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Me Cago En Mi Vida

MI VIDA ERA UN REMANSO DE PAZ ... PERO LLEGÓ ÉL

MI VIDA ERA UN REMANSO DE PAZ ... PERO LLEGÓ ÉL  

Mientras varios administrativos de mi gloriosa empresa se mataban a trabajar (es un decir) buscando dónde coño ubicarme (quiero decir buscando una excusa que me convenciese para hacer un plantón fuera de mi horario de disponibilidad en el glorioso Master de Tenis) recuerdo haberme fijado en la conversación que mantenían mi glorioso coordinador (una especie de Chicho Terremoto cuyo traje le quedaba tan grande como su trabajo) con uno de sus compañeros de oficina (uno de estos a quienes podría desplumar al póquer fácilmente) Mi señor y coordinador se quejaba de que el resto de sus colegas no le respondían las llamadas de teléfono (no los vigilantes eso es muy normal... ¡Los propios coordinadores!) Ante tal queja, su interlocutor, algo más veterano, esbozó una de sus sonrisas traicioneras (de las que le impiden ganar al póquer) y le dijo: “Pues mándame un e-mail”.

 

Chicho no para de llamarme por teléfono. Supongo que se ha enterado de lo del curso de Inteligencia Emocional y aprovecha para usarme como paño de lágrimas, porque no me lo explico. Su trabajo podría ser tremendamente fácil, él no coordina seiscientos servicios como el resto. A cada instalación se le asigna un equipo, y a cada equipo un responsable. Si dejas que el responsable y su equipo se organicen solos y te limitas a intervenir EXCLUSIVAMENTE cuando hay problemas, tu disponibilidad de 7x24 le daría el suficiente tiempo libre como para que su labor consistiese sólo en llamar a sus amigos para saber dónde ir a comer ese día (a Chicho le gusta llamarla así... siete días durante 24 horas... y a algunos nos gustaría comprobar si es cierto llamándole a las tres de la mañana... “Hola...  no podía dormir... y me apetecerían unas chuletas de cerdo... sí-sí sé qué puta hora es...”) Incluso le sobraría tiempo para patear las calles desahogándose a puñaladas con mendigos y prostitutas, como el hijo de la grandísima puta de Patrick Bateman (el de American Psycho) quizá podría aprovechar para hacer un curso de informática... de idiomas... buscarse un hobby... Joder, el Origami no es tan aburrido ¡Relaja un huevo!

 

Tras oír la aterciopelada voz de Chicho seis veces al día recordé la salida del otro coordinador. Le había pedido a este geniecillo del que hablo un cuadrante por escrito (más que nada para saber cuántas horas iba a trabajar este mes y dónde) y entonces se me ocurrió. ¡Eh Chicho! ¿Y si me lo mandas por mail?

 

Imaginad una planicie inabarcable. Imaginad que está cubierta por un perfecto césped, con un día radiante, de esos en los que el Sol brilla en lo alto sin una sola nube cerca. Imaginad que en mitad de esa planicie tan perfecta aparece una puta caja de madera con la inscripción “Propiedad de Pandora López. No abrir”. Imaginad que pedirle a mi coordinador que te mande un e-mail es como abrir esa caja.

 

Tras veinticinco mensajes del tipo “no me funciona el correo” me imaginé que Chicho estaría como el niño de ese famoso vídeo de Youtube, al que se le cuelga la conexión. Abrí una cerveza, encendí un cigarro y empecé a esperar tratando de reprimir mi risa tonta. Tardó dos días en enviarme un maldito archivo adjunto (una hoja de MS Exel) e incluso me dio un par de días de descanso (no me refiero a días libres... me refiero a un par de días sin llamarme por teléfono)

 

A la semana siguiente me volvió a contactar para preguntarme si me había llegado el cuadrante. Incluso me dijo que me fiara más de ese que del que había dejado en el centro donde iba a trabajar la mayor parte del mes (porque si no lo he dicho antes... sigo rebotando de un lado a otro) ¿Te refieres al que tiene una fecha posterior querido Chicho? Claro que en lugar de un archivo adjunto había cuatro... iguales... habría pagado por verlo adjuntando una y otra vez el mismo archivo. Le pregunté por qué tenía cuatro veces el mismo cuadrante, y me respondió que me fiase sólo del primero (¿?)

 “Sí, los otros los hice para... para el Ministerio de Marina... había un tipo de la Armada que... ¡Espera que tengo otra llamada!” 

Claro. Yo creía que me habían destinado a un edificio de oficinas, pero en realidad es una tapadera de la CIA (Ya me parece oír los gritos de esos yihadistas a los que les pelan los huevos a calambrazos) seguro que cualquier noche aparece un tipo con perilla y gafas arrastrando un carro, me llamará Barney y me invitará a una cerveza. Solo que, por alguna razón, he pasado más tiempo en la ciudad corporativa que en el servicio al que, se supone, estoy asignado. 

 

Ni os imagináis cómo echo de menos mi anterior destino. Monólogos tipo Gollum, recuento de baldosas, dolor de espalda por las dominadas que tenía tiempo y ganas de practicar  y un compañero que pasaba tanto tiempo allí dentro que su cuerpo se amoldó a la silla y no cambiaba de forma ni durante sus vacaciones. Mi vida era entonces un remanso de paz, un mar en calma. Pero se convirtió en una tempestad apocalíptica desde que llegó este tipo.

 

 (PD: Me ha llegado un SMS de la empresa ofreciéndome entradas para el Master femenino de tenis. Veo llegar la comadrejada: Un tipo vestido con traje en la puerta con un montón de uniformes a su espalda que me diga “Ya que estás aquí... Tú llevas una talla cuarenta ¿NO?”)

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