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Me Cago En Mi Vida

GOLFO EL SÚPER-JEFE

Recuerdo una experiencia pasada, lo más parecido a una promoción que he vivido en los últimos tres años y medio, de la que resultó la pesadilla más anecdótica que he tenido.  Me llamó mi jefe un día entre semana (raro para un segurata de fin de semana como yo) para sustituirle porque tenía que ir al médico. Hasta el momento todo parecía el típico parche del tipo “sí, vale, tengo otros siete vigilantes más cuyos contratos NO especifican Fin de Semana y Turno de noche, pero… así es más gracioso” Es lo que tiene trabajar para una multinacional dominada por psicólogos y controlada por jefes con Graduado Escolar. No leen los contratos…

 

De hecho, especulo con que la empresa valora que sus empleados promocionables no sepan leer.

 

La cosa iba, me enteré el día anterior, de sustituir al Jefe de Edificio debido a una actividad interna de su empresa, a la postre, cliente de la mía. Vale. Iba a ser Jefe de Edificio en Funciones. ¡Mola! ¡Dos torres de oficinas para mí sólo! ¡Qué sensación de poder! Parafraseando a James Morrow, es como guardar tu propia cabeza nuclear en el garaje.  ¡A ver quién tiene huevos de molestarme ahora! ¡A ver esos vecinos ruidosos! ¡Tu hijo adolescente no volverá a ser el mismo cuando presione este botón rojo!

 

EMBORRÁCHATE DE PODER. BEBE HASTA SACIARTE, Y DESPUÉS…

SIGUE BEBIENDO HASTA VOMITAR.

 

Coñas aparte (un compañero muy gracioso me dijo que si iba a sustituir al jefe tenía que abrir su taquilla y ponerme uno de sus trajes) mi función iba a ser la de coordinar los diferentes trabajos del personal de servicio (es decir atractivas azafatas, señoras de la limpieza, limpiadores vagos, y personal de mantenimiento con un irónico sentido de la responsabilidad)…

A los  dos minutos de empezar comprendí el origen de las canas y la incipiente calvicie del hombre al que sustituía.

Unos segundos antes comprendí que no debí ponerme el uniforme del señor jefe. Primero porque me venía un pelín grande. Segundo porque mi queridísimo coordinador estaba presente. Y tercero, porque cuando los representantes de tu propia empresa y los de la empresa cliente miran hacia arriba negando con la cabeza, abren los brazos en cruz y dicen al unísono “Señor dame fuerzas” se trata de una mala señal.

 

Sobra decir que, una vez puesto mi uniforme, me di cuenta de que se trataba de una ampliación. Allí estaba otro de mis compañeros dispuesto a hacerlo todo. ¡Todo! Empecé a dudar de por qué me habían llamado, quizá sólo en calidad de testigo. Testigo de cómo mi súper compañero se abrazaba al mostrador de recepción y emulaba a la criatura Gollum al grito de ¡Apártate! ¡Es mi edificio! ¡MI E-DI-FIIIIIIII-CIOOOOOO!

 

Ahí estaba él. Casi dos metros de vigilante. Dermatitis  por estrés en la línea de las entradas. Gotas de sudor como puños corriendo por toda su cabeza. Si tanto quería currar ¿Quién demonios soy yo para impedírselo?

Más listo que el hambre el colega. Resultó que, si él se encargaba de las labores de seguridad y los relevos al resto de personal, a mí me tocaba la parte dura. ¡Hacerles trabajar! Y es que eso es muy difícil para un pepón calvete y con perilla, como yo. Alguien a quien no tomarías en serio ni en mitad de una emergencia nuclear, pese a que viste una bata blanca con el símbolo radiológico.  Para eso hace falta alguien con cara de nazi.

 

Resultó un cachondeo. Un día de vacaciones en el trabajo. Los de mantenimiento se pusieron sus camisas hawaianas y bailaron la conga por cada una de las plantas de ambas torres. Las de recepción se subieron a sus mostradores e hicieron que aquello pareciese El Bar Coyote. Nadie encontró a los limpiadores, y eso que las limpiadoras se pasaron todo el día buscándoles (sospecho que ahí hay amor).

La cosa llegó a tal extremo que terminé sudando y agradecido a los dioses por ver el fin de la jornada. ¡Por lo menos la instalación no ardió. Cerré mi parte con la frase “Finalizo servicio gracias a los dioses, la próxima vez buscad a otro”.

 

Esa noche tuve una pesadilla horrible. El día volvía a empezar una y otra vez, pero el jefe sustituía mi fiel porra, la virginal Anestesia (virginal porque no ha golpeado a nada vivo en tres años y medio) por un látigo. Chicho me lo entregaba animándome: ¡Demuéstrales quién eres, Licurgo! Después vino la peor parte. ¿Habéis visto alguna película de marcianos de los años cincuenta? De esas donde un montón de soldados americanos acribilla a un alienígena hasta la extenuación pero al bicho no le hacen nada las balas. ¡Pues eso mismo! ¡Me liaba a dar latigazos a la gente y ellos como si oían llover! ¡Menuda mierda de látigo! Me desperté exhausto debido a tanto latigazo sin efecto.

Ni una más. Lo juro.

4 comentarios

nike shox o'nine -

Comparison, more than reality, makes men happy or wretched.

Jordan Flight 45 -

You introduction is detail, thank you so a lot of material, but why do not you deliver some reference pictures?

Golfo -

Gracias. Pocas cosas resultan más contundentes que la propia realidad.
Trabajaré en eso del exceso de imagen. Quizá resulte un poco cargante.

Un saludo y gracias por escribir.

Steam Monkey -

Me encantó la realidad que transpira esta historia. Me enanta la realidad sin maquillajes...y los sabes.

Muchas fotos eso es igualdad de "mucho aburrimiento" ;)

Saludos cordiales y buen servicio!