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Me Cago En Mi Vida

El Atraco (continuación)

El Atraco (continuación)

Me había quedado en el cierre a cal y canto del local hasta que llegase la poli. Los clientes, que habían salido por pies gracias a mi genial plan de evacuación (recuerdo: Salí del mostrador agitando los brazos y gritando ¡FUERA! ¡FUERA! ¡FUERA!) estaban ahora apelotonados contra los enormes ventanales del restaurante, dando puñetazos a los cristales al grito de: ¡Mi abrigo cabrones!... ¡El carrito de mi niño!... ¡Abrid la puta puerta bastardos!


Era la primera vez que veía al supervisor, un tal Ángel... el responsable de que no pudiese llevar mi móvil al curro, de que tuviese que sonreír a todo el mundo y de que mis putos pantalones no tuviesen jodidos bolsillos. El pedazo de cabrón cogió a María (una encargada ecuatoriana bastante maja) que había sido la rehén y se la llevó a urgencias. Además le ofreció dos días libres por el estrés... luego se acercó a mí, que hablaba con el segurata... el jefe de seguridad que sólo aparecía de vez en cuando. Angelito me miró con cara severa y me dijo: Aun te queda mucho que fregar... será hijolagranputa, ¡Y a ti te quedan muchos seguratas por poner en este jodido local!.


Con el segurata me llevaba mejor (¿coincidencia o clarividencia?) la primera vez que le ví, llegó casi a la 1:00 am, me negué a abrirle la puerta hasta que mi querida Prefidia me dijo que era el Jefe de Seguridad (sí, entre los dos o tres auxiliares que patrullaban en un coche entre todos los restaurantes de LURCA SA, él era el que más mandaba de los tres). Él recomendó que a los Ayudantes de Cocina nos diesen un curso de kárate (claro, si nos dejaban un arma bajo el mostrador la acabaríamos usando entre nosotros... imaginaos si nos convirtiésemos en Kingburger-kas). Después empecé con él una amena conversación sobre artes marciales, ¡Yo practico Jiujitsu!, dijele inocentemente...
¿Jiujitsu? ¡Me encanta! ¡Ataca los puntos vitales y tal! (esto lo decía haciendo movimientos tipo Bruce Lee), yo empecé a practicar Karate cuando no existía en Madrid, con el sensei Mizakuzi (en realidad no recuerdo qué nombre japo me dijo)... justo ahí ambos tuvimos que callarnos, porque le subnormal del supervisor nos interrumpió mandándome a fregar. De ser yo una mujer le habría demandado por dedicarme un insulto machista, pero claro... por culpa de mis 23 centímetros y de mis cojonazos me tocó ponerme los guantes y darle a la Scotch Brite.


Llegó la poli, y la cosa se tornó al revés. Perfidia me había dado una bolsa de cartón rescatada de debajo del mostrador y me encargó dársela a Amaya para que lo contara... qué falta de confianza, yo tengo estudios superiores y le dan a contar el dinero a una analfabeta funcional de ciento y pico kilos (probablemente porque no podría correr muy rápido si decidiese llevárselo). Busqué a ese pedazo de foca maleducada y le di disimuladamente la Burgerbolsa de cartón con 1400€ y pico dentro. Después llegó la poli y, por extraño que parezca, ese ballenato que no sabía ni deletrear su puesto de trabajo desapareció.


La respuesta al enigma ¿dónde puede haberse escondido una chica de unos ciento diez kilos en los 40 metros cuadrados de cocina que hay en el Burger la hallé tras registrar como un profesional las zonas restringidas del restaurante: Vestuarios... cuartos de baño... cuarto de basura... cámara frigorífica... cámara de brrrrrrrrrrrrrrr congelación (la diferencia de 4º a -20º se nota en seguida pero el morbo de poder contemplar a esa gorda de mierda congelada con mogollón de billetes de 100 y 200€ en la mano pudo conmigo). En la cocina hay una serie de mostradores que tienen (entre el suelo y la mesa) un pequeño espacio donde almacenar las cajas... no me preguntéis como cupo en ese limitado espacio una Líder de Grupo que vale por cuatro (al menos pesa como cuatro), tan sólo decir que la imagen de su enorme culo saliendo al exterior por debajo del mostrador ha sustituido a la horda de zombis en mis pesadillas. Allí estaba ella, acuclillada debajo del mostrador con un fajo en una mano, la bolsa delante, y su mano libre sirviendo de herramienta artimética auxiliar (es decir contando con sus gordos dedos).


Los dos policías nacionales hacían babear a las encargadas e incluso a la esbelta Perfidia, mientras Pluvia sacaba su acento de Las Rozas (o de la Moraleja... a saber) para tratar de narrar lo sucedido a los atónitos agentes, que habían llegado alarmados por alguien que les dijo que el atracador llevaba una pistola (¡claro! si no ni se molestaban en venir).

Éste es el relato del atraco que me tocó vivir. Un hecho real que parece sacado de un guión de Ivá. Sólo añadir que al final, incluso Pluvia me pidió que la acompañara al coche (creo que se olvidó de que nos odiábamos a muerte)... algo irónicamente positivo, porque el miliciano extremista que llevo dentro exclamó satisfecho cuando fabrique en casa mis propias granadas de Termita ya sé en qué vehículo probarlas. Poco después de irme del Burger hubo otro atraco en el que a la pobre Perfidia le dieron en su angelical cara con una gaveta del pan (una de esas enormes bandejas de plástico que manda Bimbo para abastecer al local). Tan sólo decir que la frase del todopoderoso Ángel (el supervisor) fue Tranquila, estas experiencias te van endureciendo poco a poco.

 

4 comentarios

Golfo -

Veamos, el lenguaje de programación de esta página es tan moderno que muestra primero el último artículo publicado... así que los dos nos hemos hehco un lío.

Los seguratas no fregamos los restaurantes que protegemos... ni siquiera se podría decir que los protegemos, más bien logramos (con nuestra presencia) que la aseguradora haga un descuento al dueño.

Damian -

jajajaja, mmmm en esta epoca eras segurata??sk no me cabe en la cabeza que hagan fregar el suelo a un segurata...es que no se por que pero no lo logro imaginar...en fin.
PD: no sabia que los a los atracadores les gustase tanto ir a robar a un burger king...

Golfo -

Como suele decir El Gurú "Yo jamás he dicho eso".

El abuelo -

Segunda parte de una vivencia única. Para que luego digas que tu vida es aburrida.