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Me Cago En Mi Vida

LA VIEJA Y LOS SERVICIOS DE EMERGENCIA

LA VIEJA Y LOS SERVICIOS DE EMERGENCIA

Corría la Semana Santa, y todo ese conjunto de puentes entrelazados que llamamos Abril y Mayo, cuando la Vieja (¡ya no tengo que decir senior) descubrió lo divertido que puede llegar a ser llamar a los servicios de emergencias fingiendo estar enferma.

 

Se veía venir. El primer aviso fue el Wilson que casi me denuncia (o eso dijo). ¡Llego a contar por ahí que le había obligado a volver a su casa a por el NIE... menudo pájaro. Detalles de gritos y flexiones a parte, obviando los electrodos conectados a la betería del coche, y, por supuesto, los latigazos y el curare, quedaba claro que algo olía mal en el Littlewindsorland.

La señora era capaz de subir tres o cuatro pisos para llamar al timbre, interrumpir mi ronda, y decir tengo un dolor agudo. No es tonta: Así nos obliga a Mauricio y a mí a llamar a los servicios de emergencia en lugar de hacerlo ella. Claro que la cosa duró poco: En cuanto al operador del 112 le daba por preguntar la identidad de la señora mayor que se encontraba mal, ya sabían de lo que iba. Respecto a cómo sabía en qué lugar del edificio se encontraba el vigilante en ese momento, es otro de los misterios sin resolver del mundo del mayor. Algo que ni el equipo de investigación de Júbilo ha podido averiguar... yo lo llamo EL GERONTOSENTIDO. 

El siguiente paso fue el Doctor Mondongo. No es su apellido, en realidad tiene uno francés de lo más común, pero su origen congoleño, su título de médico, su nacionalidad española y un mogollón de tópicos sobre el personal de seguridad privada llevaron a este impresionante diálogo:

 -         Por favor ¿Me puede decir su nombre? Tengo que apuntarlo en el informe...

-         No puede

-         ¿Que no puedo preguntarle su nombre?

-         No, no puede escribirlo

-         Déjeme probar: La M con la O... M-O-N-D-O-N-G-O 

¿Y por qué identificas a la gente? Preguntaba Mauricio, pues porque no la conozco y la instalación está cerrada, pues no puedes ir pidiéndole el DNI a la gente, además no entró por la puerta... ¡Excelente! ¡Al cliente le encantará saber que la gente entra en su instalación por la salida de emergencia del bar de al lado... De hecho, tenerme aquí por la noche es tirar el dinero, voy a pedirle al Departamento de Comunicación uno de esos maniquíes con el uniforme para sentarlo en la garita... prometo pintarle una cara sonriente en aras de la pro actividad... ¿Mi profesión? ¡Pito del sereno!

El buen doctor sólo fue el segundo paso. La tomó conmigo, más que nada porque tenía que ir a las once de la noche a ver a una señora a la que no le pasa nada... en mitad de un ataque de diarreas. Encima la señora le regaló (como a todo el mundo) un calendario. El suyo de las misiones salesianas... ¿Es usted negro? ¡Pues tengo un calendario que le vendrá como anillo al dedo! Parecía decir la señora con su gesto animoso... claro que a mí me regaló uno con osos panda... será por las desconexiones oníricas.

En cuanto a los servicios de emergencias, acabé tomando confianza con los del SUMMA-061. Ya tenía calculados los días que les tocaba trabajar a cada uno: El tipo de cabeza rapada con cara de mala hostia, el clavo de gafas que estaba quemado de ir a ver a la vieja, la chica delgada y agradable (en su primer día... el resto de veces andaba hasta los ovarios de la señora), el joven con barba al que le daba pena (se le notaba nuevo en esto) y uno con bigote que incluso aceptaba los calendarios...  supongo que ese sólo hizo una sustitución, porque no volví a verle. Finalmente, cada vez que nos veíamos, estallábamos de júbilo: ¡Hola otra vez! ¿Café? ¿Té? ¿Caramelos? ¡Coged uno, son Werthers sin azúcar!

 

Llegó el turno (un par de veces) del SAMUR SOCIAL. Una furgoneta transporta a un equipo de tres, a saber: Un tipo con barba y pelo largo y dos tías buenas... (lo llamo el Efecto Vietnam: De un tiempo a esta arte me parece que todas las enfermeras y auxiliares de clínica están buenas... debe ser todo ese fango y Agente Naranja que hay en los arrozales). Su procedimiento es: Llamar a la puerta. Preguntar por la señora. Pasar a verla. Salir diciendo que se automedica. Decir “A ver si podemos hacer algo”. Pasar unos diez minutos dentro de la furgoneta haciendo que hablan por su emisora. Irse con viento fresco hasta que les vuelvan a llamar (EFECTO “QUE CARGUE OTRO CON EL MARRÓN”).

 

En cuanto a los servicios municipales de Teleasistencia... nada como mandar a verla a una auxiliar, y que la señora se niegue a firmar su parte...

-         Oiga, agente, ¿Podría entrar en la casa de esta señora y darle al botón de llamada cuando lleguen los del SUMMA?

-         ¡Je! ¿Qué parte de la expresión “El allanamiento de morada es ilegal” no ha pillado?  

 

Desesperada ante la actitud de los servicios de emergencia (eso de llamar a las siete de la tarde y que apareciesen a las doce de la noche... lo que denomino EL EFECTO DEL PASTORCILLO Y EL LOBO) pasó a llamar a las ambulancias del SER-MAS  para pedir que la ingresasen... ¡que se mejore señora! Le solía decir mientras la veía salir tan contenta del brazo del enfermero... ¡Aquí estoy! De paseo con mi novio, que acaba de regresar de la Guerra de África.

Las de las ambulancias también están un rato buenas... recuerdo una vez que la vieja se empeñó en esperarles fuera del edificio, en un banco. No pude más: Señora, apártese, voy a sacarle una silla. La vieja esperó sentada a su ambulancia durante diez minutos murmurando entre dientes una especie de mantra demoníaco... parecía que fuese a estallar de un momento a otro para que, de sus restos, surgiese un demonio alado con un hacha, dispuesto a convertirme en su sacrificio de sangre a los dioses del Caos. Por alguna razón, el equipo de la ambulancia no paraba de darme las gracias... no sé por qué, si ella iba a volver de todos modos.

 

Una de las últimas veces, cuando ya nadie le hacía caso, decidió contarme sus dolores a mí... es que Mauricio ya había estallado y, como la gente del SUMMA, del SAMUR Social, del SER-MAS, y como el mismísimo Doctor Mondongo, sencillamente, no acudían a su llamada... o se pasaban la pelota entre ellos (EFECTO “¡QUE VAYA A VERLA SU P... MADRE!”). Allí estaba ella, con ropa para pasar la noche de excursión en el hospital... el sonido de la bolsa producido por el tembleque de su mano recuerda al cascabel que se le pone a los gatos para saber dónde están. La secuencia es digna de un clip de Oscar: 

-         Estoy que no me aguanto

-         ¿Se encuentra bien?

-         No me aguanto (mastica en seco)

-         ¿Pero se encuentra bien o no? Porque llevamos un mes con visitas diarias de los servicios de urgencia

-         .... chumchumchumchum (mastica en seco)... no me aguanto

-         Yo tampoco la aguanto, ¿Quiere que llame a Emergencias?

-         ... chumhcumchumchum... gracias

-         ¿Y por qué no llama usted? Señora ha recorrido cincuenta metros para veinr a decirme que no aguanta en pie...

-         chumchumchumchum... no me aguanto

-         ¡ME CAGO EN MI VIDA! 

Y es que son ganas de hacernos perder el tiempo (aunque... ¡bueno! para lo que íbamos a hacer) ¿Habéis oído la expresión más vago que la chaqueta de un guardia? Pues el guardia soy yo... la chaqueta se ha negado a salir del vestuario debido al calor.

 

La única persona que se ocupaba de la señora era el gay, peor esa es otra historia... tampoco duró demasiado. Eso sí, digamos que Micaela tenía la decencia de cambiarse para ir a verla vestido de hombre... ¡claro! La señora ya tiene unos años, y hay moderneces que un corazón cansado no puede resistir.

 

 

¿Qué acabó por hacer el entonces becario de Júbilo con esto? Pues dos noticias:

 -         “Ocho de cada diez llamadas a Teleasistencia se deben a la soledad”

-         “Las llamadas de mayores a emergencias debidas a la soledad tienen un coste para las arcas públicas de entre 4000 y 5000 euros por mayor al año” (dedicado a todos los que no hemos tenido beca para estudiar) 

Finalmente la crisis pasó. Se acabaron los días de fiesta, volvió a abrir el Supermercado, y la señora se reencontró con sus pasatiempos de siempre. Claro que, lo de ésta mujer con las tiendas de la zona es cosa de otro post.      

4 comentarios

Golfo -

A mí también me da pena, por lo de la soledad y tal... hasta que viene gritando porque tenemos el portal cerrado antes de las ocho... ¡Ni que fuese una comunidad de vecinos! ¡Cuánto esfuerzo es usar la llave!

Elisan -

pòbretuca abuela... como se tiene k sentir de soluca... k desconsideraos.. ira k no hacerla caso...

Golfo -

Nos dio un mes de abril completito... pero no me quejo: ¡Mira qué mes de junio está teniendo Rajoy! ¡JAJAJAJA!

El abuelo -

Jooooder con la abuela. Yo te juro que no soy así, de hecho, nunca me acuerdo de llamar a los de Teleasistencia, porque el alemán ese que esconde las cosas , me guarda no se donde el número de teléfono.

Un saludo