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Me Cago En Mi Vida

DONDE NO HAY JERARQUÍA HAY VETERANÍA (I)

DONDE NO HAY JERARQUÍA HAY VETERANÍA (I)

Hay una cosa en el mundo militar (también en el policial... y por extensión tanto en el paramilitar como el parapolicial) llamado Espíritu de Cuerpo. No es más que una forma muy chula de denominar al corporativismo típico de tantas profesiones (nunca os metáis con un limpiador cerca de otro... ¡Harán piña!) y la razón por la que los soldaditos desfilan tan juntos, en formaciones cerradas, se dejan la piel por rescatar el cuerpo sin vida de un compañero u ocultan faltas al reglamento (y a veces cosas más graves) sólo por el tipo que está a su lado vistiendo el mismo uniforme.

Hace poco he dado una lección de Espíritu de Cuerpo a un chaval, un joven vigilante venido a más, que se ha pasado de listo después de haber hecho un par de turnos para mayores, esto es: Cualquier turno excepto el turno de día de los fines de semana. ¡Oh! ¡Miradme! ¡Ya podría ser el jefe de tooodo esto! parecía decir el jodío crío. Jodío Crío (acaba de nacer un mote cojonudo) me había hecho una grave afrenta... casi afrenta y media. Y como todos los inmaduros, fue incapaz de ver que era responsable de un daño antes de recibir el castigo. Os pongo en antecedentes.

Yo, Veterano

La primera vez que alguien me llamó eso de veterano fue Murci. Y la experiencia me ha enseñado que no hay que hacer caso de Murci. Ni siquiera cuando lleva razón (podía creérselo) El hecho es que desde el traslado de Rotenmeyer soy el cuarto vigilante con más experiencia. Lo cual no es decir mucho, pero sí dice más que los cuatro que vienen detrás de mí. Si alguien cree que eso me da derecho a tener un auxiliar-esclavo de grandes tetas a mi disposición está terriblemente equivocado. No hay suficientes para todos y se los llevan los que tienen más mili que yo. A lo que sí tengo derecho es a no aguantar que me diga cómo se hacen las cosas un bakala veinteañero con un cenicero por cabeza y más acné que sentido común. Jodío Crío es así, lo creáis o no. Una persona dulce y sensible atrapada e el cuerpo de un imbécil. Quizá algún día los Prosepsicólogos logren extraer a la persona normal que lleva dentro pero, probablemente, para entonces ya habrá cumplido los treinta.

La Afrenta

El devenir del destino ha provocado que nuestro glorioso jefe, Caracortada, se haya tomado unas vacaciones (lo cual es una forma de decir que se ha ido a trabajar en plan skeletor durante un par de meses a otros muchos lugares que no son Las Dos Torres). Esto ha dejado tres cosas: Un conflicto empresa-cliente de los que hacen temblar el suelo, un conflicto interno entre jefes intermedios, y más de cuatrocientas horas de vigilancia a cubrir entre los demás a lo largo de un par de meses. Sí, bueno, es en verano ¡Pero es un pedazo de marrón!

El caso es que, en el mes de julio, un servidor estaba haciendo un glorioso curso de verano en la Complutense que, a priori, me impedía trabajar entre semana. Y quedaba un día por cubrir. Todo apuntaba a que Jodío Crío podría hacer un turno de noche y mantener así la paz y la estabilidad en la Galaxia (a Anakin Skywalker le pedían muchísimo más) entonces yo podría terminar esa semana de curso y empezar a trabajar el viernes, sábado y domingo de noche.

Sin embargo, Jodío Crío guardaba un secreto inconfesable. ¡MIEDO A LA OSCURIDAD! Y no me refiero al reverso tenebroso de la fuerza. No sólo no quiso hacer ese turno de noche, sino que proponía que el siguiente fin de semana (que gracias al Dioni yo tenía en turno de día) cambiásemos para que trabajase yo de noche. Lo mejor fue su excusa: Tengo que ir a cenar con mi novia.

En tres años que llevo de segurata, Baby ha estado a punto de mandarme a la mierda en numerosas ocasiones por culpa de este estúpido trabajo absorbente. Llevo miles de cenas canceladas. Pero un parcial de cuarenta y ocho horas con miedo a la oscuridad no quería perderse los Gnoquis a la Gorgonzola de no sé cuál ristorante de la zona. ¡Y una mierda! ¡Este le tiene miedo al Vigilante sin cabeza! ¡O al Fantasma Cagón! ¡O a cualquier otro terrible monstruo imaginario surgido del sector de la seguridad privada!

Así que hice de tripas corazón. Llegado el fin de semana negro (porque lo que vi a lo largo de todo el fin de semana fue precisamente eso... el color negro de la semiinconsciencia) un fin de semana que empezaba el jueves, fui a clase mis cinco horas. Volví a casa, me fui a trabajar doce horas, salí por la mañana a las ocho, pasé una hora a lo Forrest Gump pero con bostezos en la facultad, tuve otras cinco horas de clase. Dos profesores llegaron a parar la clase para que saliese a tomarme un Red Bull. Después me fui a casa, dormí tres horas y me fui a trabajar otras doce.

Con un par.

Con un par de neuronas quiero decir...

Para más INRI, cuando acabé mi turno Jodío Crío había relevado a mi compañero. Llegaron unos obreros (los de la ñapa de Lampresa... seguro que el lector los recuerda) y, cuando le pedí por favor que los acompañase él, me plantó las llaves de la oficina delante y se sentó al otro lado del mostrador de recepción. Por eso digo que fue una afrenta y media.

 

Sólo los necios no tienen memoria

Hace apenas dos semanas, Jodío Crío se ganó una tercera calaverita junto a su nombre en mi lista negra. Estábamos juntos de noche (otra vez tuvo que tragarse este turno) Acabando el turno, le pedí que me recordase un detalle por si me olvidaba. Él aprovechó el momento para volver a pavonearse diciéndome lo que tenía que hacer para que no me cogiese le toro como si fuese un maldito novato. Sigo preguntándome qué parte de “Oye, recuérdame a las cinco que tengo que abrir estas dos puertas, no sea que se me olvide” no entendió. Sólo sé que le pregunté si había hecho muchos turnos de noche y me respondió “Unos cuantos”. En realidad los cuantos no llegan a diez... si algo me ha irritado de esto es que llevo tres años de turnos de noche y, en ese momento, me acordé de que por culpa del señor Unos cuantos, por culpa de ese jodío crío, yo había dormido tres horas en dos días hacía un mes escaso.

Fue ahí, señor psicólogo criminalista, donde nació la decisión de dar un correctivo a Jodío Crío. La historia que viene a continuación es una muestra de que, en tres años de segurata, me he convertido en un enano flaco, medio calvo y lleno de odio.

4 comentarios

Golfo -

Ya vaaaa...

aberracion -

Eh, que yo tambien lo leo. Y tambien quiero saber que pasa!!!

Golfo -

Calma, mañana (es decir... en unas horas)más.

Kanif -

¡No puedes dejarme así! Para un tipo que te lee... ¡Cuélgala ya!