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MURPHY Y LA SEGURIDAD PRIVADA

MURPHY Y LA SEGURIDAD PRIVADA

A veces me pregunto si la asignación irónica de destinos que impera en mi gloriosa empresa tiene guasa o qué. Hace unas noches, en respuesta a la pregunta de una compañera sobre cuál de los tres destinos por los que había rebotado el mes anterior (es una forma de hablar, porque en “La Ciudad” cada puesto es un destino distinto con su operativa propia... la publicación donde se recogen todas las operativas suele recibir nombres como “La Biblia en pasta”, “El gran libro” o “El sillar”[1])

 

Sin embargo ¿Por qué cojones el destino que nos queda más cerca de casa es o muy complicado o una auténtica mierda[2]? Si un edificio inteligente es tan inteligente ¿Por qué demonios no hace él este trabajo? ¡Tengo donuts gigantes que engullir y café que beber!

 

A sabiendas de que, a priori, las palabras “trabajo complicado” y “vigilante de seguridad” no suelen ir emparejadas, paso a relatar esta noche de pesadilla:

 La Ley de Murphy y los retrasos: 

 

Siempre que, por la razón que sea (digamos bajar a comprar tabaco por exigencias de Baby) sales de casa con un par de minutos de retraso, encontrarás la entrada de la estación de metro llena de gente que hace cola a la soviética para comprar el Abono de Transportes, aterrado, te percatas de que no lo has comprado y hoy es primero de mes... buscas en los bolsillos y el único billete de diez viajes que tienes para estas emergencias está agotado o no funciona; vas al cajero (que está más lejos de lo normal... señal inequívoca de que quienes controlan Matrix están introduciendo un cambio) esperas la cola para la máquina expendedora de billetes que no exige el precio exacto y te devuelve el cambio en monedas de uno y cinco céntimos (aproximadamente unos tres kilos... puñado arriba puñado abajo)

 

Durante el viaje caes en la cuenta de que hoy juegan el Real Madrid y el Steagua Bucarest... más que nada por la horda de rumanos que demuestran su afición al vodka haciendo sonar ensordecedoras bocinas y trompetas dentro del jodido vagón. Como para decirles algo.

 Murphy y las Operativas Especiales 

 

Fútbol más parking público en un edificio inteligente significa “apoyo a los auxiliares del aparcamiento”, digamos estar de pie tragando dióxido de carbono (creo que los compañeros de Servicios Generales tienen implantados filtros en los pulmones... o han mutado directamente) y si te hacen una señal, hay que (literalmente) parar el coche. ¿Cómo se hace esto?

a)      Estilo Morfeo: Lo demostró en Matrix Reloaded, en esa mítica secuencia de persecución en la autopista que dura diecisiete minutos y que no he podido ver entera porque (más o menos por la mitad) me entran ganas de mear[3]: Aproveche que tiene la defensa a mano para partir en dos la carrocería del coche. Ningún juez creerá que has podido hacerlo.

Riesgo: Todos creerán que eres idiota, tu defensa (y posiblemente tu columna vertebral) se partirán en dos... la primera la pagas, con la segunda te jodes.

b)       Como mandan las normas: Ordene, contra todo sentido común, al auxiliar que lleva en esto más que usted y que cobra la mitad, que baje la barrera automática en la salida del parking. Cuando se solucione trate, de clamar a los ocupantes de los otros trescientos vehículos que esperan para salir practicando el noble ritual del seppuku, vulgarmente conocido como harakiri, con la misma defensa con la que no has partido en dos ningún coche.

Riesgo: La putada del suicidio (por ritual que pueda llegar a ser) es que ocasiona la muerte de quien lo comete. Además, la defensa ni corta ni perfora, por lo que el ritual acaba siendo terriblemente doloroso, o cómicamente fallido.

c)      Dé el ¡ALTO!: Contra toda apariencia, no se trata de ofrecer como propiedad personal, para uso y disfrute, al compañero auxiliar que mide 1,90. Más bien va de estirar la mano hacia el conductor que no ha pagado. Gritar lo de ¡Alto! es opcional (creo que tengo serios problemas para hacerlo sin partirme de risa)... de hecho en los EEUU lo que gritan es Freeze!  (Algo así como ¡Congelado!) Aunque...

Riesgo: Para empezar, cabe la posibilidad de que no te hagan puñetero caso, entonces la naturaleza actúa (me refiero a la naturaleza de los conductores que se ven atrapados en la salida de un parking). Lo de gritar Freeze! mola, pero sin apuntar con un arma no tiene del mismo efecto... además se dará la impresión de que uno trata de darse aires de intelectual, lo que resulta incluso más cómico.

Para dar el alto, es necesario poner la mano delante, lo que puede llegar a extremos como el de una compañera, a la que le reprendieron por ponerla a la altura de la cara. En casos así, los conductores pueden interpretar que se les está saludando (si se dobla la articulación del codo al hacerlo) o que les está saludando un nazi (lo que no es recomendable en un parking lleno de conductores de Europa Oriental) La solución es bajar un pelín el brazo ya estirado (más o menos a la altura de la cintura) como si tuviese SúperPROSEpoderes de los que detienen las balas (lo que en la profesión se denomina “Hacer un Neo” en referencia a uno de los criminales más buscados).

También resulta ridículo, pero como dijo El Gurú: "La gente ze pone muy zuave cuando ve un unifodme"

 

¡Rondas! ¡Rondas! ¡Rondas! 

 

En su capítulo cuarto, acerca de “Lo poco gratificante que es su trabajo”, ese gran sabio que fue el tal Murphy nos dice: “Si entre varios destinos, todos están a dos horas de tu casa (en transporte público) y uno de ellos a una media hora, el más cercano exigirá que no pares de caminar en toda la puta jornada”. Esto se complementa con “Si has hecho las prácticas para tu nuevo destino hace más de veinte días, y sólo has vuelto por allí una vez hace más de quince, encontrarás nuevos puntos de fichaje para la ronda cuya ubicación desconoce la totalidad de los presentes, porque los habrán colocado JUSTO EL DÍA ANTERIOR, y no estarán en la zona de responsabilidad de otros compañeros, sino en la tuya.

 

La explicación de cómo encontrarlos suele ser del tipo “Entra por la puerta principal, gira a la derecha, sigue la pared, gira a la derecha, camina por la pared como si fueses uno de esos terroristas de Matrix, vuelve a girar a la derecha, avanza todo recto, date en la cara con cinco paredes porque la planta está sin iluminar, finalmente habrás vuelto de nuevo a la puerta principal. Ahora vuelve a ir por tu derecha siguiendo la pared, cuélgate del techo para evitar que los dos tipos del Laberinto del Chinotauro te localicen y te lancen por una puerta que sólo da a un charco de barro. Aunque en un principio te diremos que hay un punto de fichaje en cada extremo de la planta y otro en el centro, resultará que están en las dos esquinas de el lado derecho (según se entra) y el tercero casi en el centro (pero también en el lado derecho). Puede que se hayan caído porque, en lugar de silicona, hemos utilizado esparadrapo para fijarlos, pero da igual... nos reiremos de ti de todos modos.  

 

Solución: No pasar por ellos, y dejar constancia haciendo un corte de mangas a la puerta de acceso a la zona por la que debes pasar, que quedará registrado por las cámaras de seguridad.

 

Además, debido a la falta de sueño que va ligada a los turnos de noche, y la desmemoria provocada por el hecho de haber pasado por tantos sitios (cada uno con sus normas y peculiaridades) recordará una puerta roja por la que debía pasar... para cuando la encuentre (tras las risas de compañeras y compañeros a quienes habrá consultado) se dará cuenta de que, como en toda la instalación, las puertas están pintadas de azul.

 Llega el Agente Smith 

 

Justo en el momento de mayor desesperación, pánico, estrés, agobio, y demás sensaciones del tipo “Estoy hasta los huevos” o “Este trabajo lo va a hacer la puta madre de otro”, sonará el timbre de la puerta principal, y será un Inspector... justo lo que necesitaba este turno de noche.

 

Tratando de volver a la normalidad

 

Tras una operativa especial, hay que volver a la operativa prevista, lo que significa cerrar unas puertas y dejar abiertas otras. La diferencia fundamental está la posición de una puerta respecto a la otra y en el color en que están pintadas (es lo que se llama “diferenciación a prueba de idiotas”) pero llegando a este punto de la noche, lo más probable es que las haya cerrado todas, transformando un edificio de oficinas en una cárcel (si no pasa nada) o en una trampa mortal (en caso de catástrofe... digamos un incendio) Además, llegará con todos los tacos, que mantenían abiertas todas las puertas, a presumir de sus trofeos ante su compañera o compañero, lo que le permitirá comprobar su cara de pasmo, y una expresión muda del tipo “¿Qué ha hecho este imbécil?”.

 Amanece, que no es poco 

 

Con las primeras luces, llega la hora de hacer todo lo que, se supone, no es labor del personal de seguridad, como el reparto de llaves y tarjetas de acceso a los trabajadores de mantenimiento y limpieza, conectar el montacargas para que un tipo, con una cara que acojonaría en cualquier callejón oscuro, recargue las máquinas de vending, encender las luces y algo llamado “cortinas de aire” (¿?) ordenar la prensa del día por suscriptores (es decir por planta, empresa y jefazo) sonreír como si te alegraras de ver a todo el mundo y tratar de no desmayarse. Viene a ser como la Guerra de Vietnam, Prolongados tiempos de calma interrumpidos por minutos de pánico y fuego cruzado... sólo que al revés. Estoy seguro que cualquier personaje de película de terror (de esos que te persiguen en las pesadillas) cualquier invertebrado gigante, fiera descomunal o suegra con cara de decepción, será sustituida en sus pesadillas por un montón de llaves, tarjetas de acceso, listas de control de acceso y de asistencia y, por supuesto, por hordas de empleados de limpieza y mantenimiento que desean verle castrado... o atado a un par de palmeras cruzadas.

 La Solución ¿Se le ha complicado la noche? ¿No ha parado de cagarla? ¿Un montón de personas tratan de que les atienda a la vez? ¡Nada de estrés! ¡Hágase el idiota y finja que es su primer día! haga un Peter Griffin “He-he- he-he- he-he- he-he- he-he- he-he- he-he!”   


[1] Básicamente un ladrillo enorme

[2] Léase “va de estar de pie un mogollón de horas”

[3] ¡Siempre! ¡No falla!

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