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Me Cago En Mi Vida

KAGAGAMI

KAGAGAMI

Toda la tensión a la que me he visto sometido este mes de octubre, me ha hecho descubrir fórmulas de desahogo alternativas a las listas de enfermedades venéreas que merecen contraer mis coordinadores. Toda la presión que suponían el riesgo de quedarme fuera del master, el no tener un servicio fijo, los problemas que Baby insiste en contarme y los ruidos generados por un taller de chapa y pintura (tan cercano como madrugador), y por una comunidad de vecinos tan integradas en la sociedad madrileña que han de expresarlo (como el Ayuntamiento y la Comunidad) con constantes obras, han desembocado en una actividad orientalizante.

 

Orientalizante porque no conozco a gente más tranquila que los japoneses y chinos. Cuando uno de estos pone cara de estar estresado es porque pasa algo realmente serio, y si no mirad a Akira, que por un ataque de estrés empezó a crecer a nivel molecular y engulló medio Tokio (población incluida) Por ello, nada más expresivo de la creatividad y las ganas de no sufrir por problemas que, seamos serios, no son para tanto, como las formas geométricas de los jardines japoneses (Nihon Teisen) donde se combinan las formas imaginativas del arte floral (Ikebana) con un meticuloso y original rastrillado de algo tan sencillo (y a la vez valioso) como la arena.

 

Problema: En casa no tengo sitio más que para dos macetas canijas, y ya están ocupadas por el cactus (símbolo junto al gato y al coordinador de servicios[1] de autosuficiencia) y por algo que Baby dice haber plantado hace tiempo (sólo ella sabe si es perejil o marihuana) Descartada la idea de crear y cuidar siquiera un terrario pequeñajo, he inventado otra cosa que, aunque huele peor (una mezcla de atún y amoníaco), no sólo me quita los nervios y las ganas de practicar un ritual de santería dirigido contra a salud de mis superiores directos, sino que además tiene utilidad. ¡Utilidad higiénica!

 El Kagagami 

 

Esto es muy facilito de explicar: Suena el teléfono y escucho cosas como: “¡Qué pasa metrosesuarl”! o “Dice que van doh-caballoh por la finca de Bonanzaaaarl” y ya sé que son malas noticias. Probablemente un turno en una puta obra, alejada de cualquier forma de transporte público y a decenas de kilómetros de mi casa. Si hay un problema con las listas de enfermedades venéreas o infecciosas de todo tipo, es que la ciencia no avanza a la misma velocidad que mi rencor, por lo que todos esos hongos, sarpullidos y herpes acaban por agotarse o se ven condenados a repetirse y combinarse. Eso es lo que soluciona el Kagagami.

 

Mientras hablo con el jefe, agarro la palita y el rastrillito del Kit de Castillos de Arena del Pequeño Bastardo (comprado a unos chinos muy majos del barrio) y me dirijo a la caja de arena de Verdi. Una a una, recojo las deposiciones del minino sin dejar de hablar con el jefe usando un tono sosegado, monótono... un tono del tipo “domino la situación, tranquiliza tu culo... el Señor Lobo va para allá”; y coloco las caquitas en el contenedor de basuras. Después, mientras continúo la conversación, agarro el rastrillito y dibujo formas geométricas que las zarpas del gatito destruirán tras la próxima deposición.

 

Esas formas geométricas expresarán mi templanza de ánimo y mi estabilidad a la hora de afrontar situaciones difíciles o estresantes en lugar de los túmulos que el pequeño cabrón peludo organiza constantemente a lo largo del día. Ahora sólo falta plantarle el cactus en medio para que se pinche su peludo culo. Hacer esto mientras hablas con tu jefe es como aparecer en una imagen en blanco y negro hablando en clave, a lo Bruce Lee, para anunciar un puto coche. Tengo que morderme la lengua para no soltarle al jefe lo de:

 “Empty your mind... by form... awanajander-klander-now[2]... be water, my friend” 

Problemas de estrés, ¿Piensa que su vida es un asco? Adopte a un pequeño cagador cómprese un kit de hacer castillitos en la playa y cree formas geométricas en la arena donde el bichito hace de vientre. ¡No falla!



[1]¿Que en qué se parecen un gato o un cactus a un coordinador de servicios? Pues en que sólo necesitan un par de cosas para sobrevivir, y el modo o consecuencias de conseguirlas les importa más bien poco.

[2] Esto por si alguien tenía dudas de mi nivel de inglés

2 comentarios

Golfo San -

La vilencia engendra violencia, pequeña saltamontes. Ha de bastar con asociar la imagen del jefe con el penetrante olor a amoníaco y atún de las heces del gato.

1150S -

¡¡Vaya con el kagagami!!de verdad relaja, pero mientras piensas que se las pegas al jefe en la cara palada a palada,sería más efectivo.