rematar podría haber visto El Club de la Lucha. Habría sido perfecto.

- ¿Cómo te llamas?

- Tyler Durden

Cree que me gusta dibujar. ¡Y cree bien! Me propone que dibuje algo. ¿Qué coño hago ahora? En función de lo que dibuje mientras él cose a preguntas a los demás, podrá hallar detalles de mi personalidad. Detalles que no quiero que conozca. Si dibujo a un tipo con una gran polla, me dirá que tengo cierta obsesión con el sexo y el poder; si dibujo a un tipo cogiendo algún tipo de objeto, dirá que me gusta robar; las gafas de sol indican que se es un mentiroso (me pregunto qué dibujará el resto) una familia feliz indica que añoro a los míos... y si dibujo niños, que mi mayor anhelo es formar una familia. Me pregunto qué pasará si dibujo el logotipo de ese sindicato tan cañero...

Fulano ha cambiado de familia tres veces y se tira a su ex-mujer, mengana se obsesiona con sus gemelos. Otra vive para sus plantas y hay uno que parece a punto de explotar. Sean del lado del Atlántico que sean, parece que todos echen de menos la ropa de camuflaje y las armas de asalto. Pero el señor psicólogo, frío y calculador, los evalúa uno a uno, dueño de sus futuros.

- ¿Se puede saber a quién miras?

- ...

Ahí me quedo. Congelado. Con todos mirándome en silencio. Todos, incluyendo al come-cocos corporativo que ha decidido centrarse en mí. En realidad nunca dejó de mirarme.

- Escucho lo que tienen que decir mis compañeros... quizá aprenda algo...

- ¿Qué compañeros? –por primera vez en mi vida veo a un psicólogo con cara de asombro.- ¿No ves que estamos solos?

Ahora la cara de pasmo es la mía. Miro a mi alrededor y el resto de la sala está llena de gente. Hombres y mujeres, gordos y flacos, perillas, bigotes, y barbas. Todos me miran con atención, como si hubieran descubierto algo en mí. Estallo de furia (mal síntoma la pérdida de control en público)

- ¿Me estás diciendo que todos esos tarados son imaginarios?

- Chico- me interrumpe uno de ellos- nosotros preferimos ser llamados ‘creaciones de tu subconsciente’. Incluso el término ‘alucinación’ nos parece despectivo. Es como la palabra ‘segurata’.

Es ahora cuando todo se viene abajo. Ya lo decía mi madre: Estar doce horas despierto, por la noche, sin hacer nada, pasa factura. Una factura kilométrica. Contar las 2.856 baldosas de un edificio de oficinas no podía ser buena señal. Estar expuesto a la Rotenmeyer once meses tenía a la fuerza que ser menos sano que darse un baño en Chernobyl. De tanto trabajar con pirados algo se me tenía que pegar.

Psicosis, paranoia, alucinaciones. Sólo es el principio. Por lo menos podría haberme imaginado un plácido prado verde y haberme tumbado a tomar el sol. Sonreiría, contaría ovejitas. Me relajaría un poco. Tanta exposición a situaciones estresantes. Tanto comerme el coco. Casi existe un consenso sobre que las empresas de seguridad contratan alegremente a gente que no está muy bien del coco, pero pocos te dicen que si trabajas demasiado en seguridad acabarás mal de la cabeza.

Miro al pasmado psicólogo de la empresa. Un tío que parece desear escapar de la habitación. Del edificio. Parece incluso ansioso de escapar del traje que lleva puesto.

“Psicólogo de empresa en paradero desconocido –diría el titular- la última vez que se le vio corría por la carretera desnudo y gritando”. Veo en su cara una mezcla de miedo y atención (ventajas de haber hecho un curso de ‘Inteligencia Emocional’)

Estoy de acuerdo. Necesito unas vacaciones.

DON PILLÓN Y EL ALIENÍGENA ROSWELL

DON PILLÓN Y EL ALIENÍGENA ROSWELL

Quiero dedicar unas líneas a hacer una comparación deliciosa entre dos personajes adorables. Por un lado, un personaje de ficción, de la serie “Plutón BRB Nero” (RTVE, 2008) el alienígena Roswell. Por el otro, un personaje que conoce cualquier prosegurata acostumbrado a hacer turnos de noche, el inspector por excelencia: Don Pillón. El parecido entre personaje ficticio y personajillo real resulta sorprendente, en tanto en cuanto ambos quedan ante el agudo observador como entidades que viven de su propio odio.

 

Roswell (genialmente interpretado por Enrique Villén) es un alienígena desagradable, verde y pequeño, tal y como se le describe en la web de la serie de Álex de la Iglesia. Aterrizó (es un decir) en un pueblucho de Nuevo Méjico dando lugar a la historia no confirmada más sonada que jamás se haya oído. Conspiraciones para ocultar la verdad a la opinión pública, humillantes experimentos a manos de generaciones de científicos aburridos, bases del tamaño de Asturias ocultas en mitad del desierto; Sólo Dios y Fox Mulder saben cuánto material ha dado el bichito a los conspiranoicos del mundo para que justifiquen su existencia y su mal olor corporal.

 

Roswell es un organismo perfecto, que perdurará por los siglos de los siglos sin necesidad de ningún  elemento externo para su supervivencia. Respira carbono, y se alimenta de un fluido parecido a la bilis que supura por sus poros. Como dijo la esposa del Capitán Valladares a su marido: “Es como tu madre, si fuese feliz un día se moriría”. Queden para la posteridad las frases más gloriosas de tan brillante personaje:

 

Sois una raza decadente y caduca que no tiene sentido en el plan de la creación.Sois como un chiste, una broma de mal gusto, un garabato en un cuaderno infantil,un insecto aplastado en el parabrisas de un coche, un escupitajo...¡Sois como un petit-souisse aplastado en el patio de un colegio!

 

¡La Quinta sinfonía de Beethoven es música de hospital!

¡La Capilla Sixtina, una sauna de ’chuloputas’!

 

¿Quién es (o era hasta hace poco) el más viejo del lugar? ¿El vigilante senior por excelencia? El típico vigilante gruñón, vago, y primero en señalar defectos (reales a veces pero generalmente ficticios) en todos los demás? Tengo un compañero clavadito al abuelo Abe Simpson, principalmente por su capacidad inigualable de dormirse incluso cuando está de pie. De inventarse defectos en tu físico o tu quehacer diario, de creérselos, y encima de echártelos en cara, por no hablar de divulgarlos a los cuatro vientos. La pesadilla de un gabinete de comunicación, el objeto de deseo de cualquier confidencial online. ¿Y a qué viene hablar ahora de este mal llamado compañero? Pues a que fue la última víctima conocida de un siniestro inspector conocido como Don Pillón.

 

Estaba el simpático compañero descansando la vista (lo cual no sería un problema si no fuese porque encima ronca) cuando unos deditos regordetes tocaron el cristal de la puerta. Eso es lo que Don Pillón denomina “llamar con contundencia”. Visto que mi compañero se resistía a dejar los brazos de Morfeo (y su concierto de apnea en Mi bemol)  se vio obligado a llamar al estremecedor timbre.

 

Hubo que desincrustar al abuelo Simpson del techo.

 

De nada sirvió explicar a Don Pillón que la seguridad privada trabaja “de puertas para adentro”, de nada que el abuelo llevaba catorce noches seguidas, con su niña enferma,  una obra en su vivienda y un taller de coches con huelga a la japonesa junto a su ventana. De nada sirvió preguntarle si estaba seguro de haberle visto durmiendo.

 

Si el objetivo de un inspector de seguridad privada es pillar en un renuncio a vigilantes y auxiliares, cabe decir que (entonces y sólo entonces) Don Pillón es el mejor inspector con que cuenta la empresa. Otra cosa es qué tal fuese como vigilante, en tanto en cuanto, no es normal que conozca tantos trucos para escaquearse del trabajo.

 

Tan rígido como un cadáver congelado hace años, merecería llevar por apellido “Inflexiblez”. Don Pillón no deja pasar una y da parte a la empresa a la mejor ocasión (por no mencionar sus avisos al coordinador de turno a la hora que sea...) Probablemente lleno de odio, un inspector como éste (de los que disfrutan con su trabajo) no necesita de ningún agente externo para su supervivencia, dado que es probable que, como el alienígena Roswell, se alimente de su propia bilis. Tanto es así, que  ha provocado un cambio en las comunicaciones por radio dentro de la empresa. Cada vez que se ve pasar un coche oficial de la compañía durante el turno de noche, se escucha por el canal acordado la palabra clave que avisa de la inspección: “RATA”.

 

Este creyente en el lema de los inspectores de seguridad privada “Prefiero echar un tío a la calle antes que ir a su entierro y consolar a su familia” disfruta sin duda con su trabajo. De él se dice que rellena más de cien partes disciplinarios al mes, todos ellos con sanción. Que una vez mató a un vigilante de un susto (al parecer era sonámbulo y le despertó bruscamente) y que, cuando termina su turno de noche, sobre las siete de la mañana, se da sin falta un festín a base de bebés inmigrantes vivos regado con sangre de doncella.

 

Parece mentira que temamos tanto a un retaco enano, calvo y gordinflón (como Roswell), teniendo en cuenta que yo, personalmente, he podido ver a un inspector de otra empresa tan grande como un armario empotrado con las puertas abiertas. Eso sí que acojona. Imaginad la voz del mastodóntico inspector haciendo vibrar los cristales mientras su voz gutural afirma: VOY A METERTE UN PARTE, HO-HO-HO-HO.

 

Evidentemente hablamos de un personaje que, como Roswell, vive de su propio odio. Para hincar la rodilla en tierra, si hablamos de su dedicación (aunque sea una dedicación a joder al personal)  aunque, como a Roswell, sólo hay que descongelar a Don Pillón en caso de emergencia. Y a veces ni eso.

 

Sólo una vez vi su punto flaco. Estaba de turno con mi buen amigo Fauno y un jefe de edificio, con el que se llevaba muy bien apareció para pasar la noche con nosotros. A todo esto, Don Pillón hizo su aparición pecando de falta de cautela. Rebosante de cólera empezó a gritar que qué era aquello, que por qué dejábamos entrara cualquiera en la instalación y que por qué estábamos desatendiendo nuestras funciones viendo vídeos en un ordenador portátil. Las venas de su frente parecían explotar cuando nuestro amigo se levantó y se identificó como personal del cliente. Los poros de Don Pillón absorbieron de pronto toda la bilis que había supurado.

 

Tratando de calmar la situación, el jefe de edificio se acercó al inspector y le contó que estaba pasando por una mala racha. Estaba en trámites de divorcio y había decidido visitar a los chicos de seguridad. Conmovido, el super-inspector nos abrazó a los tres, rompió a llorar y gritó:

 

“¡LE COMPRENDO! ¡YO TAMBIÉN LO PASÉ MAL!”

VIGILANTES EN EL CINE Y LA TV

Hay una figura que empieza a ser explotada como personaje cómico en el cine y la televisión: El segurata. Y lo digo sin acritud. Con la de anécdotas que genera el trabajo, con la de cosas raras que se ven, y sólo se ven seguratas en la pantalla en el humor de oficina o como blanco perfecto para un agresor, sea éste le bueno o el malo de la película.

 

 

Una profesión tan antigua como la prostitución, e igual de considerada por la mayoría, debería tener más espacio en los contenidos del cine y la televisión, algo que, con el tiempo, se va consiguiendo. Y digo lo de la antigüedad de la profesión porque haciendo el curso de skeletor, no tuvo otra el señor instructor que ponernos un vídeo del superninja Jesús Eguía sobre el noble arte de proteger a las personas. El superninja comenzaba con una referencia histórica a raíz de un pequeño incidente que sufrió don Julio César en el Senado de Roma, allá por el Idus de Marzo del 44.C., por lo que, probablemente, su sucesor y sobrino, don Octavio, decidió que si necesitaba un armarius para cubrirle las espaldas, también necesitaba un pringatus para quedarse de pie en la puerta de cada edificio romano.

 

 

Ya en 1986 (y desde el Idus de Marzo pasó un tiempecillo) John Candy y Eugene Levy protagonizaron con una estupenda Meg Ryan “ARMADOS Y PELIGROSOS” una divertidísima comedia sobre un policía apartado del servicio y un abogado fracasado que acaban currando en este noble sector tras sendas incidencias que terminaron en un consejo judicial (“les aconsejo que se busquen otro empleo”)

La transición al complejo mundo del plantón y la ronda la realizan a través del típico curso de un día, en el que los protagonistas se cruzan con una legión de frikis a los que terminan llamando compañeros, con una prueba de tiro que termina con la muerte de un ave que pasaba por allí, con robos de blindados organizados por personal de la propia empresa de seguridad, con empresas que se forran gracias al desconocimiento generalizado sobre este sector y con mucho mamoneo sindical. Como si el guión previese lo que iba a suceder en España veinte años después.

 

El mundo de la protección de personas y bienes permaneció huérfano de atención durante mucho tiempo hasta que en “SEMOS PELIGROSOS, USÉASE MAKINAVAJA 2” (1992), la secuencia del atraco a un banco (al segundo intento y con la intención de pagar a Hacienda) nos da un momento mítico con el que nos podemos identificar: El destino de descanso. Me refiero al lugar a donde se manda al compañero (o compañera) que acaba hasta las narices pese a ganar una pasta gansa. Resúmase en la frase del segurata del banco: “Y eso que allí (en el País Vasco), sabe usted, entre pluses de peligrosidad y pitos y flautas me sacaba un pico, pero yo soy del parecer que es mejor comer menos y cagarlo a gusto”. Como todo compi quemado, arde en deseos de encontrarse con alguien para contarle su vida. La batallita. Otro gran vicio que tenemos en la profesión. ¡Y que disfrutamos!

 

 

Un año antes se estrenaba”TERMINATOR2”, que configuraba el papel más común de los profesionales de la seguridad privada en el cine y la televisión: El pato de feria. Nacido para morir por sobredosis de plomo (o de metal líquido, como le pasaba al bueno de Lewis- interpretado por los gemelos Don y Dan Staton. Andaba el pobrecillo comenzando la primera ronda de su turno de noche, sacaba un asqueroso café de la máquina e incluso se permitía invitar a uno a la recepcionista de Pescadero, una institución psiquiátrica que recluía, entre otros potenciales manos intermedios de empresa de seguridad, a la MILF Sarah Connor (Linda Hamilton).

El bueno de Lewis creía que sería su noche de suerte. ¡Miró el vasito de café y le había salido un Full! ¡Quizá se tirase a la recepcionista en su hora de descanso! Pero tuvo que llegar del futuro un hijoputa de polialeación mimética para joderlo todo. En particular el ojo del pobrecillo Lewis.

Y por favor. No nos olvidemos de los dos compañeros destinados en la sede de Cyberdine Systems ni del pobre compañero que estaba en la garita de la entrada del Psiquiátrico de Pescadero. Recibió dos tiros (uno en cada rodilla) por parte de un chistoso T800 que, encima, se permitió hacerle un chiste al típico mamoncete menor de edad al que toda la profesión apalearía hasta la muerte en el cuarto de seguridad de cualquier centro comercial. “Vivirá” dijo ese hijoputa de titanio y coltán, ¡Pero no volverá a trabajar por tu puta culpa cafetera blindada!

 

En 1999, siguiendo la tradición antes mencionada, vemos la secuencia más indignante desde el punto de vista de la seguridad privada. En MATRIX, un par de hijos de puta de diseño, vestidos en zara y armados en Europa del Este, deciden asaltar un edificio de oficinas para liberar a su líder terrorista.  

Para variar, el señor Smith y sus amiguetes trajeados (evidentemente mandos intermedios) salen vivos y coleando de ese edificio que vio el fin de cuatro compañeros y gran parte de la decoración de un hall precioso. No digo nada del equipo de asalto que aparece luego porque sólo hay que ver el material que llevan para saber que no pertenecen a seguridad privada.

 

 

En 2006, la Fox nos sorprendió con “NOCHE EN EL MUSEO” una peli muy tonta de la que sólo podemos destacar que, veinte años después, volvemos a ver en el cine una película cuyo protagonista es un segurata. Y me dejo en el tintero “EL PROTEGIDO” (Bruce Willis y Samuel L. Jackson, 2001) porque el trabajo de Willis no es trascendente en el guión –más allá de dejarlo por un mindundi-. De “NOCHE EN EL MUSEO” sólo destacar la frase "Debería cobrar más de 11,50 a la hora", y de “EL PROTEGIDO”, que es tan irreal que el jefe del protagonista se plantea subirle el sueldo porque nunca se ha puesto enfermo.

 

 

En televisión, la mayoría de pequeñas apariciones, como la de JONAN SEGURATA (una genialidad de “Vaya semanita”) o el Fariseo de Cruz y Raya, están eclipsadas por la actuación de Benito, el vigilante de Cámara Café. Personaje tristemente real, y tremendamente gracioso. Estoy seguro de que una noche trabajaré con alguien como él, alguien que antes que vigilante fue estrella porno.

Eso sí, si hablamos de televisión, hay una serie que lo tiene todo. Humor de oficina, cursos de un día, situaciones surrealistas, victimismo y una profesión anterior que nada tiene que ver con la seguridad. Hablo de DILBERT , en cuyo séptimo episodio (temporada 2) Scott Adams captó todo lo que es esta profesión (en el apartado de oficinas, claro) en tan sólo veinte minutos.

 

 

Sin duda mi favorito.