Blogia
Me Cago En Mi Vida

Nunca serás un auténtico Vigilante si no...

Nunca serás un auténtico Vigilante si no... Estoy pensando en crear otra sección sobre el curro de Vigilante de Seguridad. Podría llamarse Requisitos imprescindibles, o Nunca serás un auténtico Vigilante si no... si no dices marica de mierda en lugar de gay, si no te han denunciado, o si no dices le di su merecido a ese imbécil en lugar de hube que advertir, con uso de mi limitada autoridad, a ese ciudadano descarriado.

En el metro pasa de todo. Estoy seguro de que hay una conspiración, por ejemplo, para que yo llegue tarde al curro: Cuando tengo que hacer un trasbordo, por ejemplo, masas de personas ocupan todos los espacios moviéndose a cámara lenta, como ganado camino del matadero. Suben y bajan las escaleras pasito a pasito, dando la impresión de que soy el único que tiene prisa. Mueeeeveeeeen un pieeeee trasssss ooooootrooooo muuuuuy despaaaaaciooooooo. ¡Sólo les falta cantar la canción de Los remeros del Volga para formar un cuadro único!

Yo-ho-ho-hoooooo
Vamos muy lentoooooo
Sabemos que tienes prisa
Y nos la sudaaaaaaa
Y nos la sudaaaaaaa

En ocasiones siento deseos de ponerme una gorra de plato azul, pillar un látigo y un megáfono y empezar a gritar davai! ¡Más Rápido holgazanes! Davai!

Otras veces se me pasa la parada. Reconczco que en ocasiones tiene que ver con el cansancio de empalmar una jornada de doce horas con otra de cinco, y otras sencillamente, me atrapa la lectura. ¿Por qué llegas tarde Golfo? ¡Por el cabrón de Terry Pratchett! ¡Quiero saber qué les pasará a continuación a Rincewind y a Dos flores!

Queda claro que no todo es de color de rosa en el metro, y menos desde que alguien, puede que un avezado lector de este blog, ha empezado a copiar mi plan de venganza contra la sociedad... lo digo porque el otro día, un tipo (o tipa) se bajó del metro despidiéndose. Cuando no es de tu propia marca resulta indignante. Pero ¿Por qué? Oh Señor ¿Por qué diablos no me encuentro cosas como ésta!

No, yo me encuentro a Johnny Chincheta con un pedal de narices a las cinco y media de la tarde, tengo un follón digno de ser grabado en vídeo y emitido en Siete días y Siete Noches, el borracho latinoamericano sufre un choque de culturas (en particular su cultura chocó con mi codo) y luego tengo que entrar a currar comiéndome una bronca de las que haen afición. ¡Que Mauricio se está quedando ronco de tanto gritarme!

El divertido caso comenzó el domingo pasado cuando iba para el curro: Al par de paradas entra en mi vagón un ecuatoriano con una borrachera de las que dejan sin neuronas y se me sentó al lado. Venía hablando sólo, escupiendo en el suelo y con una peste a whisky que haría resucitar a Edgar Allan Poe con una sonrisa en los labios. El tipo venía gritando que le avisaran cuando el metro llegase a la estación de Tribunal (supongo que quería un juicio justo antes de coger el trasbordo a la estación de patíbulo). Se acomoda justo a mi lado, y me ORDENA (un balbuceo incomprensible acompañado del aroma de su aliento) que le despierte antes de llegar porque le da tiempo de echar una cabezada. Asqueado, vuelvo a Rincewind, Dosflores y la escoba voladora a la que se acaban de agarrar cuando, esto sólo me puede pasar a mí, noto un peso muerto sobre el hombro izquierdo de mi chupa de cuero negro... una chaqueta cojonuda que compré en Las Palmas, cuando Baby y yo fuimos a disfrutar del adelanto por el primero de mis libros.

El cerebro suele gastar bromas pesadas. Cuando has practicado jiujitsu unos quince años lo que hace son auténticas cabronadas, como emitir el siguiente comunicado interno: Si me vomita en la chepa le rompo el cuello. De repente, planos de películas de Schwarzenegger empiezan a ser proyectados en mi mente: Cuando le rompe el cuello a un sicario en Commando, en el avión, y le dice a la azafata que está muerto de cansancio, o cuando imagina en Mentiras arriesgadas que le arrea un codazo al vendedor de coches usados que trata de ligarse a su mujer... yo no suelo ser así ¡Lo juro! ¡Incluso cuando recuerdo esta anécdota considero la posibilidad de ir a hablar con un psicólogo de la empresa!  Pero es que esto me quedó muy... muy... muy a lo Clint Eastwood:

Wilson Chinchetes había caído en un profundo sueño, como un angelito empapado en whisky de Alabama, y su cabecita se había apoyado en mi hombro. El manual de Relaciones Humanas de PROSEGUR recomienda no dejar nunca de ser educado, profesional y pro activo, así que, (educada, profesional y pro activamente) le pedí por favor que apartase su cabecita de mi hombro, pero como me han enseñado cinco largos años de carrera) quien no se puede expresar en un idioma no puede comprenderlo: Recurrí al lenguaje corporal.

Una vez vi hacerlo a Maradona, o a Mauro Silva, o a uno de estos habilidísimos futbolistas latinoamericanos: Se trata de un toquecito con el hombro, como si me encogiese por no saber una respuesta, como si algo me diese igual (el manual de autorelajación y disfrute del placer de trabajar de PROSEGUR lo denomina Técnica del Gaitero), y la cabeza de Nelson Champiñonez rebotó hacia atrás. No se hizo daño, pero comenzó a mostrar su indignación... a grito pelado además, por lo que hube de pedirle, por lo más sagrado que guardase silencio y no montase un escándalo...

-         ¡Tú no puedes golpearme así! ¡Por qué carajo me has pegado!
-         Perdona, es que me has tocado

Yoko Empi Uchi. Si supiese japonés añadiría como sufijo la expresión equivalente a en todos los morros para describir el codazo amistoso que ese ciudadano modélico y su curda se llevaron para que dejasen de resultar tan molestos. Yo me he cogido mis borracheras, pero siempre he tratado de pasar desapercibido cuando he estado en estado de embriaguez. En este caso, Joshua Mamaverga descubrió que hay cosas más efectivas que el café con sal o el Catovit para que se te quite el pedo de golpe (¡ups! Se me ha escapado).

¡Y lo hizo! En una muestra de valor que provocó la huida de un señor sentado al otro lado, y las sonrisas de dos mujeres mayores que parecían no comprender lo que ocurría, el pequeño nofumescercademí ocorroelpeligrodearder se alejó al otro lado del vagón para mostrar ante todo el pasaje su indignación por lo que consideraba un trato injusto mientras yo volvía a sumergirme en el libro...

-          ¡No puedes golpearme así! (quizá lo prefería en el cuello) ¡Si quieres pelea salimos, cojo un cuchillo y te mato! (en ese momento abrí la bolsa de deportes que siempre llevo al curro, aparté el uniforme y dejé a mano el mango de Anestesia que, por los libros de fantasía que leo o por la falta de sueño, me hablaba: ¡Sácame, sácame! ¡Ha dicho que lleva un cuchillo! ¡Aun soy virgen! ¡Quiero probar la sangre!¡Me indigna que me confundas con un rascador de espaldas!) ¡Yo soy ecuatoriano, no me asusta la sangre! (en este momento no sabía si estaba a punto de pelearme en un vagón de metro o en un concierto de reaggetón)

Cada dos palabras decía algo sobre mi madre y la palabra: Mamaverga. En momentos así, mi cerebro prefiere hacerme sentir como Paco Martínez Soria en Es peligroso casarse a los 60, cuando le llaman plebeyo y se pasa casi el resto de la película preguntándose qué coño han querido decir con eso. ¿No me estaría llamando marica? Lo digo porque ese enano, más feo que ecuatoriano, se había puesto muy gallito... pocas cosas dan tanto valor como una amplia distancia de seguridad...

Finalmente, se bajó refunfuñando, y ya al otro lado del chasis del vagón, volvió a la carga (protegido por el cristal de la ventanilla) al grito de ¡mamaverga!... y de nuevo algo sobre mi madre. Logró que apartara la vista de las páginas de La Luz Fantástica sólo para dedicarle una sonrisa y decirle adiós con la mano... moviendo los deditos. Me pareció divertido... probablemente le cabrearía más. Luego, en gesto desagradecido decidió escupir al cristal de la ventanilla del metro justo sobre el moño de la señora sonriente) ¿Qué coño había hecho el pobre cristal? A parte de protegerle de mi mirada claro.

Para rematar, me limité a decir menudo pájaro... ciudadano modelo, mientras el resto de pasajeros trataban de volver a la normalidad. La cosa había durado unos segundos (el enfrentamiento, si breve, mejor). Una puta viej...  encantadora señora senior, tras ver el espectáculo, me a mirado y ha dicho: Pobrecillo ¿Qué le has hecho?. Momentos así me hacen reflexionar sobre la conveniencia de ilegalizar el Prozac. Me volví al libro a la espera de entrar de turno en el mismo destino de siempre. No suelo ser así, supongo que, tras no librar un fin de semana desde mi cumpleaños, me pasa lo mismo que a Kahn el Kilrathi: ¡Necesito unas vacaciones!

 

4 comentarios

Golfo -

Bueno... no lleog tan tarde, la culpa es de los demás por no correr. Quizá algún día grite GAS! GAS! GAS! en mitad de un trasbordo para provocar una avalancha y llegar antes...

1150S -

Me extraña que llegues\"tarde\"
al curro,(sales con bastante
antelación)y las anécdotas ocurren,pero el metro continúa su trayecto.....¿..?

1150S -

¡¡Vaya viajecito!!.Yo creo que si un borracho viera lo que hace y como actúa no lo volvería a hacer, de verdad que se creen salvadores de la humanidad, si les haces caso, malo, y si no se lo haces, siguen... y siguen con lo mismo ¡que pesadez!.

Golfo (en realidad no tan violento) -

Quede claro que me da igual la procedencia del tipo, de hecho creo que hay latinoamericanos muy educados que son muy mal tratados, y que los españoles no somos perfectos.

Lo que me mosquea es que los borrachos se tomen tantas confianzas como para amenazar con matarme.

Para que veáis que soy bueno, en cuanto salí del metor le mandé un mensaje a Baby: \"He tenido un roce con un latinoamericano borracho en el metro. Yo estoy bien, él no\".