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Me Cago En Mi Vida

EL PUENTE DE TERRY PRATCHETT

EL PUENTE DE TERRY PRATCHETT

“El cinismo y el hastío son como la prueba del Carbono 14 para la personalidad” (Terry Pratchett) 

 

Qué pedazo de puente me acabo de comer. He vivido cosas que nunca imaginaríais, desde trabajar una noche con el Boss (y estar a punto de verle sustituido por el único e inigualable supervigilante: Lord Darth Chicho), o echarme unas risas con un compi viendo el episodio de Dilbert en el que se convierte en vigilante de seguridad, a sufrir una exposición prolongada a la radiación nociva de Rotenmeyer, consistente en ignorarnos en paz durante 36 horas (de las que 24 fueron nocturnas). Se abren nuevos horizontes laborales cuando el mismísimo Mahatma me ha dicho que soy demasiado inteligente para trabajar en seguridad y me ha sugerido que envíe un currículum a su empresa. Una vez más he comprobado una vez más que Murphy acecha detrás de cada esquina.

 

Big Boss, Big Bro.

 

Mi experiencia con los denominados jefes de equipo es realmente escasa. Se limita a los dos últimos meses pese a llevar un año en esto. ¿Por qué? Pues porque Mauricio me recalcó a diario durante diez meses que él era un compañero, y no un jefe, pese a llevar todo el papeleo.

 

Tras pasar por La Ciudadela, pude concluir que los jefes de equipo son vigilantes a los que les pagan un poco más por organizar a sus compañeros. Punto. Eso es lo que dice un jefe de equipo. Después tuve la oportunidad de tirarle de la lengua a un coordinador (la ciudadela es otro mundo) y se le escapó una frase gloriosa: “Hay demasiados Capitanes Generales entre ellos, y aunque algunos tienen coco, la mayoría son cortitos”. ¡Yuju! Ahora es cuando yo voy y expongo una ley más o menos científica para darme importancia:

 “La conflictividad interna en la plantilla de un servicio es directamente proporcional a la cantidad de mandos intermedios que figuran en su organigrama” 

 ¡Toma ya! Luego dirán que la seguridad privada es incompatible con cualquier forma de pensamiento abstracto.

 

¿Qué decir de mi amable jefe de equipo? Primero que, aunque lleva más tiempo que yo en esto, llevamos casi el mismo yendo a este servicio. Segundo, que pese a su edad se le podría encuadrar en la categoría de “profesional” (léase “vigilante de carrera”) aunque sólo por los pelos.  Tercero que cuando no sonríe acojona. Y la cuarta cosa, relacionada con la tercera, es un chiste:

 

¿Os suena el del mafioso que enseña sus cicatrices una a una? Ésta en Kansas City, ésta en Atlantic City, ésta en New York City, y ésta de “Apendi Citys”. Pues más o menos, porque él va señalando cicatrices y apuntando: Corte Inglés de Argüelles, Metro de Madrid, Renfe, Centro Comercial “Arrozales del Coronel Giap”. Digamos, en honor a Terry Pratchett y su “¡Guardias! ¿Guardias?”, que no es de los que, en caso de intervención, pelea sólo. Él pelea contra todo el mundo. Con lo fácil que es no intervenir y detener después a los que quedan en pie. No por ello deja de ser un buen tipo.

 

El caso es que lo primero que me advirtió cuando me tocó trabajar con él fue: Si me llaman por teléfono, te quedas a esperar a Chicho. ¡Bieeeeeen! Yo pensaba fingir profesionalidad y amor al trabajo de cara a un compañero con responsabilidades y capacidad de decisión, y casi me toca hacerlo delante del mismísimo señor del mal. ¡Éste debería ser un trabajo sencillo! ¿Por qué coño se tiene que complicar lo de señalar al ascensor, sentarse en una silla y matar a la gente con el dedo pulgar?

 

Podría ser peor... podría ser Auxiliar

 

Claro que, a la hora de pasar toda una noche con el jefe, temiendo el momento de una llamada telefónica que significaría un cambio de jefe por jefazo, hay algo peor que ser un vigilante novato y muy muy verde... y es ser un auxiliar muy muy verde. La compañera, como todo auxiliar desterrado a la cabina de cobro de un parking, tiene un serio problema de aburrimiento, problema que trata de combatir aprovechando los momentos en los que, en el aparcamiento, hay menos gente que en el Congreso de los Diputados un día que hay fútbol. Es uno de esos divertidos momentos en los que, cuando se supone que va por al mitad de la ronda, Big Boss aparece a nuestra espalda y grita “¿Qué? ¿De cachondeo?” La chica responde negando con una sonrisa encantadora que se borra nada mas comprobar en cuestión de segundos la cara de póquer del jefe[1]... después, cabrones de nosotros... bueno de mí, comentamos lo de la taquicardia que le dio a pobrecilla... aunque su fin de semana no había terminado.

 

Digamos que la noche siguiente le toca aguantarme a otro compañero algo más veterano... mucho más veterano. Digamos que hay marcos de puertas que levan menos tiempo en este edificio que él. Digamos que aprovecho la confianza para NO llevarme el portátil, y DE NINGUNA MANERA poner un episodio de Dilbert. Digamos que el compañero NO aprovecha para probar un programa de traducción automática en mi ordenador y que esta compañera NO estudia idiomas. Digamos que la compañera no se distrajo aprendiendo inglés con el cacharro electrónico ni que...

 

Sí, neguemos que, de reojo, ella viera a través del circuito cerrado de televisión la kilométrica fila de coches que esperaban a que volviese a su puesto a cobrarles y a levantar la barrera. Neguemos ese grito de terror tan espontáneo que sólo se puede comparar a los de The Who en “Don't Get Fooled Again”, a cualquiera de AC-DC o de Halloween.

 

 De ninguna manera declararemos, señoría, que la chica salió por pies hacia los ascensores, que se equivocó metiéndose (uno por uno) en todos los que estaban bloqueados al grito de ¡Bájame! ¡Bájame! O que, en ese momento, sonó por la emisora la voz del extrañado compañero que preguntaba ¿Qué estáis haciendo? Como si me repitiese por vigésima vez que no había que torturar a los auxiliares o, al menos, que no lo hiciese sin invitarle a participar.

 

Nada de eso sucedió, querido lector. Por eso no he sido tan bastardo como para partirme el pecho de risa.

 

La próxima vez me traeré pastillas de yodo

  

 

Cuando la gente pasa demasiado tiempo junta surgen roces. Es ley de vida. Cuando la gente pasa demasiado tiempo cerca de la Rotenmeyer y ella los considera inferiores (la prueba del algodón exige medir el grado de inclinación hacia arriba de su nariz) lo que acaban surgiendo son los gritos. Es algo recíproco, no os creáis... es como la Destrucción Mutua Asegurada (curiosamente contraída en el acrónimo MAD).

 

¿La solución? A parte de afrontar nuevos traslados, o complicarle la vida al Boss, que bastante tiene ya, la solución consiste en apechugar e ignorarla en paz durante doce horas cada noche.  Creo que la situación llegó incluso a oídos de Chicho, que dijo, en su infinita sabiduría, que es muy triste que dos compañeros acaben así... claro que sería peor si acabásemos abrazados. El día que Chicho me diga algo le responderé que aguante él este cirio... también que lo grabe en vídeo y que me mande una copia.

 

Por el humo se sabe dónde está...

  

¿Qué pude llegar a suceder cuando no te llevas bien con una compañera de nariz alzada? ¿Por qué Murphy acecha cual demonio tras cualquier esquina? ¿Por que demonios cuatro gilipollas adoradores de un tal Stan[2] tienen que elegir esta noche para entrar fumando en un cuarto de baño dotado de detectores de humo?

 

Creo que no puede haber nada peor en un edificio de oficinas que escuchar de repente una alarma de incendio... bueno, puede que el hecho de que haya un incendio de verdad y la alarma no suene llegue a ser peor, Casi tanto como una reacción influida por demasiadas novelas de Terry Pratchett, por frases del tipo “Si corres demasiado podrías acabar cogiendo al ladrón y eso no trae más que problemas”.

 

El proceso de reacción ante una alarma por incendio es el siguiente:

-         Silenciar

-         Comprobar

-          y A) Rearmar o B) Evacuar (y no sólo a uno mismo, sino a cualquier forma de vida basada en el carbono de las que reaccionan mal ante altas temperaturas y gases tóxicos).

 

Añadamos a esto el sentido común y la ironía con las que escribe Mr. Pratchett, y sentenciemos, intertextualizando un poco con “¡Guardias! ¡¿Guardias?”:

 “Las células dispersas de mi cerebro hicieron un valiente esfuerzo por reagruparse, pasaron la información al mando central y éste decidió que, por sentido común, lo más sensato era echar a correr en dirección contraria al fuego.” 

 

Es como uno de esos momentos en los que, incluso con ciento cincuenta pulsaciones por minuto, descubrimos que nos equivocamos... pero en lugar de corregir el decidimos seguir equivocándonos más. Incluso decidimos buscar un culpable, un cabeza de turco, un chivo expiatorio al que cargar con el marrón: ¡La culpa es del puto arquitecto! ¡Entre la planta uno y el sótano tiene que haber una planta baja! ¿Qué coño es eso de “Entreplanta” o “Sobresótano”?

 

Como si se tratase de un chiste de Gila, aquél en el que va a comer en un avión, por error sumerge la toallita con colonia en el café, y decide disimular limpiándose las manos con el azúcar. Yo decidí comprobar los cuartos de baño... pero también en dirección contraria. Es en esos momentos cuando Dios demuestra tener más sentido del humor que nadie:

 

Cuarto de baño a oscuras. Una cabina cerrada. Al primer intento de abrir la puerta (justo un par de segundos antes de echarla abajo a patadas) me interrumpe una voz...

 

¡Ocupado!

 

¿Quién caga de madrugada en el trabajo?... bueno, yo lo hago, pero ¿Quién más lo haría? Respondo con la típica frase del tipo “Hay una emergencia pero no quiero decírselo explícitamente”.

 

¡Seguridad! ¿Todo Bien?...

 

En esos momentos raros, algo ha fallado en el cosmos. Me da la impresión de que, la acción gravitatoria de muchos planetas alineados provocan que sea un empleado, de los  que tiene que quedarse hasta altas horas en el curro y aprovecha para dejar su opinión en el lugar de trabajo, calma a un vigilante vibrante[3] con una sentencia gloriosa:

 

“Me vienes de perlas, chico. Estaba cagando a oscuras y me has encendido la luz...”

 

Una frase tan gloriosa sólo puede ser respondida con disimulo, aparentando que se controla la situación:

“Para proteger y servir, señor”.

 

Hey, You´re smart!

 

Os he hablado ya del Mahatma. Llegar un día al curro y encontrarlo hablando con la gente de seguridad no es nada anormal, excepto porque un día me dijo que tenía un buen nivel de inglés. Mi reacción fue como la de Zapatero cuando le dijeron que había ganado las elecciones: ¿Quién? ¿Yo?

 

Buscarme como traductor tiene narices debido a la gruesa capa de óxido que cubre mi conocimiento de la lengua de Shakespeare. Que alguien trate de mantener conmigo una conversación en inglés sin recurrir a gestos y onomatopeyas es realmente raro. Pero siempre me queda la Rotenmeyer y su inglés de Barbate[4].

 

Que durante una conversación de estas, me pregunte por mi nivel de estudios, porque parezco inteligente (¿Oook?) y nos pongamos a hablar del impacto en la crisis energética de la inseguridad regional en Oriente Próximo es un hito. Casi tanto como que no me equivocase demasiado al construir las frases... El Mahatma me dio su tarjeta y me dijo que le enviase un currículum y una carta exponiendo qué trabajo puedo hacer. ¡Qué ilusión ante un nuevo posible fracaso! ¡Ascender de empleado de cuello marrón a empleado de cuello blanco! ¡Con etiqueta de Emidio Tucci[5]!

 

Imagino una entrevista en inglés pasada con éxito, un escritorio para mí sólo en una de esas enormes oficinas que, hoy por hoy, me limito a abrir y cerrar; ir a trabajar con traje, tutearme con los peces gordos... el logotipo de la empresa en mi tarjeta de visita. Imagino una vida de éxito, restaurantes caros y mujeres despampanantes...

 

Sobretodo me imagino entrando en la central de PROSEGUR, diciendo eso de: ¿Preparados? ¿Listos? ¡LA CUENTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!

Imagino la sangre corriendo por mis brazos, y los enormes moratones originados por tantos cortes de mangas a mis superiores en este glorioso sector de la seguridad privada.

¡EL PRÓXIMO TURNO DE NOCHE DE DOCE HORAS LO VA A HACER TU PADREEEEEEE! 

Luego me despierto y vuelvo a la realidad con una sonrisa tonta en el rostro. ¿Quién sabe? Quizá Murphy también tiene sentido del humor



[1] Cara de póquer... pero de ir perdiendo hasta la camisa

[2] Hace poco me he enterado que escribir Satán es pecado...

[3] Los vigilantes de seguridad no temblamos nunca... pero algunos vibramos ocasionalmente

[4] Aprovecho para pedir disculpas al noble pueblo de Barbate, a su distinguida población, y al fluido nivel de inglés del que pueden presumir. 

[5] Seamos sinceros... de aquí a que vista un traje de Armani pasará muuuucho tiempo

7 comentarios

Golfo -

Recorreré las sendas de a meditación que me llevarán al Nirvana.

El abuelo -

Muy bueno lo de Mahatma, te veo ya recorriendo mundo con él

Golfo -

Terry Pratchett me lo recomendó un lector de este blog, también vigilante. Luego resultó que Baby lo concocía por haber leído novelas suyas en búlgaro.

Sin duda me quedo con todas las notas a pie de página, me identifico con los protagonistas de "¡Guardias! ¿Guardias?" y me encantaría participar en una actividad outdoor como la que sale en "Buenos Presagios" (esa en la que Crowley cambia las pistolas de pintura por otras de verdad).

¡Quiero ser Crowley!

Tranca-Man -

Mmmm... Terry Pratchett. Veo que tienes buenos gustos. Yo aqui en Inglaterra llevo algo de ventaja; he podido tragarme todas sus novelas, incluyendo Thud! y Wintersmith (chincha, que todavia no estan en Spanish!).

Un comentario: increible lo que hace escribir bien. Escribe todo en todo de coña, incluyendo muchas veces acentos (como si escribiera en andaluz, vamos) y aun asi se lee de corrido. Acojonante.

VS Golfo -

Claro, cariño, y golpeamos en la entrepierna a la gente inconsciente porque es más seguro.

Baby -

Los vigilantes tampoco huyen, ellos se desplazan a paso ligero hacia la retaguardia.

Golfo -

A lo tonto: 20250 visitas en veinte meses... no me lo creo ni yo.