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Me Cago En Mi Vida

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EL BARBERO DE OPORTO

Cuando se trata de mi cabello soy un amante de los clásicos. No me refiero al corte clásico, con raya y gomina, sino del placer de que te corte el pelo un barbero de los de toda la vida. De los que tienen ese “turulo” blanco con rayas azules y rojas dando vueltas en la puerta. Ese tipo de hombres inmutables ante cualquier acontecimiento, que adornan su trabajo llevando una especie de batín sobre la ropa, y ocultan sus pensamientos tras una nube de tabaco negro. 

 

El caso es que hoy, mientras descargaba mi cabeza de pelo, ha tenido lugar uno de los momentos más raros que recuerdo  desde que llegué al barrio. Entra un señor ya mayor, al parecer viejo amigo del barbero (y al parecer de la misma quinta) y empieza a admirar el trabajo que su amigo realiza con mi cabellera. ¡Joder! ¡Yo quiero uno igual! Decía el “abuelete”, ante el que el profesional de profesionales –con el Coronas sin despegarse de los labios- le respondía que ojalá pudiera. ¡Tú lo que estás es muy acostumbrado a hacer lo que te da la gana! ¡Quiero un “pelao” así, como el de este hombre y tú me lo vas a hacer!

 

El sabio y tranquilo barbero trataba de hacer comprender al buen hombre que no hacía otra cosa que luchar contra la realidad. Contra los molinos de viento que le habían dejado “como una bola de billar” y que, como mucho, podría disimularle un poco el brillo del casco moviendo los pelos que le quedaban en las sienes y el cogote.

 

¡Mucha cara tienes! ¡Quiero algo así porque estoy harto de ver a los jovenzuelos llevar el pelo como yo “estoy obligado a llevarlo”! ¡Rapados por arriba y con melena en el cogote! ¡Yo quiero un “pelao como el de este señor” –Me encanta que me llamen “señor” peor en este caso me ha llamado la atención porque es la primera vez que alguien con más de diez años lo hace- ¡Te voy a decir cómo quiero el pelo! ¡Voy a hacerte un dibujo!

 

Traté de no partirme de risa ante la discusión. Sobretodo cuando el barbero le explicó al amigote que llevaba cortándole el pelo desde los dieciséis años, y que hay que adaptarse a los tiempos. Sobretodo cuando los tiempos te dejan casi sin pelo en la cabeza.

 

¡Pues muy mal! ¡Soy tu cliente y siempre llevo la razón! ¡Mira el dibujo para que veas cómo quiero el pelo! –El barbero observa el dibujo sin inmutarse (sólo he visto hacer esto a Eugenio y a este hombre) La ceniza del Coronas aguanta “in extremis” para no caer sobre el ejemplar de La Razón (¿Dónde se ha visto un barbero o un sastre que no sea conservador?) en el que su amigo ha dibujado el boceto- ¿Y a esto lo llamas dibujo? ¡Esto son cuatro rayas! ¿Qué son? ¿Tus cuatro pelos?

 

El hombre se acerca a mi y me dice ¿Sabe usted que yo soy sastre? (una vez más la alianza del sastre y el barbero) ¡A mí algunos me piden trajes “de los que casi no se pueden abrochar”! ¡Y otros “de los que dejan correr el aire”! ¡El cliente manda y se hace lo que él pide! ¡Y se hace a la medida del cliente!

 

El Coronas del barbero cobra vida y explica al caballero que hay clientes y clientes, que no hay dos personas ni dos gustos iguales, pero que hay cosas que no se pueden hacer.

El Coronas, entre medias, también le pregunta al caballero si mide a sus clientes con la misma cinta métrica con la que se mide sus pelos.

 

Al momento, el barbero acaba su labor, y el Coronas me informa del precio. Muy poco por un corte de pelo con espectáculo. Mi amigo Jose cerró su tienda de prensa, pero en ningún momento me quedé huérfano de lugares donde encontrar una divertida conversación.

ESTRESANDO AL ESTRESOR

Una vez más, he de dedicar una entrada en este blog al principal obstáculo para llevar una vida cómoda y sencilla. El mayor grano en el culo, el tumor maligno que crece alimentándose de mis tejidos. Vuelvo a hablar de los comerciales y sus estrategias para evitar que vivamos con tranquilidad.

 

Basta que llames a una compañía de telecomunicaciones, como he hecho yo hace un rato, para encontrarse con la última estrategia de confusión del consumidor. La he denominado Estrategia Snatch, por su parecido a la estrategia de negociación que tenían los gitanos irlandeses (la banda de Brad Pitt) en dicha película. La clave para entender la Estrategia Snatch en la completa confusión del consumidor es que al comercial no se le entienda una mierda cuando habla.

 

“L’nformo q’tenems n’ferta n’ampliación d’ su pack-duo q’cduca’díad’hoy pr’cincnt’neve c’noventa euros.

¿Lqda alguna duda, sñor Golfo?”

 

Sí. Tras pedirle que repitiese tres veces entendí la palabra “euros”. Compárese con uno de los momentos estelares del gitano interpretado por Brad Pitt en “Statch, cerdos y diamantes”:

 

“Quierrunacarrvana... ¡Unacarrvana! Amarillmelcotón.

No-é pa’mí... é-pa’mi’mami...”

 

Encima, te piden que no cuelgues porque te van a hacer una encuesta de calidad.

 

Ante semejante atentado a la dignidad y la estabilidad mental del ciudadano consumidor, propongo una acción directa y contundente que disuada a estos enemigos de Dios (el Corán ordena aterrorizarlos, pero estoy convencido que el primer requisito para ser comercial es desconocer el miedo... el miedo al ridículo) Propongo algo más allá de los consejos de los Prosepsicólogos para evadir las tensiones acumuladas (lea la entrada anterior) Propongo...

¡Estresar al estresor!

 

Caso real

(a los seguratas nos encantan los casos reales)

 

Hace unas semanas llamó a mi puerta uno de estos socios de Satán para venderme una conexión a Internet. Vengo a instalarle una conexión a... me decía el incauto comercial, desconocedor de su futuro inmediato (esa es sólo una cosa que desconocen... en realidad desconocen muchas más cosas... cosas como la vergüenza, la dignidad o la honestidad)

 

Deme uno de sus recibos de teléfono y...

 

Hay una cosa que odia todo comercial: Que le den una lección. Vienen a la puerta de tu casa a venderte la burra aunque esté coja. A aprovecharse de ti. Por eso odian que te aproveches de ellos.

 

Chico, la tuya es una oferta muy tentadora

 (pese a los cuernos en la frente y el olor a azufre)

 pero primero voy a llamar a mi operadora de telefonía para ver si les puedo sacar algo.

Dame una tarjeta de visita y, si eso, te llamo yo...

 

*Error 404.

Reinicie el sistema e inténtelo de nuevo

porque a tu procesador no le da la gana de funcionar*

 

El chico se quedó así. Colgado. Como mi ordenador cada veinte minutos. Algo en su disco duro no pudo identificar las palabras que le solté y fue incapaz de procesarla sin soltar un galimatías de gruñidos e incoherencias.

 

-         Eeeeh... yo soy comercial... he venido a instalarte el Internet, no a que le saques regalos a tu operadora de telefonía...

-         ¿Eres comercial y no tienes tarjeta de visita?

-         Sí... sí. Toma...

 

El chico me dio un papelito en el que ponía “Seleccionamos jóvenes para trabajo estable” Supongo que ese flyer era su tarjeta de visita. Uno que le dieron y cuyo texto se creyó. Después agachó las orejas y decidió irse del edificio. Posiblemente en busca de un árbol alto y una cuerda.

 

Ya sabe, querido lector. Sea sincero y asertivo con los comerciales. Cuando le den la mano y le llamen amigo, no les de tiempo a comentarle su interesante oferta inigualable. Dígale que se beberá su sangre y se aprovechará de los mejores años de su vida. No hará ningún mal, sólo le dará un empujoncito para que cambie de vida y se reinserte en la sociedad buscando un trabajo de verdad.

SUPER PAELLA ME

 

Nunca hasta la pasada Nochevieja me había planteado lo confusas que son las recetas de cocina. Sobretodo en lo relativo a las proporciones. Sin embargo, me dispuse obcecado a dar de cenar decentemente a mi parienta y a mi suegra, ataviado de delantal y estúpido gorrito, y con toda la intención de expresar mi talento y genialidad frente a la vitro. Fueron horas y horas de corta-trocea-cuece, sofrito incluido, aprovechando parte de los manjares contenidos en la cesta de Navidad (obra y gracia del señor cliente... que si es por mi empresa me como los doce panchitos en lugar de las doce uvas) para preparar la madre de todas las paellas. Los vinos estaban bien seleccionados. El postre a punto (será por turrón...) e incluso los aperitivos salados me habían salido bien.



Es ahí donde quería llegar. Todos conocemos historias de personas que –dicen- ganaron una demanda a McDonald´s porque se quemaron con el café o el té, dado que en el vaso no había ninguna advertencia acerca de la temperatura de la bebida. Incluso una vez oí la historia de un tipo que trató de secar a un loro en el microondas y luego le ganó la demanda al fabricante por no advertir que un horno no es el lugar más adecuado para secar a un pájaro de compañía (... pobre loro). A todos nos ha pasado que, al ir a preparar un combinado de cualquier clase, echamos las dos cucharadas que indican las instrucciones... pero ante la duda de si deben ser cucharadas de café o soperas, mejor que sobre a que falte.

Esto último me ocurrió hace años preparando una infusión de valeriana.

Aun sigo bostezando.


Iniciado el debate sobre las proporciones, dígame usted lector: Cuando en el paquete de arroz indica dos vasos y medio de arroz por uno de agua... ¿Por qué narices no especifican el contenido del vaso?


ALIMENTE A TODO UN REGIMIENTO DEL VIETCONG

CON LA CENA DE NOCHEVIEJA QUE PREPARÓ GOLFO

Sí. Aquella infusión de valeriana le costó a la malvada bruja años de investigación y desarrollo en cuestión de manzanas somníferas, en lugar de invitar a Blancanieves a una sencilla infusión.

Aquel Colacao que preparé con ocho años se levantó, me miró y me dio una colleja.


Va para tres días que pasó la nochevieja y todavía sigo teniendo paella en la nevera.


Y a mi me encanta el arroz. Y si es paella mejor. Cuando estaba en la facultad, organizaba la semana para comer en las cafeterías de distintas facultades de la Ciudad Universitaria, de manera que pudiese comer paella a diario. Era maravilloso: Cada día de la semana una cafetería de facultad incluía este almuerzo de los dioses, y ahí estaba yo con la servilleta al cuello. Golpeando a mesa con los mangos de los cubiertos.



El caso dio otro giro de tuerca cuando Baby llegó a casa cargando una bolsa. Venía contenta ella hasta que entró en la cocina. Resulta que había pasado por El horno de la abuela, una tienda de comidas caseras para llevar que hay en el barrio, y por comprar una ración de paella le habían regalado otra.


Solemne, dejó la bolsa sobre la encimera de la cocina, me miró muy seria, tras echar un vistazo a la enorme cazuela llena de arroz amarillo con cosas y me preguntó:


Bubú (van a pasar siete años que llevamos juntos y aun no sé por qué demonios me llama así)

¿Has vuelto a convocar una manifestación para apoyar el Plan Hidrológico o qué?”


Gracias a Dios, su señora madre no trajo paella cuando llegó a casa...


A la mañana siguiente, la primera del año, se impuso un desayuno fuerte. Es algo que admiro en los gringos: Su capacidad de zamparse unos huevos con salchichas, tostadas, café y zumos. Por eso dominan el mundo.

Deseé a Baby que disfrutara de su desayuno de destrucción masiva. Sobretodo de la variedad de sabores y colores, porque queda claro qué es lo que vamos a almorzar y cenar durante las próximas semanas. Como para hacer un documental y llamarlo Super paella me”.


¡Trágate esa Morgan Spurlock!

 

FELIZ CUMPLEAÑOS, BABY

FELIZ CUMPLEAÑOS, BABY


Ayer ha sido el cumpleaños de Baby y, felicitaciones a parte, una auténtica odisea de día para quien suscribe esta entrada. Vea la fotografía. Digiérala. Después lea el texto y, quizá, logre comprender lo que he tenido que aguantar.


Cuando era joven, en el colegio, nos dieron a leer el famoso artículo costumbrista de Larra, "Vuelva usted mañana". Un texto que me traumatizó, más que divertirme, y que me ha formado como el hombre menos organizado que conozco. Básicamente intento devolvérsela a esa panda de vagos que, sin duda, intenta por todos los medios sabotear mis objetivos, sean cuales sean. ¿Por qué comprar un regalo con antelación cuando se puede hacer el día antes? Y de hecho: ¿Por qué comprarlo el día antes cuando se puede comprar la mañana misma del cumpleaños?


Si ha pensado en por qué comprarle un regalo de cumpleaños a la parienta, pese a haber cimentado una relación en la costumbre y la omnipotente rutina (une tanto a la pareja como una hipoteca) sepa que le tengo un especial cariño a mis testículos, y no me gustaría separarme de ellos. Como dijo el Gran Moff Tarking "El miedo mantendrá en orden los sistemas locales... el miedo a esta estación de combate".

Fase Uno: Regalos.

Salir disparado al FNAC. Llegar cuarenta y cinco minutos antes de la hora de apertura y esperar dando vueltas al edificio mientras se contempla a un montón de gente que no tiene otra cosa que hacer un domingo por la mañana que... ¡Ir al FNAC! Partirse de risa al leer un cartel en la puerta que reza "ABRIMOS 24 HORAS" y aguantar el choteo de los PROSEcompañeros que están allí de servicio, en particular cuando uno salió de una puerta y me preguntó:

"¿A que busca usted esto? Es por una apuesta con mi compañero...".


Entrar, ir a la sección de libros, agarrar los dos últimos títulos de Terry Pratchett (nada mejor para quedar bien con una dama) ojear, pillar para mí uno de Anthony Beevor y volver a casa antes de que la niña se despierte.

¡Ja! ¡Soy un genio! ¡Tanto que la pillo tomando café y hablando por Skype con su señor hermano.


FASE Dos: Comestibles festivos.

Pese a que la niña había comprado un pack para preparar la Galleta Oreo más grande del mundo, ¿Qué clase de gallardo varón sería yo si me presentase en casa sin una tarta y un ramo de florecillas?

Pitando otra vez para la calle. Voy al puesto de flores que está junto al metro, pero debieron pensar que nadie importante cumpliría años ese día porque estaba cerrado a cal y canto. Objetivo secundario: Floristería de las de toda la vida. Una vez compré allí un terrario de cactus para mi señora madre y se lo mandé por Interflora así que el señor dependiente, que en absoluto aparenta tener pluma, será la solución a mis problemas.

La solución de mis problemas se dio de bruces con la dura realidad. Miento. Quien se dio de bruces fui yo, y la dura realidad era el cierre de metal de la floristería, que tampoco consideraba que nadie importante fuese a cumplir años ese día.


¡A la mierda! ¡Una tarta y va que arde! Entro en la pastelería más cercana y observo una serie de gloriosas tartas con el tamaño perfecto, no tan grande como para que diga "Felicidades pedazo de gorda", ni tan pequeña como para decir por sí misma "Opino que tu país necesita ayuda humanitaria urgente". ¡Era perfecta! ¡Y de fresa! ¡Con lo que le gusta a ella el color rosa!


Una dependienta latinoamericana me sonríe y me pregunta "¿Qué le pongo, ah?" Mi frustración por las flores y la contrarreloj para conseguir los libros me han sacado de mis casillas. Barajo la posibilidad de responder "¡Me pone usted enfermo! ¡Fea!" pero, dado que es un día muy especial, opto por pedir simplemente una moneda de chocolate tipo Euro Gigante, una barra de pan y la tarta de fresas. No es plan de ponerse borde ni de hacer comentarios racistas que me harían degenerar, del energúmeno lleno de odio que soy, a un energúmeno lleno de odio realmente imbécil.


Pago, salgo de la tienda feliz, pensando en mi recompensa (en forma de sexo salvaje) cuando, al ir a cruzar la calle alguien decide que no estoy ahí, en medio, en su camino y... ¡TCHAFF! Un trozo de acera se convierte en segundos en arte moderno.


Con las venas de la cabeza hinchadas entro de nuevo en la pastelería -"Hola, soy yo otra vez..."- para darme cuenta de que no tienen más tartas de fresas. De hecho no les queda nada de color rosa. "¿Qué le pongo ahora, ah?"

¡Trufas! ¡Trufas y chocolate! Idóneos para una tarta de cumpleaños. Así que omito el improperio destinado hacia la pobre dependienta de la pastelería, que ha tenido la decencia de no reírse al verme entrar de nuevo, hago el pedido, lo pago, y me dirijo a casa pensando en que, al menos, un pedazo de esta tarta tan cojonuda me hará olvidar la mañana de mierda que estoy teniend...

¡TCHAFF! ¡¡¡NIÑO ME CAGO EN TU PADRE!!!


He chocado con dos gilipollas

que han arruinado mis dos tartas.

Se lo dije a mi ira y mi ira cesó.

Contemplé la acera junto al paso de peatones

Una forma de arte moderno

que haría que Andy Warhol me alabase

...

Se lo dije a mi ira...

Mi ira me pidió por favor que ignorase el hecho de que las chicas de la pastelería se estaban meando de la risa.

 

"Sí, sí, soy yo de nuevo. Hoy podréis cerrar temprano. Gracias por intentar dejar de reírte"

Ya no había tartas de fresa. Ya no había tartas de chocolate. ¡Qué demonios! ¡La de limón! Por lo menos las tartas de limón tienen un color amarillo estival que siempre puede alegrar el día o, por lo menos, provocar sensación de hambre. Cuando la chica dejó de convulsionarse por la risa me cobró la tercera tarta de la mañana. Supongo, querido lector que quieres que te ahorre la descripción del breve momento en el que INTENTÉ llegar a mi casa con la tarta. También le ahorraré el ¡TCHAFF! El arte moderno y el plagio a William Blake...


 

Si Rowan Atkinson pudiese verme me denunciaría por plagio.

 

Pensé en los cerca de cincuenta euros

que llevaba gastados en tartas...

Pensé en William Blake

partiéndose de risa a mi costa.

Se lo dije a mi ira. Mi ira aumentó.

Entré una vez más en la pastelería de las mil carcajadas...

- Paresse que a alguien le gustan mucho los dulsess...

- ¡PUES A MÍ ME PARECE QUE LO QUE HAY ES MUCHO IMBÉCIL SUELTO POR LA CALLE PARA SER UN PUTO DOMINGO POR LA MAÑANA!

A estas alturas, con el mostrador vacío, mis opciones se reducían a tres clases de donuts gigantes y a una ¿Tarta de ensalada? ¿Qué cojones es eso de una tarta de ensalada? ¿Una tarta con tomates y lechuga? ¿Eso blanco es nata o mahonesa?

 

"¡Señorita! ¡Deje de reírse, coño!"

Evidentemente cambié de tienda. No por las risas de las dependientas, la encargada y las cinco abuelas que habían venido a comprar el pan y se habían quedado los últimos quince minutos sólo para ver qué me pasaba a continuación. Sencillamente cambié de tienda porque, si me presentaba en casa con una tarta de ensalada, Baby me la metería por el culo. Nada de hacérmela tragar, no.

 

Vuelva a mirar la foto del principio. Ahora lo comprenderá todo


Así que me dirigí a un establecimiento que no visitaba desde que subieron los precios de los cereales. Pedí, pagué, apliqué todos mis conocimientos de skeletor en el trayecto de vuelta a casa y, cuando Baby me abrió la puerta le dije:

 

"Cariño, te presento a tu pizza de cumpleaños"

MOMENTOS GLORIOSOS

Estoy harto de que tantos momentos maravillosos, momentos que deberían volcarse de cabeza en este blog, se pierdan como lágrimas en la lluvia. Me ha ocurrido hace un par de horas, cuando tomábamos unas cervezas en el bar de Miguel, Baby,Murci, Moni (una amiga) y yo.

A todo esto, entra una pedazo de piba con un modelito que quita el hipo: Un top de tirantes escotadísimo y de los que permiten que el ombligo respire con unos shorts que deberían calificarse más como lencería que como pantalones. Pregunta por la máquina de tabaco. Todo el bar enmudece. Y justo cuando reina el mayor silencio, cuando resuena el eco de los crijudos de cuellos (cuellos femeninos incluidos) por girar la cabeza para ver lo más parecido que hay en este mundo al culo de Dios, va Moni y dice:

 

 

"... Y si se pone tonta me la tiro hasta yo..."

 



 

V DE VICTORIA

Recuerdo una clase del Máster en la que un analista nos hablaba de Líbano y Afganistán. Decía que la clave para la solución estaba en marcar el ritmo del conflicto, en imponer la propia estrategia al enemigo. Que por eso íbamos perdiendo. Porque ellos partían de haber perdido y tenían la paciencia de seguir "erre que erre" durante décadas. Hombre blanco no tener tanto tiempo.

La paciencia es la madre de toda victoria. Al menos la de toda victoria por desgaste. Ayer, El corrupto ha claudicado: Después de cinco años tendremos sillas nuevas.

La historia empezó como quien no quiere la cosa, con la típica obra molesta de todos los veranos. La típica obra del tipo os jodéis porque hay que cambiar todas las cañerías del edificio. El típico convertiremos las zonas comunes de tu edificio en Beirut. Hace un mes petó un pozo bajo el edificio. ¿Cortes de agua en Julio? Bueno, en enero me dejaron sin agua caliente. Ajo y agua es lo que recomiendan en estos casos: A JOderse Y AGUAntarse. Al fin y al cabo, vivo en una zona que está permanentemente en obras. Así son los sufridos propietarios de viviendas en alquiler. Claro que ahora la coyuntura ha cambiado:

Ahora el precio de tu vivienda está por los suelos. La subida del alquiler que nos calzó no cubre la subida de su hipoteca (trágate esta cerdo) y, si nos vamos, pierde incluso más. Ahora es cuando mi casero tiene la lengua marrón de tanto lamerme el culo. Y no ha hecho falta denunciarle por ser un poli corrupto, ni ir a Hacienda a comentarles cuántas casas tiene en Madrid, ni soplarle a su mujer lo de sus amantes. No. Ha sido la crisis.

¡Y que viva la crisis! ¡Y que no se acabe nunca!

Cada vez que hay una crisis alimentaria baja el precio de un alimento básico: Que si la carne de vaca, que si el pollo, que si el pescado. Las crisis actúan como reguladores de la economía, y me parece que debería haber una cada cierto tiempo para controlar los precios. No sé quién es el responsable de lo que le está pasando a la economía. Ignoro si es culpa de Zapatero, de Solbes o de . Si son los chinos consumiendo petróleo como si se tratase de cerveza, los moros o los especuladores del petróleo. Sólo sé lo que les quiero decir:

¡A trabajar! ¡Que no se acabe la crisis!

LA EDAD DE HIELO

LA EDAD DE HIELO  

Tengo que retirar los carámbanos de mi nariz para poder escribir esto sobre un teclado helado debido a una situación que me tiene hasta las narices. Odio, y siempre he odiado a quienes se quejan de los inquilinos y de las duras condiciones que, al parecer tienen que soportar los que ponen en alquiler una vivienda de su propiedad. ¡Pobrecillos! ¡Tienen que arriesgar su patrimonio para poder comer! Y los malvados arrendatarios quieren aprovecharse de ellos porque el malvado gobierno protege a quienes no tienen un techo propio, pese a La Constitución dice que tienen derecho a ello.

Sí. Seguro que en mi situación tú también querrías tener un arma de fuego a mano.

Es enero. Hace frío, y yo no tengo calefacción ni agua caliente. Hace un año que no tengo sillas, y gracias a una amiga, pude cambiar el sofá de tortura que nuestro casero nos encasquetó (una verdadera máquina de romper espaldas) por otro más cómodo, y una tele ridícula (debía ser japonesa por lo pequeña que era) por otra que le sobraba la chica. Hace más de un año que hay problemas en casa para recibir visitas porque nuestras sillas se jodieron. Se desarmaron, sencillamente. Más de una no soportó el peso del gordo-gordo culo del Gurú... otra petó porque tenía encima el culito peso-pluma de Baby. El caso es que, cuando vienen a casa familiares de Baby o de Murci, alguno tiene que comer sentado en el puto suelo.

Sí, como otro propietario de vivienda en alquiler se queje de sus penosas condiciones me lo cargo a hostias.

Aquí, en mi exilio siberiano, trato de arreglar unas putas persianas llenas de mierda que tienen más años que el mayor de mis sobrinos (que en verano cumple su primera década... Ooooh verano. Calor...) Mientras trato de hacer funcionar el sencillo mecanismo, deseo estar en el jodido desierto del Sahara. A ser posible de día, porque si anochece no voy a notar la diferencia.

¿Cómo? ¿Que no puedo recibir ayudas al alquiler ni desgravaciones fiscales porque El Hijoputa no ha depositado la fianza en el IVIMA? ¡Qué majo! ¿No? ¡Me gustaría comprobar cómo reacciona al efecto de los explosivos!

Cada vez que nos quejamos al casero, a ese munipa corrupto y explotador que tira por el WC cada céntimo que ingresa, porque si no, no me explico que alguien que tiene más de una casa en Madrid, otra en Extremadura, una tienda de bicicletas y yo qué sé que más, no llegue a fin de mes; nos dice que no tiene pasta, que en el contrato viene especificado que ese es nuestro problema o, sencillamente, que no le sale de los cojones. Cada vez que les digo a mis compañeros de piso que le denunciemos, o que nos agenciemos un mortero de 81mm y bombardeemos la casa de su puta madre, me dicen que no es para tanto. ¡Ese flipado de Golfo! ¡Descuídate y te monta una guerrilla en Carabanchel Bajo! Pero cuando hay problemas, me vienen con que hable yo con el casero, que mejor que lo solucione yo.

Cualquier día, chicas y chicos, me saco el carnet de conducir, me compro ropa de cuero, agarro a Verdi y me echo a la carretera a asaltar a los viajeros y a robarles gasolina... ¡Mad Golfo Max!

Poco antes de verano hubo una revisión de Gas Natural. La caldera estaba bien, sólo una filtración de agua en el manómetro. Sustituirlo costaba unos 40 pavos; pero Pepe Gotera, por ahorrárselos, trató de arreglarlo y se lo cargó. Seis meses de sobrepresión después, en una caldera con diez años, la cosa se jodió. Ahora es invierno. Hace un frío de cojones. No tenemos calefacción ni agua caliente, y la avería de 40 pavos ha subido a 400 por culpa de no sé qué válvula. Al corrupto le han dicho que lo mejor es que sustituya la caldera por otra nueva, de 1000 pavos. ¿Sabéis con qué ha saltado ahora? ¡Con que tenemos que pagar la mitad! ¿Sabéis qué me dice el trío maravilla con el que comparto el frío techo lleno de carámbanos? ¡Que hable yo con el casero!

Eso, sabiendo que Simo Häyhä no necesitaba calor artificial para enseñarle a los soviéticos que no eran bienvenidos en Finlandia.

¡Y una puta mierda!

¡Bienvenidos a la edad de hielo!

¡Bienvenidos a la supervivencia urbana!

FELIZ AÑO NUEVO& FELIZ NAVIDAD

FELIZ AÑO NUEVO& FELIZ NAVIDAD  

Creo que era la noche después de Navidad cuando, al despertarme, pude ver mis regalos. ¡Como un niño me sentí, coño! Tras tan larga espera, tras tres turnos de noche en fechas tan señaladas, tras derramar lagrimones por los detallazos de la empresa cliente: Que te regalen una navaja multiusos con las tres iniciales de la empresa que proteges, un lote de Navidad -botella de Cardhu de 12 años incluida- y una botella de cava para aderezarlo es algo que me llega al corazoncito.

Pero fue lo de ver el contenido de aquella preciosa caja envuelta en papel de regalo (y lacito chorra adherido) lo que me hizo volver a la infancia. Sí, ya habían llovido las coñas del tipo "A tu mujer se la está tirando Santa... nunca debiste pedirle un Volvo..." las llamadas y SMS de felicitación de aquellos que libraron porque yo pringué, de la familia lejana. Fue entonces cuando abrí aquella caja impregnada con los colores de la bandera soviética. Eran de esperar los discos, me sorprendió qué coño hacían allí unos auriculares con micrófono, pero lo principal que llamó mi atención fue un cascote. ¡Un auténtico pedazo del Muro de Berlín! ¡Con su ZERTIFIKAT de autenticidad y todo! Imaginad de qué se trata... ojito a este trailer tipo Black Hawk Down!

Joder... seguro que incluso tiene restos de cerebro de alguien que trató de saltarlo 

No logro imaginarme cuánto voy a disfrutar con este juegazo. ¡Todo un detalle Santa! ¡Te perdono que me calentaras la cama con la coña del Volvo! Sólo echad un vistazo al trailer de Navidad que han hecho para promocionarlo. Imagino esa batalla narrada por Pérez Reverte, tal y como hizo en La sombra del Águila o en Cabo Trafalgar:

"Al otro lado de la colina todo el 519 regimiento de fusileros motorizados del Ejército Rojo aguardaba lo inevitable, calados hasta los huesos, con carámbanos de nieve colgándoles de las narices, cuando le hijo de puta relamido y enchufadísimo del Coronel Alexeyev se puso en pie, señaló al centro de aquel pequeño pueblo del Estado de Washintong y gritó ¡DavaiCamarradas! Enseñemos a esos perros lo que es el socialismo!

Sintiéndose abrumado, y sin tiempo para pensar en lo que hacía, el joven Piort, elevó el tubo de su mortero y empezó a lanzar granadas contra las viviendas de aquellos pacíficos civiles al grito de ¡Tomad estopa hijos de perra!

¡RAAAAACA! ¡ZAS! ¡RAAACA! ¡Esta va por la Navidad! ¡Esta por la Cocacola! ¡Y esta por vuestro decadente Rock and Roll!”

Cómo me lo voy a pasar con este juegazo. En agradecimiento quiero obsequiar a Santa Claus con un tatuaje, gracias a esta coña que he encontrado en Yonkis.com, y de paso, felicitaros a todos la entrada en 2008.

¡Tatúa a Santa!