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Me Cago En Mi Vida

LA MÁQUINA DE CAFÉ

Hace poco que he visto la película ‘Superpoli de centro comercial’, un producto de comedia que repasa todos y cada uno de los tópicos sobre esta gloriosa profesión de segurata.

 

Y si alguna o alguno se ofende porque haya utilizado este despectivo que le quede claro que, tras casi cuatro años en la profesión estoy del todo convencido de que es una puta mierda de trabajo. Y de que sin nosotros, España sería un estado fallido.

En fin, que Dios tiene un sentido del humor muy retorcido.

 

Una de las frases del protagonista que más me han calado es la de ‘La mente es la mejor arma del oficial de seguridad’ (privada, claro... la poli lleva más artillería). Sólo un tópico se le ha escapado a los guionistas de esta película: ¡El protagonista era un fijo del turno de día! Ahí dejo una frase para la posteridad: ’No serás un auténtico segurata hasta que no te hayas acostumbrado al turno de noche’. ¿Y cuál es entonces la mejor arma del segurata nocturno? ¡El Café!  

Ahí va una super-historia para todos los cafeinómanos que hacemos turno de noche:

 

Desde hace un tiempo, el servicio de vending en la instalación que gloriosamente protejo (es decir donde finjo que trabajo) ha provocado todo tipo de altercados debidos a los precios desorbitados, a la mínima calidad del producto y a determinados errores técnicos de pringoso resultado (recuerdo a un compañero que tuvo que insistirle un par de horas a un inspector acerca de que la máquina de café le había escupido)

 

Los sucesivos cambios no sólo no solucionaban estos problemas, sino que añadían otros nuevos. Todo parecía solucionado con la llegada de LA MÁQUINA. Pero claro, LA MÁQUINA nunca había tenido que enfrentarse a un gourmet cafetero como yo.

 

Parecía la máquina de café perfecta: Calidad, café de marca, nada de fallos... ¿Cómo iban a pensar los diseñadores de máquinas de café que alguien sería capaz de apretar el botón de la opción café largo? Ahí empezó el choteo de mi compañero:

 

Resulta que hemos llegado al acuerdo de que cada vez invita uno a café. Resulta que a mí me gusta el café largo. Resulta que...

 

-         Chico, cada vez que te pido un café largo lo veo más corto...

-         Chico, si te llego a pedir un cortado ni te pone café...

-         Chico, cada vez que le doy a la opción café largo oigo unas risas enlatadas dentro de la máquina.

 

Colmada mi paciencia, inicié una investigación por método empírico-estúpido para resolver el misterio del café largo más corto de la historia. ¡Coño! ¡Es que una vez me soltó el vaso seco! ¡Ni azúcar me puso!

 

El primer paso era formular una hipótesis:

 

En el momento de montar la máquina, los técnicos de Cyberdine Systems, unos fieras a la hora de diseñar una máquina que mate, pero unos zotes cuando se trata de abastecer de café, se confundieron a la hora de pegar la etiqueta de ‘café largo’ y la colocaron en la opción ‘café irónicamente corto’, 'vaso vacío para que se rían de ti’ o ‘autodestrucción’.

 

Cuando consulté con el gran jefe caracortada, su respuesta fue aplastante: Cuando llegué a esta instalación, y por entonces el servicio se hacía con yelmo y lanza, hice la misma pregunta, y mi ‘centurión de equipo’ me respondió: ‘Sigue vigilando y no hagas preguntas’

 

Era hora de realizar una contra-hipótesis:

 

Las máquinas de vending, y en especial las de café, están diseñadas para adaptarse al gusto español por el café. Todos hemos visto "Terminator2", cuando el compi, un tipo regordete y con bigote se pide un cafetito para iniciar la ronda del turno de noche, y se puede ver que el vasito incluye un juego de póker para amenizar la ingesta y fidelizar al cliente. 100% americano. En el caso de España, al parecer, nos gusta el café corto e intenso. 'De cuchillo y tenedor', que decía un amigo mío. Y ante la imposibilidad de suministrar píldoras de cafeína con sabor a café, las empresas de máquinas expendedoras de café optaron por la opción del chorrito denso, tipo chupito, para evitar además que los empleados se tomasen más de cinco minutos para tomar café.

 

Hice pública mi contra-hipótesis, es decir, le volví a preguntar al jefe, y ante mi nueva duda me respondió: Como ya te dije hace diez minutos, un antiguo coordinador de nuestra empresa, un tal Julius Caesar, recibió esa pregunta por mi parte. Su respuesta fue clara: ‘Sigue vigilando y no hagas preguntas estúpidas o te crucifico’.

 

Era la hora de un estudio empírico.

 

Coste del estudio: 1,20 Euros por parte del vigilante estresado y otros 1,20 Euros por parte del que no paraba de reírse.

 

Objetivo: Demostrar que el sector de las máquinas dispensadoras de café está lleno de inútiles (aplicación del Síndrome del Cubículo Crónico al sector)

 

Procedimiento: Ir a la máquina, pedir un café de cada tipo y comparar la cantidad que la máquina dispone en cada vaso, que será marcado con un rotulador permanente modelo Edding 3000 de color rojo.

 

Observaciones: Tras un análisis visual concienzudo, y tomando como referencia las rayitas horizontales decorativas de los vasos como indicador visual de medida (no estoy para pasar de centilitros a decilitros) pueden observarse los siguientes datos:

-         En el café denominado ‘expreso’ la máquina llena la mitad del vasito de plástico con un líquido caliente y denso de color marrón oscuro que parece café.

-         En el café denominado ‘largo’, la máquina rellena la mitad del vaso más dos rayitas; aunque el café resulta un poco menos denso por estar aguado, de lo que se deduce que en el café denominado ‘largo’ la máquina dispone el doble de agua y la mitad de café (al menos la mitad de una rayita menos de café y rayita y media más de agua)

-         Cuando la selección es ‘café expreso de gran selección’, la máquina dispone cuatro rayitas menos de café, en la modalidad ‘expreso de gran selección’ y menos de una cuarta parte (un cuarto de vaso menos dos rayitas) cuando se trata del denominado ‘café largo de gran selección’

-         Cuando la selección es ‘Café corto’ o ‘Café corto de gran selección’ se observa con sorpresa que el vasito queda lleno hasta casi ¾ partes debido a que la máquina le añade un líquido blanco que parece ser (e insisto en lo de parece) leche. Incluyendo al menos tres rayitas de espuma. Cuando la selección es ‘Café con leche’ o ‘Café con leche de gran selección’ (y queda por dilucidar si lo de gran selección es la leche o el café) el vasito se dispone lleno a rebosar (debido a que no hay más rayitas en el vaso para contener la espuma) dando lugar a grotescas manchas y tronchantes accidentes.

 

Conclusiones: Tanto la hipótesis inicial (“Estoy rodeado de inútiles”) como la contra-hipótesis (“Este no es país para amantes del café”) son válidas a la luz de los datos observados en el procedimiento anteriormente descrito. La postura oficial del jefe de servicio incluía cara colorada, venas de la frente hinchadas y alto nivel de decibelios al preguntar “¡Quién coño vigilaba la instalación mientras vosotros jugabais con esa mierda de máquina!”. Dicha postura oficial no nos ayuda en absoluto a resolver la incógnita del café, por lo que he llegado a una tercera conclusión, o conclusión esotérica, que ahora paso a relatar:

 

¡LA MÁQUINA DE CAFÉ ESTÁ POSEÍDA POR MI MADRE!

 

Llego a esta conclusión por los niveles de ironía de la voz con la que la máquina me informa de que puedo retirar el producto ya elaborado, por el grado de confianza alcanzado por la misma (que ahora me trata de tú y no de usted) y por los consejos familiares y laborales que me ha dado antes de entregarme el vasito:

 

-         Fase 1: “Ha seleccionado café largo, pero como noto que tomas demasiado café y me preocupo por tu salud, mi niño, he decidido ponerte un cacao, que te mantendrá despierto sin causarte daños cardiovasculares.”

-         Fase 2: “Haces muy bien en pedir un café cortado con leche, hijito, ya puedes llevártelo. Ten cuidado porque está muy caliente.

-         Fase 3: “Has hecho una excelente elección con el Cacao instantáneo. Ahora búscate un trabajo mejor y cásate.”

 

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